Montenegro El Eslabon 20 de junio Día de la Bandera

“… todos los ciudadanos o militares que tuvieran algo que declarar contra el general Belgrano”, fueron convocados para el proceso que se inició el 6 de junio de 1811 por denuncias de mal desempeño de don Manuel en el ejército que marchó al Paraguay.

Pero no había cargos concretos y el coronel Marcos González Balcarce, fiscal militar, no pudo inculparlo. Los militares que lo habían seguido elevaron un oficio declarando «que no había un oficial ni un soldado que tuviera la menor queja que producir contra él». También remarcaron que había que valorar “el buen nombre de un patriota, a quien vimos sacrificarse en todas ocasiones en obsequio de la patria y de la gran causa que defendemos».

También se indagó al gobernador de Misiones, coronel Tomás Rocamora, al teniente coronel Gregorio Perdriel, al teniente Ramón Elorga y al alférez Antonio Segovia. Pero ninguno puso en tela de juicio el comportamiento de Belgrano.

Finalmente, el 9 de agosto se lo absuelve y la Gazeta de Buenos Ayres, indica: «Belgrano ha servido bien a la patria … y se declara que ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la patria …”.

No fue su único choque con lo políticamente correcto, muchos intentaron aislarlo y subirlo a un pedestal inalcanzable. Belgrano (1770–1820), como muchos otros protagonistas de la historia latinoamericana fue ninguneado, esquematizado y reducido a su condición de creador de una Bandera, militar por obligación y solidario donante de escuelas que murió en la pobreza.

Sucede que el muchacho complicó a los historiadores mitristas, ya que algunos de sus logros fueron producto de desobediencias al gobierno porteño. Por eso se lo recuerda desprolijamente. Suena raro que el 20 de junio, fecha de su muerte en 1820, se tome como Día de la Bandera, cuando la enseña patria fue enarbolada un 27 de febrero, de 1812.

Tampoco se lo menciona como coautor, junto a Mariano Moreno, del Plan de Operaciones, aquel furibundo documento que Mitre escondió por su concepción opositora al ideal del centralismo porteño. A don Manuel no le faltaba osadía, ya había recomendado actuar con mucho rigor, como cuando el 24 de mayo de 1810 mocionó en la quinta de Rodríguez Peña y que si el virrey Cisneros no se hacía a un lado, había que revolearlo por una ventana.

Contrarrevolucionarios

Los manuales parecen olvidar que, tras mayo de 1810, las campañas militares buscan enfrentar a las tropas españolas y además, “convencer” a los pueblos del interior, regenteados por funcionarios aferrados a los privilegios coloniales.
Así, el 14 de junio de 1810 la Junta elige a Juan José Castelli para formar el ejército que reprima a los contrarrevolucionarios liderados en Córdoba por el luego fusilado y ex virrey, Santiago de Liniers. Pero cae en Huaqui, en junio de 1811, y se pierde el Alto Perú (Bolivia) y el dominio de Potosi, que con sus minas podía solventar la revolución.

En tanto, Belgrano es apuntado para llevar el Grito de Mayo al Paraguay, pero allá no querían depender de Madrid ni de Buenos Aires. Sufre derrotas en Tacuarí (9 de marzo de 1811) y años después también pierde en las altoperuanas batallas de Vilcapugio y Ayohúma (1 de octubre y 14 de noviembre de 1813).

Durante su campaña militar, escribió en su diario de marcha: “La Junta puso las miras en mí para mandarme con la expedición al Paraguay, como representante y general en jefe de ella: admití porque no se creyese que repugnaba los riesgos, que sólo quería disfrutar de la Capital, y también porque entreveía una semilla de desunión entre los vocales mismos, que yo no podía atajar y deseaba hallarme en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos”.

En su andar fundó y organizó los poblados de Mandisoví (Entre Ríos) y Curuzú Cuatiá (Corrientes). Mientras se alistaba para combatir en Itapuá, comenzó a escribir el El Reglamento para el buen trato de los aborígenes de Corrientes y Misiones.

