Las groseras respuestas de Inglaterra y España a los gestos de soberanía e independencia de la Argentina con relación a Malvinas e YPF tienen una enorme carga simbólica. Hoy ex potencias imperiales y coloniales en decadencia, con graves problemas económicos y sociales, Inglaterra y España tuvieron sus días de esplendor a partir del siglo XV, cuando el proto-capitalismo apenas asomaba, tímidamente, en medio del viejo orden. El descubrimiento y colonización de América, la explotación de este continente en condiciones de genocidio, la piratería y el comercio de esclavos africanos instalaron la globalización y cimentaron el capitalismo. La historia de los recursos naturales, de su defensa, de su entrega, es la historia misma de América, de Colón a Repsol.

En los diarios de viaje de Colón son mucho más numerosas las referencias al oro que las que nombran a Dios. “Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vi que algunos de ellos traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen en la nariz. Y por señas pude entender que, yendo al Sur o volviendo la isla por el sur, que estaba allí un Rey que tenía grandes vasos de ello y tenía muy mucho”, anotó Colón el sábado 13 de octubre de 1492.

El almirante genovés estaba también muy atento a la posibilidad de sojuzgar a los habitantes del lugar a los que llamaba indios. Los describía como “muy simple de armas” y propuso a los reyes llevar algunos a Castilla, o bien “tenerlos en la misma isla cautivos, porque con cincuenta hombres los tendrán todos sojuzgados, y les harán hacer todo lo que quisieren”.

La edad de oro de España, militar y cultural, se extendió entre 1580 y 1640. Fue el primer imperio global, con dominios en todos los continentes. Pero se fue desgajando, de a poco, y en 1898 se perdieron las últimas colonias, Cuba y Filipinas. Inglaterra compitió con España durante muchos años, especialmente en los siglos XVI y XVII. Cobró gran poderío al decaer España, y aunque su afán imperial se remonta a los siglos XIV y XV, su esplendor se sitúa a partir de los siglos XVII y XVIII.

Desde 1492 a la fecha, la historia de América es la historia de sus recursos naturales, y de la rapiña de las potencias coloniales e imperiales por apropiarse de ellos a sangre y fuego. Detrás de cada uno de los golpes de Estado padecidos en el continente está, agazapado, como causa eficiente, el afán de las elites locales y las potencias extranjeras de saquear esos recursos.

El capitalismo europeo hizo su acumulación originaria gracias a las minas de América, las rapiñas de los piratas y el comercio de esclavos. América y África fueron arrasados, y son testigos, protagonistas y víctimas de esa etapa de formación del sistema capitalista. En este contexto, resulta muy esclarecedor que hoy, en la etapa del capitalismo tardío, financiero y especulativo, sean justamente Inglaterra y España los dos países que se sienten afectados por decisiones que tienen que ver con restituir la soberanía y el manejo de los recursos por parte de la Argentina.

No es casual que la famosa crispación se muestre ahora en la torva faz de dirigentes europeos que dicen representar los intereses de sus naciones pero que, en realidad, son apenas lobistas de intereses sectoriales minoritarios, sin patria ni bandera, sin más ideales que la ganancia ilimitada a cualquier costo.

Esos mismos dirigentes son acusados de traidores por los ciudadanos de sus respectivos países. En Europa, la política, léase la democracia, está en retroceso frente al avance de los poderes fácticos que no necesitan de los políticos y que colocan en el gobierno a banqueros y tecnócratas que nadie votó. La situación de España, Portugal, Grecia, Italia, Francia e Inglaterra son ejemplos palpables de esta tendencia. En América latina, en cambio, regresó la política y es eso, y no otra cosa, lo imperdonable.

La decisión de recuperar YPF posee un gran valor simbólico en términos de nacionalidad, soberanía y liberación. Pero no afecta ni hace mella en otras naciones ni soberanías. Afecta los intereses de una elite de banqueros, financistas y accionistas que son los mismos que ajustan, hambrean y dejan en la calle y sin trabajo a los ciudadanos europeos. No se afecta a una nación, sino a una clase.

El gobierno conservador de Mariano Rajoy puso el grito en el cielo para defender a una elite de accionistas de Repsol, pero al mismo tiempo condena a más de cinco millones de españoles a sobrevivir sin trabajo en plena recesión. Los escándalos por corrupción y turbios manejos de fondos públicos que afecta a la familia real española no son ajenos a este cuadro de decadencia. La bronca de los españoles sigue en alza: “Borbón, cabrón, andá a trabajar de peón”, les gritan los ciudadanos (súbditos) españoles a los integrantes de la familia real.

Pero lejos de ejercer tan digna tarea, el rey de España ofreció la obscena imagen de su onerosa cacería en África. El monarca y su escopeta completa el cuadro histórico: cacerías, cotos de caza reales, diferencias brutales entre los que tienen coronita y gastan decenas de miles de euros en África mientras cinco millones buscan trabajo en España, todo está como entonces, como en 1492. Al menos, para aquellos que se empeñan en no reconocer que algo ha cambiado desde aquella época, por ejemplo América latina, donde varios países rechazan los espejitos de colores y las recetas neoliberales.

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Un comentario

  1. Cristian

    30/04/2012 en 22:18

    ¿Por que los medios se hacen eco de las declaraciones bajo el titulo de Inglaterra dice… o España dice… siendo los primeros ministros o presidentes de turno quienes opinan, bajo la «influencia» de los grupos de poder? No debería empezar por ese lugar la democracia? Por algo son el cuarto poder.. pero la «influencia» tambien alcanaza estos grupos.

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