Foto: Manuel Costa.
Foto: Manuel Costa.

Ese día me lo crucé por zona sur. Yo iba por la calle Dean Funes y antes de tomar Entre Ríos nos encontramos. Estaba vestido con pantalones anchos, sueltos y una remera mangas largas, todo de negro. Parecía un Samurai. Después de unas palabras me contó que seguía practicando Kung Fú, ahí cerquita nomás. Me preguntó en qué andaba. Respondí casi por inercia y con desgano que en nada distinto, laburando, como siempre, nada nuevo.

A Marcial lo conocí tres años antes, en la escuela de Danza Provincial Isabel Taboga. Ahí compartíamos una clase de Tai Chi que recibíamos de la mano del Maestro Hernán Fernández, mientras un árbol de pomelo y un naranjo decoraban el patio inmejorablemente.

De paso, apreciábamos mujeres hermosas que danzaban y caminaban por el lugar, casi sin tocar el suelo.

Lo perdí de vista al dejar de ir, ya que para mí el Tai Chi era apasionante pero me costaba un huevo adiestrar el mono inquieto que tenía en la mente y en el cuerpo. Si no fuera por la cantidad de hembras y mi ilusión (falsa) de encontrar ahí un amor, hubiera dejado antes.

Siempre estuve entrenado para moverme, saltar, hablar al pedo, y esta disciplina me proponía la energía opuesta.

Ese jueves que me lo crucé calzó justo verlo ya que tres horas más tarde nos juntábamos a jugar con los muchachos en el parque Irigoyen, frente a la cancha de Central Córdoba, y pude invitarlo a tiempo.

Al preguntarle si le gustaba el fútbol, respondió: “¡¡¡Ese juego es un arte y a mí me encanta el arte porque soy un artista!!!”.

Me sorprendió el comentario y esperé que se riera, ya que su frase me pareció irónica. Después de unos segundos de mirarnos fijo en silencio entendí que debía ser cierto y opté por saludarlo y despedirnos “hasta dentro de un rato”, donde jugaríamos.

Juntarnos a jugar con los muchachos del trabajo era vital. Yo llevaba seis años laburando en la fábrica de cuadros de bicicleta Brunatto Hnos. y si bien la paga no era buena, tampoco era mala. Nueve horas diarias de lunes a viernes y los sábados medio día. El dolor en el alma que provocaba la rutina era mucho, pero menguaba los jueves con “el partido en el parque Irigoyen”.

Habíamos logrado armar dos equipos parejos y cada encuentro creíamos que jugábamos la final Intercontinental del mundo. Realmente lo creíamos así.

El resultado condicionaba el humor dentro del galpón y el que perdiera debía esperar siete días para sacársela de adentro.

Yo estaba con tantas ganas de jugar esa tarde que apenas pisé el parque me empecé a cambiar para entrarle a la redonda y olvidé comentar la invitación de Marcial a los muchachos.

Él llegó caminando por Alem a contramano, justo cuando habíamos armado los equipos, y se amontonó del otro lado porque eran seis en lugar de siete.

Lo presenté a los gritos bajo el cartel de “¡¡¡un amigo de toda la vida!!!” y aunque me sentí exagerado, entendí que le estaba dando el pie para que lo alberguen en el grupo.

Mientras elongaba en el lugar, preguntó los nombres del resto. Les dejó en claro que el suyo era Marcial. Yo estaba a veinte metros pero atento como un padre que acompaña a su hijo hasta la puerta del jardín.

No quería que se sienta incomodo y apenas sentí que entró en confianza, giré y me puse a precalentar como hacen los jugadores por televisión.

Él reforzó que le podían decir “Caballo”, que así le decían desde chico. Yo emparenté el apodo con un wing potente, al estilo Kun Agüero, y envidié que no jugara en mi equipo.

Se notaba, de verlo elongar nomás, que era un deportista nato.

Arrancó el partido y con el correr de los minutos lo sentí a destiempo del resto. Los movimientos armónicos que desplegaba en Kung Fu o Tai Chi seguían estando aunque sin registrar que la idea del juego era patear la pelota en dirección de algún compañero o del arco contrario.

