Adriana Alvira, antes de ingresar a dar su testimonio en San Nicolás. | Foto: Juane Basso

Adriana Alvira es docente, directora de escuela, y parte de una familia que, como otras miles en Argentina, sufrió muy de cerca el terrorismo de Estado iniciado el 24 de marzo de 1976. Este martes por la tarde declaró en San Nicolás, en el marco del juicio en el que se investiga los secuestros y desaparición de sus dos hermana y un cuñado, y dio una clase abierta de lucha por verdad y justicia. Además declaró su sobrino Fernando, quien fue secuestrados junto a sus padres y luego rescatado por sus abuelos.

Tras el receso del mediodía planteado por los jueces de Tribunal Oral Federal N° 2 de Rosario, la audiencia retomó su dinámica con la declaración de Fernado Alvira, hijos de Horacio Arístides Martínez , María Cristina Alvira, secuestrados junto a Raquel Alvira la mañana del 5 de mayo de 1977. “El hecho que sucedió el 5 de mayo del 77, marco profundamente mi vida, y a todos mis familiares. Nos marcó la vida en cosas que aún hoy descubro”, planteó Fernando a los jueces.

“Recuerdo muy claramente cuando era chiquito, e ir a una escuela primaria estándar, pero se me venía el mundo abajo cuando me preguntaban quienes eran mis padres o qué hacían. No sabía que responder”, comentó y añadió otro recuerdo: “Les pregunte a mis abuelos paternos que pasó, si bien yo supe que eran desaparecido, mis abuelos no pudieron mantener viva la memoria de mis padres en mi, por el terror de lo que había pasado”.

“En setiembre va a nacer mi hijo, Bautista, y también va a sufrir las consecuencias de la tragedia que vivió mi familia, porque dos de sus cuatro abuelos no van a estar. Y eso no es justo”, dijo Fernando, para luego solicitar que “los condenen a los imputados”.

“Memoria, verdad y justicia”

Adriana comenzó su relato con el recuerdo de los primeros años de su familia en el pequeño pueblo de Colonia San Roque, del departamento San Javier (Santa Fe). La testigo confirmó luego que “en mayo de 1977 María Cristina vivía con Horacio Arístides Martinez en San Nicolás, en una casa en calle Alvear 1519, donde fueron secuestrados 5 de mayo de 1977”.

“Yo iba a la secundaria –recordó Adriana–, a quinto año. Mis hermanas mayores tuvieron que salir de la casa para hacer la secundaria pupila a un pueblo. Una vez que ellas terminaron el secundario María Cristina (año 71), Raquel (año 72), se fueron a estudiar a Santa Fe, María Cristina Bioquímica y Raquel Derecho”.

La testigo relató que sus hermanas “vivían juntas en una casa que alquilaban con otras compañeras. Junto con Horacio Arístides Martínez eran militante de la JUP, participaban del Centro de Estudiantes”, y que por esos días “María Cristina se había puesto de novio con Horacio y estaban planeando casarse”.

“Mi hermana y mi cuñado me llevan a peñas en la facultad de derecho. Horacio era uno de los oradores a la hora de los discursos políticos. Era como un hermano mayor”, rememoró Adriana.

La testigo precisó que “con la intervención de las universidades comenzó la persecución política”, y que “en agosto del 75 (María Cristina y Horacio) fueron suspendidos”. “En diciembre del 75 nos reunimos por última vez toda los seis integrantes de la familia. Nos reunimos todos, hablamos horas. María Cristina nos contó que estaba embarazada de Fernando. Dijo que se iría a vivir a San Nicolás. Raquel nos dijo que se volvía al campo”, comentó a los jueces Adriana.

“Nosotros seguimos viviendo en Colonia San Roque, íbamos a visitarlos periódicamente. Yo vine muchas veces a San Nicolás, siempre con mi papá o mi mamá”, informó la testigo y añadió que cuando nació Fernando “vino mamá a cuidarlo durante varios días”.

Alvira señaló que “María Cristina escribía hasta dos cartas por semana, nos iba contando como crecía Fernando, cómo vivían ellos”, y leyó fragmentos de algunas de esas misivas que conmovieron hasta las lágrimas a más de uno de los presentes en la sala de audiencias.

Adriana relató cómo el 5 de mayo de 1977, en la casa de San Nicolás donde vivía María Cristina, con Horacio y Fernando, y justo cuando estaba de visitas Raquel, secuestraron a sus hermanas, cuñado y sobrino. “Fue a las 11. 30, cuando María Cristina estaba preparando la comida. Irrumpieron hombres armados, con uniformes, llegados en vehículos militares”, indicó Alvira al tribunal, e informó que los datos la familia los recogió por un “vecino, Perazzo, que vivía al fondo”. “Perazzo vio todo –describió la testigo–, lo llamaron para que se hiciera cargo de Fernando, y lo tomó en sus brazos. María Cristina le dijo «dale de comer, ya es la hora». A ella la amordazaron, la tiraron al suelo, la cargaron en un aut, mientras retenían a Horacio en el piso, con borceguíes encima de la cabeza. Eso es lo que nos contó”.

“Al día siguiente se llevaron todas las cosas que había en la casa –prosiguió su relato Alvira–. Le dieron la orden a Perazzo de que debía entregar el nene a Saint Amant. Perazzo quería quedarse con el niño. Era un bebé muy simpático. Pidió para quedárselo, pero lo obligaron a entregarlo. Lo dejó en el mismo escritorio de Sain Amant. Varios días después, Martínez, les avisó a mis padres, que tenían que viajar. Mis padres salieron apuradísimos. Fueron al regimiento a pedir por mis hermanas, cuñado y sobrino”.

“Nos atendió el mayor Ricardes –avanzó en su declaración Adriana–. Decían que ellos no sabían nada. Fernando estaba en un orfanato, a las afueras de San Nicolás”.

Alvira comentó que cuando llegaron al orfanato “Mamá corrió hasta el, lo alzó, y una monja le dijo: «ah, se llamaba Fernando, porque nos traen muchos chicos que no tienen nombre»”.

“Mamá con Fernando, volvieron al regimiento con el cura, el capellán, Miguel Ángel Reguerio”, contó Adriana y agregó: “Mi mamá le pedía que les diga donde estaban sus hijas. Se encontró con una pared. El cura le dijo «señora, eran delincuentes, pensaban matarnos al teniente coronel y a mi». En el regimiento les obligaron a firmar un documento donde dice que sus hijas eran unas delincuentes subversivas. Los amenazaban con sacarle el nene, y papá firmó”.

Luego, Adriana repasó el largo camino que transitó su familia y la de su cuñado, buscando información durante la dictadura y con la apertura democrática.

“Hubo muchos que lucharon para que hoy tuviéramos esta instancia”, dijo Alvira, y concluyó: “Estamos en memoria de nuestros padres y de los de Horacio. Está nuestra generación, y los que vienen. Están nuestros hijos, amigos, los amigos de nuestros hijos. Queremos que haya memoria, verdad y justicia, eso es lo que esperamos”.

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