François Hollande amagó con aplicar un impuesto del 75 por ciento a los ingresos superiores al millón de euros. Los ricos cacarearon cual gallo de Le Coq Sportif intoxicado con LSD vencido. Gérard Depardieu huyó a Bélgica para zafar del fisco. Se supo que Obelix fugaba divisas escondidas en el menhir. Y finalmente, el Consejo Constitucional anuló la intentona del socialista, cuya imagen sigue en caída libre.

“Amateurismo”. “Incompetencia”. “Nuevo fiasco del gobierno”. Estas expresiones son las más suaves y piadosas de las utilizadas por la prensa de centro-izquierda para calificar “el nuevo fracaso” del Poder Ejecutivo francés, cuyo nivel de aceptación, según las últimas encuestas, apenas supera el 30 por ciento. Además, la cantidad de desempleados alcanzó ya los tres millones.

El Consejo Constitucional francés, organismo encargado de garantizar la constitucionalidad de las leyes, tuvo en cuenta la tristeza de los niños y los adultos ricos y bajó de un hondazo la medida más emblemática y controvertida del acosado gobierno socialista, pese a que había sido aprobada de forma definitiva el pasado 20 de diciembre en el Parlamento. “Viola el principio de igualdad en las cargas públicas», argumentó el organismo en un comunicado.

El proyecto ya había producido el denominado “exilio fiscal”, fina expresión utilizada para referirse a la huida de los ricos a Bélgica con la intención de burlar la tan soviética medida.

Primero huyó el multimillonario Bernard Arnault, dueño del imperio del lujo LVMH. El empresario, primera fortuna de Francia, pidió la nacionalidad belga. Después lo siguió el actor Gérard Depardieu, uno de los más populares de este país.

Depardieu, que volvió a encarnar a Obelix en la película “Astérix y Obelix, al servicio de Su Majestad”, desató una dura polémica al devolver el pasaporte francés y comprarse una casa en Bélgica.

El diario Libération publicó que los 25 franceses más ricos que integran el ranking de millonarios de la revista Forbes, ninguno vive en Francia. Asimismo, el sitio Slate.fr publicó que entre 2.500 y 4 mil familias podrían emigrar a paraísos fiscales o a países vecinos con políticas fiscales más leves.

El Estado es omnipresente en este país. Su accionar llega hasta los entresijos más profundos de la vida social, y penetra la existencia cotidiana de los ciudadanos. Resulta difícil para un latinoamericano encontrar un parámetro válido para describir la relación entre el Estado y la sociedad en Francia.

El Estado fracés es una estructura compleja que controla, recauda, evalúa y reparte ayudas a los más necesitados, con el fin de preservar la frágil paz social que aquí impera.

Con su ahora abortado proyecto impositivo, Hollande intentó una suerte de llamado a la solidaridad de los más ricos para atender la crisis. Los millonarios demostraron su solidaridad consigo mismos y respondieron al Estado francés con una seca pedorreta a manera de saludo, antes de huir a países con sistemas impositivos más amigables.

Una de las principales promesas electorales del socialista François Hollande se disolvió en el perfumado aire de Francia, sin dejar rastros. Las corporaciones afianzan su poder en Europa, en detrimento de la soberanía popular. Los ricos, no la imaginación, siguen en el poder.

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Un comentario

  1. Pedro

    31/12/2012 en 23:32

    No hay mucho para comentar. Esto ya es una constante. Les corresponde a los de abajo tomar la iniciativa. Pero, ¿no estarán un poco achanchados? Felicidades. Pedro

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