Ante la posibilidad real de patear, arremetía pero le erraba de manera grotesca y esa acción era acompañada de una carcajada explosiva suya.

Luego de un par de situaciones parecidas, a los 15 minutos, sus compañeros ya le habían perdido la paciencia y le ordenaban de mala manera que por favor marque a alguien. Él en la suya, cuando lograba patear el balón lo hacía de forma desproporcionada y sin rumbo, siendo a veces un peligro para su propio arquero. Paso siguiente se disculpaba entre risas.

Todo el equipo contrario me miraba como si les hubiera depositado “a propósito y planificadamente” un piano sobre sus espaldas con el mezquino objetivo de ganar esa tarde.

Alrededor de la canchita se había juntado gente, pienso, para ver de cerca a un muchacho sacado de una película de Bruce Lee, todo de negro y con la habilidad de errarle incansablemente a la pelota. Y disfrutarlo.

Mientras tanto, dentro del imaginario de sus compañeros de equipo se cocinaba la idea de fusilarlo contra el paredón del estadio Gabino Sosa.

Se sentía un clima caldeado y las risas de los curiosos soplaban ese fuego.

Me recriminé no haber agarrado con la bici por Saavedra o haber cerrado el orto antes de extenderle la invitación. O no haber percibido a tiempo su falta de habilidad, vergüenza y sentido común.

Se me vino a la mente un libro que había leído hace tiempo. Describía tramas de personas con sadismo y le pedí a Dios que este no fuera el caso.

Él brillaba de alegría. Su entrega física al juego era total. Tenía el asombro y la frescura del niño que juega por primera vez con un globo.

Ya lo habían mandado al arco y a este gesto cargado de violencia simbólica él parecía tomarlo como la entrega de una medalla.

Mientras atajaba no dejó cagada por hacer. El “Negro” Orellana, que era soldador, dañino y un crack, lo enfrentó con pelota dominada y lo hizo revolcar (dándole esperanzas) por todo el área antes de rematar innecesariamente fuerte hacia el gol.

Marcial se levantó con una sonrisa llena de tierra y fue a buscar la pelota contra las ligustrinas que daban a los tapiales.

Ni cuando la agarró de lleno y le dio en la cara al Colo, que jugaba para él, se animaron a putiarlo.

Con nombre y apodo, digo, nadie lo putió porque tenía pinta de que ninguno de los que estábamos ahí le duraríamos un round. Pero los que jugaban para su equipo utilizaban sonidos y gestos de evidente desagrado.

La tarde se escapaba y dos de sus compañeros fueron abandonando el barco en puntas de pie. Marcial, entusiasmado, los invitaba a que no se vayan ya que íbamos 11 a 2 y el partido era a 12.

Yo me descubrí mirando hacia la calle e imaginando tirarme debajo de un camión transportador de nafta y acabar con el martirio.

La última jugada fue gloriosa

Ya en el arco, tomó la pelota con las dos manos luego de un rebote y tuve la esperanza que empezaba a cazarle la onda al juego. La mostró contento como levantando un perrito de los sobacos. La soltó para patearla lo más lejos posible y pifió, alcanzándosela al delantero nuestro que –entre sorprendido y desganado– la tocó suave contra un palo para sellar el partido.

Mientras algunos tomaban agua, otros agarraban el bolso de un tirón y me miraban con ojos asesinos, como para dejarme en claro que yo era el único culpable de esa tardecita.

Él, elongaba como un bailarín clásico luego de haber salido a escena y deslumbrar.

Su cara era una juguetería y estaba a pleno.

Marcial vio que el último que quedaba era yo y se arrimó para proponerme anotar su teléfono e invitarlo el próximo jueves, o cuando jugáramos de nuevo. Me dijo que él los jueves hacía cosas pero que podía hacerse un hueco.

Sentí que ahora sí me estaba curtiendo. Aunque su cara mostrara honestidad, me estaba curtiendo. O era un perverso de esos que disfrutan viendo cómo sufre el resto de los mortales.

