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Feministas francesas contra el partido de extrema derecha Frente Nacional (FN).
(Foto: AFP / Thomas Samson/Télam)

Como en el fastuoso carnaval de Venecia, bajo una serie de sofisticadas caretas y emplumados disfraces intercambiables, la Unión Europea (UE) fue concebida como el mascarón de proa de un grupo de banqueros y grandes corporaciones multinacionales, los que tienen el poder real y manejan los hilos de los gobiernos títeres. Lejos de ser una unidad político-cultural, es la vanguardia neoliberal que impone ajustes, baja sueldos, aumenta impuestos a los más pobres, destruye empleos, pone el Estado al servicio de los poderes fácticos y profundiza el cada vez más injusto reparto de la renta.

La Comisión Europea (CE), la parte Ejecutiva de la UE, el Banco Central Europeo, y el FMI conforman la odiada troika que impone los planes de ajustes bajo el cínico rótulo de “austeridad”. En medio de las protestas de las ciudadanas y ciudadanos que vislumbran un futuro cada vez más ominoso, y en lo más profundo del pantano de una profunda crisis de representatividad, la UE va a elecciones con la posibilidad de una abstención récord, y con la desafinada música de fondo del cacareo de los medios al servicio de los poderes fácticos, que no saben cómo hacer para que la gente vaya y vote.

Desde el viernes 22 y hasta el domingo 25 se votan los representantes de los distintos países miembros al Parlamento Europeo (PE). Junto con la CE y el Consejo de la UE, el Parlamento, que ejerce la función legislativa, está compuesto por 751 legisladores a partir de esta elección, ya que hasta ahora cuenta con 766 diputados.

En medio de la cínicamente denominada “crisis”, que en realidad es un plan de ajuste global, la elección será decisiva para vislumbrar el futuro de los pueblos de Europa y para dirimir si la avanzada neoliberal encontrará por fin un freno o, de lo contrario, continuará arrasando los intereses de las grandes mayorías, los trabajadores, los jubilados, los pobres, los sin techo y los desocupados, que cada vez son más en Europa.

Asimismo, el resultado de la elección permitirá verificar si el avance de las fuerzas de derecha y ultraderecha en varios de los países miembros también se traslada a este cuerpo parlamentario, o si la izquierda revolucionaria, que viene creciendo, sobre todo en los países más castigados por los ajustes de la troika, logra consolidarse a nivel continental.

“El problema de la inmigración”, como llaman en Europa a la llegada de miles de personas que huyen de la miseria y la violencia de África, está en el centro del debate y los resultados de las elecciones definirán cuán grande es el avance de las derechas xenófobas y racistas. El fundador del ultraderechista partido francés Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, actual eurodiputado y candidato a revalidar una vez más su banca en el PE tras las elecciones del domingo 25 de mayo, propuso el genocidio para terminar con el problema. “Tres meses de ébola pueden arreglar la explosión demográfica”, dijo, viral, animándose a vomitar lo que muchos otros piensan pero embuchan.

El nivel de abstención será otro dato clave para entender la profundidad de la crisis de representatividad que existe en el continente, donde el sistema político se ha puesto al servicio de los poderes fácticos y las elecciones se han convertido en una mera maniobra para legitimar el avance de esos poderes. En este marco de degradación de la política, a los votantes les cuesta mucho distinguir entre izquierda y derecha, y los socialistas y progresistas actúan como duros ajustadores neoliberales, algunos con más culpa y caretas que otros, pero sin otras diferencias sustanciales. Con ánimo torvo y bajo la amenaza de un futuro ominoso, unos 400 millones de europeos están habilitados para votar, de un total de 500 millones de ciudadanos de 28 estados.

