Militantes con Cristina en Rosario
Belgrano era un militante político antes que un prócer sin identidad partidaria. | Foto: Movimiento Evita.

En tiempos en que miles de argentinos, en especial las juventudes, vuelven a volcarse a la participación, en una nación que soportó un proyecto genocida de eliminación de la militancia, en un país que sufrió el bombardeo ideológico neoliberal que convirtió a la única herramienta que tiene los pueblos para torcer su destino ‒la política‒, en mala palabra; decir que la ausencia de la presidenta va a permitir que el 20 de junio en el Monumento sea de la «gente», es un acto de demagogia liberal que inscribe al discurso de la intendenta Mónica Fein en el reaccionario paradigma de la “apoliticidad”.

Esa apoliticidad encierra una pretendida desaparición de identidades, imágenes, contenidos, prácticas, consignas y simbologías mal consideradas como “explícitamente políticas”. Bajo esta concepción, las banderas de las organizaciones sociales, el apoyo a un referente ‒en este caso la Presidenta‒, la movilización popular, las insignias de las diferentes agrupaciones partidarias, serían “política”; mientras que el llamado a la ausencia de estas, no.

Pero la apoliticidad ‒concepto que en realidad no existe‒, no es la ausencia de política, puesto que ese vacío es imposible cuando de práctica humana se trate. Sino que es una estrategia comunicacional posible para la capitalización de hechos públicos o sociales que generan rédito a quien se los apropie políticamente, como pueden ser la inauguración de un paseo peatonal, un hospital, el lanzamiento de miles de fuegos artificiales, o la organización del acto por el Día de la Bandera.

La alimentación de la apoliticidad en la política, valga la contradicción, es una práctica peligrosa y tiene ejemplos por demás jodidos en nuestra provincia y ciudad. Carlos Reutmemann, Daniel Peressotti, y el más reciente Miguel del Sel deberían ser fenómenos menos subestimados por el Socialismo, quienes al igual que el peronismo ‒y todos los santafesinos‒ estuvieron a punto de ser derrotados ante sectores que si se presentaran con nombre y apellido ‒el verdadero poder detrás del que actúa de candidato‒, no sacarían ni un voto.

Este posicionamiento apolítico, cuando lo que se discute es el acto por el 20 de junio, expresa además un modo de disputar sentido, de entender la relación de los pueblos con su historia, y la interpretación que de esos hechos se puede hacer.

Vaciar de política la batalla que libraron los hombres y mujeres que lucharon por la liberación nacional, es una manera de petrificar la historia, de eliminar el barro con el que se forja, de convertir a las personas de carne y hueso, que regaron de sangre el suelo argentino para expulsar al opresor imperial, en un deshumanizado, frío y enmohecido bronce. Y Belgrano, como San Martín, Moreno u otros, era un militante político antes que un prócer inmaculado sin identidad partidaria.

Quizás sea desmesurado considerar que todo esto pase por la mente de la intendenta cuando hace ese tipo de afirmaciones, pero al haber sido dicho tantas veces antes por otros referentes del Socialismo, con Hermes Binner a la cabeza, uno entiende que es una concepción compartida, y que vale la pena discutir.

Pareciera que hay que recordarles a algunos integrantes del Socialismo que no son una agrupación de ex actores, deportistas y empresarios “venidos de fuera de la política” ‒como gusta decir al intendente de Buenos Aires Mauricio Macri‒, sino que son herederos de una de las tradiciones políticas más viejas del mundo, convertidas en partido antes que el propio Radicalismo y Justicialismo.

Un día de la bandera sin militancia no es algo para celebrar, un acto del 20 de junio en que se le dice no a quienes quieren manifestar su apoyo a un proceso político y a una Presidenta ‒en un mundo donde las juventudes y pueblos se movilizan contra sus gobiernos, como sucede en Europa y Estados Unidos‒ no es algo para festejar. Un Monumento al que se invita “a la gente” y “sin política” se asemeja peligrosamente a los actos organizados para esas fechas por las Fuerzas Armadas, en los que no había militantes y, como se ha recordado tantas veces, “todos” éramos argentinos, y derechos y humanos.

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Un comentario

  1. HECTOR JOAQUIN STELLA

    31/05/2012 en 23:49

    «Enmohecido bronce» es, no «enmohado bronce». El diccionario no muerde!!!!!!!!!

    Responder

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