Foto: Manuel Costa
Foto: Manuel Costa

El talentoso pintor local contó a el eslabón cómo fue el proceso que derivó en la publicación de su primera obra literaria. La presentación tendrá lugar este sábado a partir de las 18 en el Club Editorial Río Paraná, en Catamarca 1427.

Daniel García es uno de los grandes pintores que ha dado Rosario, pero a diferencia de algunos de sus pares, su reconocimiento aún no se ha consumado en su totalidad. Probablemente, para que esto suceda, Daniel tenga que morir, y como espero que eso no ocurra hasta dentro de mucho tiempo, su obra –prolífica, singular y ominosa– seguirá siendo deleite de sólo algunos muchos. La entrevista que puede leerse a continuación no se propone indagar en la pintura del artista, sino en la reciente publicación de su primer libro por la editorial Iván Rosado, Un gato que camina solo, ensayo que reflexiona sobre el arte, la autoría y la construcción de un signo gráfico, entre otros conceptos, tomando como disparador al personaje de dibujos animados nacido a principios del siglo XX, Félix el gato.

—¿De dónde surge la idea del libro?
—El libro se fue armando de a poco e inesperadamente, el embrión fue una invitación que me hicieron Maxi Masuelli y Ana Wandzik para exponer en el espacio de muestras que coordinaban en 2010, y como la fecha caía un viernes trece pensé en trabajar algo relacionado con la mala suerte. Algo que me permitiese organizar los cuadros a partir de un tópico y cuando comencé a leer sobre el tema enseguida me fui para el lado de los gatos negros y eso desembocó en una serie de dibujos sobre Félix. Finalmente, la muestra la resolví por otro lado, lejos de esa búsqueda, pero quedaron los dibujos y la posibilidad de hacer algo con ellos. Tiempo después, Maxi y Ana vieron ese trabajo y me invitaron a escribir unos textos breves para que acompañasen a la los dibujos con la finalidad de hacer un libro. Pero cuando comencé a escribir e investigué más sobre Félix y miré sus películas de la década del veinte, los pequeños textos se fueron transformando hasta que ocuparon más espacio que las imágenes.

—¿Cuál es tu formación cómo escritor?
—No puedo decir que sea escritor por haber hecho este libro, que considero un ensayo muy elemental, no es alta literatura ni mucho menos. La literatura es algo que me interesa mucho, soy un gran lector y de hecho estudié tres años de la carrera de letras. Pero si bien me interesa escribir y he redactado reseñas y textos para catálogos míos y de otros artistas, hacer algo tan extenso fue una experiencia nueva. Me costó bastante, sobre todo hasta que encontré el rumbo de la escritura, porque fue algo que fue creciendo sin planificación. A su vez tuve mucha ayuda con el trabajo de edición por parte de Maxi y Ana, y con la corrección en manos de Gilda Di Crosta, quien alternó crítica despiadada con gran estímulo.

—La dicotomía entre géneros y disciplinas artísticas divididas en “altas” e “inferiores” es una de las reflexiones que ensayás en el libro, ¿podrías desarrollar un poco ese concepto?
—Una de las razones por las cuales me interesé por el primer Félix es porque se encontraba en un punto bisagra, ya que se trataba de un producto inminentemente popular, pero que a su vez era estudiado por vanguardias e intelectuales como Walter Benjamin. Se trataba de una producción industrial pero que a su vez era artística, algo difícil de definir, con fronteras lábiles, donde incluso el carácter de autor era difuso, porque en el veinte a nadie le importaba la autoría, tanto a productores como consumidores. Lo que me interesaba también era reivindicar los géneros llamados menores, el arte de los dibujos animados primitivos, que incluso están en discusión si son arte o no, pero que evidentemente tienen y tuvieron un gran impacto, capacidad de conmover y transmitir muchas cosas.

—¿Creés que cambió la manera en cómo se miraba cine en sus comienzos a la actualidad?
—Hay una magia del cine que se fue perdiendo con la cotidianidad. En los veinte, ver imágenes en movimiento era algo novedoso. Sin embargo, hay ensayos de la época que dan cuenta que en ese momento la capacidad de asombro del público ya se estaba debilitando. Ahora se ha perdido en mayor medida, sobre todo porque se ha tendido al naturalismo. Posibilidades del cine como las que exploraba Georges Méliès, que mediante el montaje creaba una fantasía lejos del naturalismo, son caminos que prácticamente no se han vuelto a recorrer. A excepción de algunas películas donde se hace foco en los efectos visuales, se ha tendido al teatro filmado.