Del resultado de los comicios dependerá la elección, por primera vez en la historia, del nuevo presidente de la CE, en reemplazo del conservador José Manuel Durao Barroso. A nivel comunitario hay 13 grandes partidos. Pero sólo nueve presentaron candidatos. Alexis Tsipras, líder del partido griego Siriya, y admirador de los procesos de cambio que se están llevando adelante en América latina, representa la esperanza de un cambio que ponga freno a la topadora neoliberal. Pero deberá lidiar con distintos candidatos conservadores y neoliberales, algunos disfrazados de otra cosa, otros a cara descubierta. El Partido Popular Europeo presenta al demócrata cristiano Jean-Claude Juncker, ex primer ministro de Luxemburgo y ex presidente de la UE. El candidato del Partido Socialista Europeo es el socialdemócrata alemán Martin Schulz, actual presidente del Parlamento. Los Liberales y Demócratas han optado por Guy Verhofstadt, ex primer ministro belga y líder del grupo de los liberales en el Parlamento Europeo. Los Verdes presentan dos candidatos: el francés José Bové y la alemana Ska Keller.

Un sondeo sobre intención de voto realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), organismo que depende del gobierno de España, señaló que la abstención podría superar el 23 por ciento. Pero a juzgar por la bronca que se percibe en las calles de Europa, especialmente en las movilizaciones y en las largas filas frente a las agencias de empleo, el porcentaje podría ser mayor. Habrá que ver cuántos de los desencantados se quedan en sus casas y cuántos, en cambio, apuestan por la política y votan a los representantes de las fuerzas de izquierda revolucionaria que vienen denunciando los ajustes y proponiendo un cambio de paradigma para Europa.

Además de la abstención, el voto castigo y el avance de los partidos euroescépticos e incluso eurofóbicos son los fantasmas que más asustan por estos días al establishment y la derecha ajustadora. Una recorrida por los medios de derecha de los países europeos, los mismos que a diario difunden mentiras para desgastar los procesos posneoliberales que se desarrollan en América latina, permitirá comprobar cuán agudo es el cacareo de los poderes fácticos para intentar convencer a la gente de que concurra a las urnas.

Hasta el momento, Alemania es el país que posee más eurodiputados (96), seguido de Francia (74), Inglaterra e Italia (73), España (54) y Polonia (51). La cantidad de bancas se define en proporción a la población de cada país. En la mayoría de los países el voto no es obligatorio. De los 28 países que componen la UE sólo Bélgica, Grecia, Chipre y Luxemburgo tienen la votación como obligatoria.

El director del Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, señala en su nota titulada “La máquina de castigar”, publicada en el número de mayo de la edición local del mensuario, que más allá de que “Bruselas” como capital de la UE, es la que canaliza la bronca de los ciudadanos, son dos las fuerzas políticas “voluntariamente serviles” que han impuesto sus dogmas neoliberales. “Desde hace décadas, socialistas y liberales se reparten el poder y los cargos en el Parlamento Europeo, en la Comisión y en la mayoría de las capitales del Viejo Continente. Hace cinco años, el ultra liberal y partidario de la guerra de Irak José Manuel Barroso fue reelecto presidente de la Comisión Europea por pedido unánime de 27 jefes de Estado y del gobierno de la Unión, incluidos los socialistas, aunque en ese entonces todos reconocieron la pasmosa mediocridad de su balance”. El francés Halimi señala y denuncia que la “utopía europea” se ha venido transformando en una máquina de castigar. “A medida que esta máquina afina su funcionamiento, se va instalando el sentimiento de que hay elites intercambiables que aprovechan cada crisis para endurecer sus políticas de austeridad e imponer su quimera federal. Este doble objetivo despierta la adhesión de los consejos de administración y de las salas de redacción”, agrega.

Con una mirada desde este lado del mundo, la “utopía europea” nunca fue tal, y siempre representó una amenaza imperial para el desarrollo de América latina. El problema es que la máquina globalizada neoliberal, cebada como nunca, está arrasando también hacia adentro del continente europeo, excluyendo a millones de ciudadanos.

La elección parlamentaria europea acaso deje en claro hasta qué punto el neoliberalismo ha llegado a corroer los cimientos de la democracia y la representación. A partir del lunes, seguramente, los banqueros y las grandes corporaciones multinacionales, renovarán sus representantes en la Eurocámara. Las ciudadanas y los ciudadanos, en cambio, necesitarán mucho más que el voto para sentirse representados.

(Publicada en El EslabónNº144)

 

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