Foto: Xinhua/Télam.

El ministro de Economía y Competividad español, Luis de Guindos, afirmó este lunes que la intención de su gobierno es cambiar el modelo “del ladrillo” por otra economía “mucho más basada en el conocimiento”. Lo dijo poco antes de participar, junto a la vicepresidenta Soraya Sáens de Santamaría y el ministro de Relaciones Exteriores, José Manual García-Margallo de un foro en que expondrán ante el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, las medidas asumidas por el gobierno ibérico para salir de la crisis.

El seminario, organizado por Fundación Konrad Adenahuer en la ciudad de Santiago de Compostela, tiene lugar horas después de que se oficializara el ingreso de España a un período recesivo por segunda vez en tres años.

A ciencia cierta, el objetivo del foro es básicamente informativo, está claro lo lejos que está España de poder dar cátedra sobre los modos de sortear una crisis que la está carcomiendo, al país que menos la sufre. Y dado el contexto, más se asemejará el “seminario”, por más bonito que suene, a una rendición de cuentas que a cualquier otra cosa.

Siguiendo la tendencia descendente de los últimos meses de 2011, la economía española registró una baja del 0,3 por ciento para el primer trimestre de este año, lo cual confirma que la economía española está nuevamente en recesión. Y las novedades que atañen a la materia parecen contradecir las promesas del gobierno de Rajoy.

El desempleo roza el 25 por ciento, el déficit público es el tercero mayor de Europa después de las prosperas economías de Irlanda y Grecia, los sindicatos están que hierven y Rajoy no hace más que echar leña al fuego.

Su vicepresidenta, que acompaña a De Guindos en el seminario de este lunes, prometió “seguir con las reformas de liberalización de determinados servicios” en pos de una gestión “más eficiente y más austera”.

Las palabras de la número dos del Gobierno llegan después de que este domingo, el número uno anunciara que «cada viernes habrá reformas» y que precisamente para este 4 de mayo habrá «una muy importante». Al parecer, la vice dio una pista del porvenir.

Sáenz de Santamaría explicó que el del Gobierno «tiene un programa de reformas completo, de modernización del país». «Y ahora toca seguir haciendo aquellos cambios que son imprescindibles para volver a crecer y crear empleo», subrayó.

Sin embargo, las entidades globales que indagan en la evolución del mercado laboral no comparten ese optimismo. La Organización Internacional del Trabajo, en su informe 2012, advierte que el programa de austeridad que encara el gobierno ibérico es lisa y llanamente una “trampa”.

Contrariamente a las buenas perspectivas que anuncia para América Latina y Asia, el informe para Europa rebasa de pesimismo. Recuerda en uno de sus tramos que el continente europeo es responsable de dos tercios del aumento de la tasa de desempleo desde 2010 a la fecha y critica los programas de recortes emprendidos por los gobiernos para enfrentar la situación.

«¿Cómo salir de la trampa de la austeridad?», pregunta la OIT, para luego advertir que los recortes y la obsesión por atajar el déficit de los gobiernos están dañando el mercado laboral de todo el mundo.

Para ese organismo, las medidas de austeridad como las aplicadas en España, tanto por su actual administración como por la anterior, «han afectado al crecimiento y al empleo en el corto plazo y, por el momento, no se han traducido en una reducción significativa del déficit fiscal», que era el objetivo perseguido.

“Estas medidas están siendo adoptadas con la esperanza de que los mercados financieros reaccionen de manera positiva, y así reforzar la confianza, el crecimiento y la creación de empleo”, dice uno de los capítulos del informe que aborda el tema.

“Sin embargo –añade–, estas expectativas no han sido satisfechas. En los países que aplicaron el enfoque de la austeridad y de la liberalización en su mayor extensión, principalmente en los países del sur de Europa, el crecimiento económico y del empleo continuó deteriorándose”.

“Además, –explica– en muchos casos, estas medidas también fracasaron a la hora de estabilizar la situación fiscal. La razón fundamental para estos fracasos es que estas políticas – implementadas en un contexto de perspectivas de demanda limitada y con la complicación adicional de un sistema bancario en medio de su proceso de «desapalancamiento»– no tienen la capacidad de estimular la inversión privada”.

“La trampa de la austeridad se está accionando –advierte más adelante–. La austeridad, en efecto, ha producido un crecimiento económico más débil, incrementado la volatilidad y empeorando el balance financiero de los bancos ocasionando una mayor contracción del crédito, menores inversiones y, en consecuencia, mayores pérdidas de empleos”.

“Paradójicamente esto ha afectado de manera negativa a los presupuestos de los gobiernos y, por lo tanto, ha aumentado las exigencias de mayor austeridad. La realidad es que ha habido pocos progresos en los déficits fiscales de los países que aplicaron enérgicamente las políticas de austeridad”, concluye el capítulo.

Recordemos lo dicho momentos antes por De Guindos: «Queremos pasar de la economía del ladrillo a la del conocimiento», dijo el funcionario. Cabría preguntarse entonces si “ladrillo” es una referencia al mercado inmobiliario, origen del pandemónium, o es un eufemismo que refiere a la consistencia craneal de la que surgen las flamantes propuestas para sortear el abismo.

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