—¿Creés que existe alguna otra rama del arte o práctica que haya ocupado el lugar que en algún momento tuvo el cine?
—No me parece que haya ahora algo equivalente al cine, que combine arte de vanguardia con lo popular y la tecnología, y a su vez con una gran sencillez como la que tenía en sus comienzos. Si bien las últimas tecnologías también son populares, todo lo que esté relacionado con lo digital pero son de común acceso a un nivel más individual, no general, como los videojuegos o la fotografía digital.

—¿El móvil del libro podría haber sido otro personaje o elemento?
—Probablemente, pero el libro surgió de atrás para adelante, no partió de la idea de reflexionar sobre un tema, sino a partir de unos dibujos. Comencé a dibujar a Félix porque algo me fascinó del personaje. A veces me sucede algo similar con mis pinturas, no parto de un tema, como podría serlo la muerte, o lo que sea, y veo que imagen puede ilustrarlo, sino que parto de una imagen que de alguna forma me seduce o me intriga y a partir de allí comienzo a investigar por qué es que me interesa. A veces, cuando termino el cuadro pienso que está enmarcado dentro de una temática y que podría haberlo ilustrado de otra manera, pero es la imagen la que me reclamó. Estoy constantemente mirando imágenes, esta metodología de trabajo no solo está relacionada con mis pinturas, sino con el trabajo que realizo ilustrando las tapas de los libros de Beatriz Viterbo editora, en el que para ello leo primero el material, selecciono algún fragmento y busco imágenes en google y esas imágenes me llevan a otras. En esas búsquedas encuentro algunas que me pegan fuerte, pero que nada tienen que ver con ese trabajo y las guardo, tengo en mi computadora una especie de diccionario visual de cualquier clase de cosas, maquinas, árboles, robots, lo que sea. De tanto en tanto las vuelvo a ver y a veces de ellas sale algo.

—¿Se podría haber hecho este libro sin Internet?
—No, este libro en particular no, hay muy poco material publicado sobre Félix fuera de internet, lo poco que hay está en inglés y no se consigue en Argentina. Tendría que haberme ido a un lugar como Nueva York para hacerlo. Lo más difícil fue discriminar entre toda la información que encontré, que era veraz y que no, porque esa es una de las paradojas de internet, ya que cualquiera escribe y esa información empieza a dar vueltas. Hay errores tipo bola de nieve, alguien lo repite y le suma otra cosa. Así encontré cualquier disparate: fechas equivocadas, nombres incorrectos. De hecho el libro está lleno de supuestos, porque en algunos casos no accedí a la documentación para probar que algunas cosas hayan sido de una manera y no de otra.

Fetichismo felino

—¿Creés que existe una tendencia actual a abordar al gato como fetiche?
—Una de las cosas que me enteré realizando esta investigación, es que el gato ha desplazado en popularidad al perro como mascota. Eso también se debe a que es común que las personas que tienen gatos posean más de uno y, según datos estadísticos, superan por millones al perro. Pero a su vez, a la persona que le gustan los gatos también suelen gustarle otros animales, incluso los perros, a pesar de que no tengan uno. En cambio, hay muchas personas que le gustan los perros y odian a los gatos. Los gatos siguen generando odio y temor, conozco a muchas personas que dicen que los gatos son traicioneros, pero hay otros que el aspecto salvaje de los felinos domésticos les mueve algo: esa posibilidad que tienen de estar durmiendo en un almohadón al lado de uno y salir repentinamente a saltar por los techos a pelearse con otros gatos y volver días después. Estamos en un capitalismo en el que hay mercantilización de todo, eso es lo que pasó con Félix, que todo el tiempo fue una mercancía y no por eso dejó de ser arte. Pero también creo que refleja la soledad que hay en esta época, algo similar a lo que pasa con las redes sociales. El gran éxito de facebook no se debe a que la gente tenga muchos amigos, sino todo lo contrario, tiene muchos conocidos.

Artículo publicado en la edición 152 del semanario El Eslabón.

 

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Un comentario

  1. graciela maldonado

    21/07/2014 en 20:43

    Excelente reportaje a un grande de rosario. Seguro será bueno como todo lo que ha emprendido

    Responder

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