Abanderado

El Triunvirato estableció el 18 de febrero de 1812 que “se reconozca y use por las tropas la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que deberá componerse de los dos colores, blanco y azul celeste, quedando abolida desde esta fecha, la roja que antiguamente se distinguían…”

El historiador Norberto Galasso explica que, en Rosario, “Belgrano, ya dispuesto a ir al combate, considera que no puede enarbolar la misma bandera de los partidarios del virrey y viendo la necesidad de otra, recurre a los colores de la escarapela o según otras versiones, a los colores de los Borbones, también celeste y blanco. Pero su actitud contradecía la opinión preponderante, pues si bien ya había quienes pensaban en la independencia, la mayoría –tal cual se vio en la Asamblea del año XIII– se negaba a declarar la ruptura con España”.

Sobre aquel 27 de febrero de 1812 y el juramento de la bandera en Rosario, Galasso afirma: “Conmemoramos un episodio de la gran revolución de la Patria Grande en busca de su unidad, su liberación y su transformación”.

El Triunvirato juzgó como apresurada la medida y la rechazó, además de mandar que se “haga pasar como un rasgo de entusiasmo el enarbolamiento de la bandera blanca y celeste, ocultándola disimuladamente y sustituyéndola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortaleza y que hace el centro del Estado…”.
Pero ya era tarde, luego fue reconocida por la Asamblea de 1813.

Tomando carrera

El historiador Hernán Brienza califica a don Manuel como “valiente, ingenuo, honrado hasta la torpeza, idealista, terco, inteligente, apasionado, vehemente, racional, severo, justo, quijotesco, cándido, brillante, negado. Belgrano es muchos hombres es un solo cuerpo. Y la característica que más lo enaltece es que no fue un ser extraordinario sino un hombre demasiado humano. Por eso logró estar a la altura de los pueblos arribeños, peleándola de igual a igual”.

Los más pobres salieron con Belgrano de Jujuy el 23 de agosto de 1812. “El general fue el último en dejar la ciudad”, indica Ana Teruel, doctora en Historia y profesora de la Universidad Nacional de Jujuy. “Recorrieron hasta Tucumán 360 kilómetros paralelos a la ruta 34, eran 1.500 personas (de los 2.500 a 3.500 pobladores), algunos que pudieron refugiarse en fincas rurales habían empezado el traslado en julio”, explica la profesora. No se hablaba de éxodo, era una táctica. El

Triunvirato ordenó que si los realistas avanzaban hacia Jujuy, «nuestro ejército retrograde» y se refugie en Córdoba”, indica la investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

Rivadavia lo conmina a retirarse de inmediato: “Así lo ordena y manda este gobierno por última vez”. Pero al llegar a Tucumán, el gentío le pide enfrentar a los españoles. Desconociendo las órdenes porteñas y junto al pueblo vence a los españoles el 3 de septiembre en Las Piedras, en Tucumán triunfaría el 24 y 25 de septiembre y el 20 de febrero de 1813 en Salta.

Falsos republicanos

En su odio, Mitre buscó culparlo, al igual que a San Martín, por un proyecto para coronar a un inca. La política porteña y de hegemonía mercantil se oponía a ese con olor a originarios y americanistas.
Alberdi afirmaba: “Se dicen demócratas y republicanos, y no conceden nada al poder de los pueblos, y admiten conformes que los destinos de su país dependan de media docena de soberanos de frac negro, a quienes adjudican la acción de esas transformaciones”.

Y el historiador Milcíades Peña afirma que “América latina, al salir de la colonia, se hallaba en estado de disgregación. De haber prosperado los proyectos monarquistas se hubiera logrado formar en América latina estados más poderosos que las veinte republiquetas actuales. Lo cierto es que la unificación monárquica fracasó porque las fuerzas centrífugas contrarias han sido demasiado poderosas. Además, Inglaterra, la potencia que tenía la última palabra, sabía que le convenía más veinte republiquetas que unas pocas monarquías”.

Don Manuel impulsó la educación popular, el respeto a los pueblos ancestrales, el periodismo, la reforma agraria, la industria nacional y la justicia social. Y advertía: “Se ha dicho muy bien que el estudio del pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir”.

Artículo publicado en la edición 148 de semanario El Eslabón.

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