Foto: Manuel Costa
Foto: Manuel Costa 

A poco de conmemorarse el 32 aniversario del desembarco argentino en las islas, el periodista británico, Richard Gott, afirmó que “el pueblo británico es muy ignorante de su historia” y que el tema Malvinas “es raramente estudiado” en su país.

En declaraciones a la prensa argentina, Gott sostuvo que “el pueblo británico en general es muy ignorante de su historia, intenta no mirar lo que ocurrió en el pasado. Cuando aparecen libros como el mío la gente se siente avergonzada de darse cuenta lo violenta que fue la historia».

El también coordinador del grupo Pro Diálogo en el Reino Unido ofrece una voz lúcida sobre la Cuestión Malvinas ya que visitó las islas en la década del ’60, conoce la realidad de Argentina y América Latina por sus años de corresponsal para el diario The Guardian y además palpa de cerca la situación política y social británica.

Toda esa trayectoria se condensa en su último libro «El imperio británico», donde desmitifica lo que puede sonar evidente, pero no lo es tanto fronteras adentro: el expansionismo de Londres encontró resistencias y se consiguió sobre un río de sangre.

Los cañones del imperio alcanzaron los cuatro puntos cardinales y el Atlántico Sur no fue la excepción, como reflejan las invasiones inglesas de 1806 y 1807 y finalmente la ocupación de Malvinas en 1833, un tema que Gott indicó «es raramente estudiado en los libros de historia británicos».

«Es curioso, porque en Argentina los alumnos aprenden en las escuelas sobre las Malvinas, mientras que en Inglaterra solamente un grupo reducido de periodistas y diplomáticos que trabajaron en América Latina estamos interesado en esta historia», contrastó.

Parte de esa larga línea de tiempo alrededor del archipiélago incluye un período de negociaciones bilaterales entre 1966 y 1982, cuando se barajaron distintas soluciones como la transferencia de soberanía, la administración conjunta y, la que Gott encuentra «más realista» para volver a plantear hoy el día, el lease-back.

En grandes términos, esa opción implica el reconocimiento de la soberanía argentina a cambio de un contrato de arrendamiento a largo plazo al Reino Unido. «Fue un proyecto similar al que acordamos con China sobre el futuro de Hong Kong y que probó ser un modelo satisfactorio», manifestó.

«Esa fue la solución que se discutió con la dictadura militar, entonces no se entiende que el gobierno británico no quiera negociar hoy con un gobierno democrático y bien establecido en Argentina», agregó.

El graduado en Historia en Oxford lamentó que tras 1982 la postura de Londres es no dialogar, y aclaró que el conflicto bélico, al igual que el referendo realizado el año pasado por los isleños, «para el derecho internacional no modifican en nada la disputa».

«Tenemos que seguir demandando al Reino Unido que obedezca las resoluciones de Naciones Unidas (ONU) y acepte tener discusiones sobre el futuro de las islas», exclamó.

Esa convocatoria quedó ratificada en febrero del año pasado cuando, con la presencia del canciller Héctor Timerman y la embajadora Alicia Castro, se reunieron en Londres los políticos, académicos, escritores y periodistas que integran los 18 Grupos Europeos Pro Diálogo sobre la Cuestión Malvinas.

Gott, coordinador de grupo, valoró el trabajo que vienen realizando los representantes de cada uno de los países de la Unión Europea (UE) y apuntó que una barrera a superar «es que la política exterior de muchos estados, sobre todo de los últimos en sumarse al bloque, es muy dependiente del Reino Unido, Francia y Alemania».

Un milico cada dos kelpers

A pesar del manifiesto compromiso de Argentina y América Latina de resolver la disputa de soberanía por la vía diplomática, y del pedido de las organizaciones pacifistas que instan al Reino Unido a terminar con la escalada armamentista, las Islas Malvinas son uno de los territorios más militarizados del mundo, con casi un soldado cada dos habitantes, según se desprende del informe de la Secretaría de Defensa británica presentado a inicios de marzo.

En el archipiélago hay 1.060 efectivos militares, según las últimas cifras oficiales, informadas el 5 de marzo pasado por el secretario de Defensa británico, Mark Francois, en la Cámara de los Comunes.

El número, que no incluye al personal civil del Ministerio de Defensa, indica que hay casi un soldado cada dos isleños, si se consideran los datos del censo realizado en 2012 que reveló un total de 2.563 habitantes estables.

Pero además de los efectivos, la militarización incluye armamento pesado, aviones de guerra, la presencia constante del buque HMS Clyde y la visita de destructores y fragatas como el HMS Argyll, HMS Edinburgh, HMS Dauntless y HMS Montrose.

La Campaña para el Desarme Nuclear (CND), una de las organizaciones pacifistas más importantes del Reino Unido, condenó «la decisión de intensificar la presencia militar» en la zona y lamentó «la intransigencia» de Londres por no entablar negociaciones con Argentina, tal como lo disponen más de 40 resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Pese al compromiso pacifista de América Latina, el gobierno británico utiliza su base para realizar pruebas con misiles, pero su verdadera importancia, como las del resto de los vestigios de su época imperial, es controlar espacios geopolíticos clave.

Las Malvinas ofrecen una ubicación estratégica en el Atlántico Sur y la Antártida, como los 2825 soldados del Reino Unido en el sur de Chipre le otorgan una presencia al este del Mar Mediterráneo, con rápido acceso a Oriente Medio y el Canal de Suez.

De la misma forma, la isla de Diego García, bajo soberanía británica pero alquilada a Estados Unidos tras expulsar a la población nativa, es importante para controlar el Océano Índico, y los 400 efectivos que tiene en Gibraltar (en disputa de soberanía con España) les permite vigilar el estrecho que comunica el Mediterráneo con el Atlántico Norte.

El costo para mantener esta monstruosa maquinaria de guerra escaló este año a unos 63 miles de millones de dólares, el cuarto presupuesto bélico más grande del mundo.

«Las prioridades están erradas. El dinero que se gasta en el Ejército equivale al doble de los recortes al NHS (organismo público de salud)», apuntó un vocero de la organización británica Campaña Contra el Comercio de Armas (CAAT) en declaraciones a la prensa argentina.

La ONG indicó que «existe un lobby fuerte» de la industria armamentista que «tiene una relación cercana» con el gobierno británico y «una gran influencia en la toma de decisiones».

En ese sentido habló de un vínculo «sistémico» y citó una investigación del diario The Guardian que comprobó que desde 1996 hubo 3572 oficiales veteranos del Ejército y funcionarios del Ministerio de Defensa que obtuvieron un trabajo en una empresa dedicada a la venta de armas.

El mismo diario, más recientemente, indicó en un informe que si el Reino Unido cumple su compromiso de retirarse de Afganistán en los próximos meses, el 2015 podría ser el primer año en un siglo en el que el país no está involucrado en un conflicto armado en alguna parte del mundo.

Pese a la contundencia del relevamiento, que va desde la Primera Guerra Mundial hasta la fecha, CAAT negó que haya un componente bélico en el ADN de los sucesivos gobiernos británicos: «No hay nada de natural en la guerra».

«Apoyamos una desmilitarización de la política exterior de Reino Unido, y queremos ver al país jugar un papel positivo en el extranjero», manifestó el portavoz de la organización.

Fuente: Télam

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