Forcejeé unos segundos con la ira pero me dejé vencer y sin que me importe que descargue su Kung Fu sobre mi rostro le solté: “¡¡¡Oíme, hijo de puta, me contaste que eras un artista y en tu puta vida jugaste al fútbol. Me mentiste como a un pelotudo y mañana en la fábrica me van a prender fuego, derretir y convertirme en cuadro de bicicleta!!!”.

Él, con cara de entender todo y aunque su mirada era amenazante, respondió en tono tranquilo: “Nunca dije que sabía jugar al fútbol. Dije que el fútbol era un arte, y yo un artista. Sólo un artista puede disfrutar «jugar» realmente, aunque no sepa. El arte, también es estar calmado aunque los que te rodeen te quieran comer a dentelladas. O sostener un estado de alegría ante la reprobación general”.

Luego de una pausa, se pasó la lengua por los dientes de arriba e hizo un sonido rasposo con la garganta, tratando de traccionar la tierra que le había quedado –calculo– cerca del esófago. Escupió marrón, y con voz suave siguió: “Por eso estás como hace tres años, o diez, parado en el mismo lugar. Por eso los boludos como vos no se animan a lo nuevo. No se mueven de lo que conocen…les arde la mirada ajena”.

Desde siempre, el que dirán me paralizaba. Sentí que me había estocado con una verdad grande como un ombú lleno de pájaros y había hecho la síntesis de mi vida.

Tropecé con mis palabras y dije cualquier cosa con tal de preservar la poca dignidad que me quedaba.

Marcial me escuchó atento y, sacudiéndose la ropa, culminó: “En cualquier juego, o en la vida, el verdadero arte está lejos de –solamente– dominar una pelotita. Salite de ahí y saltá, amigo”.

Se fue por Alem con la misma calma con la que llegó, aunque todo raspado, con una leve renguera y un poco más desprolijo por los revolcones en el arco.

La tristeza, que hacía unos minutos me había rodeado entero, se disipó para darle paso a una oleada de optimismo. Como si la vida me hubiese despabilado de un cachetazo.

Como si la vida misma estirase la mano y me diera una hoja en blanco para empezar a escribirla de cero.Yo era, ahora, un lápiz recién afilado.

El último hilo de sol moría al oeste y la calle 27 de febrero se volvía naranja.

Enfilé para la panchería de Jorgito Juniors y como desafiando al destino, ahora sí, pedí a los gritos el lomito más grande que tuvieran.

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18 Lectores

  1. Nacho

    19/08/2014 en 15:10

    Del 10 // muy bueno

    Responder

  2. Guillermo

    19/08/2014 en 15:14

    Kurt: sos un genio. Nunca te ví jugar y dicen que eras bueno. Si eras la mitad de lo que sos como cuentista lamento no haberlo hecho. Un abrazo

    Responder

  3. David Emanuel

    20/08/2014 en 11:22

    Que jugador! Dentro y fuera de la cancha … con una «Bocha» o con un Lápiz.
    Gracias por compartir tu inmenso talento … Dentro y fuera de la Cancha.
    Sera que uno juega como es …?
    Simplemente Gracias.

    Responder

  4. Jose

    20/08/2014 en 11:43

    Impresionante!!

    Responder

  5. Mauro Giuliano

    20/08/2014 en 12:20

    Kurt, sabía algunas cosas de vos desde que dejaste la lepra, pero esto me sorprende y me alegra el día, qué lindo leerte y qué suerte que un amigo lo compartió en Facebook!!!

    Responder

  6. Analia

    20/08/2014 en 12:46

    Excelente! Dan ganas de empezar una hoja nueva!

    Responder

  7. Nicolás

    20/08/2014 en 13:28

    Gracias por compartirlo Kurt!!! Realmente hermoso

    Responder

  8. chiri

    20/08/2014 en 14:39

    Q grande! Gracias Kurt! Dnd era lo de la danzas? Cuac! Abrazo genio!

    Responder

  9. Alicia pandol de Sperandio

    20/08/2014 en 14:56

    Muy bueno Kurt, muy lindo mensaje, te felicito

    Responder

  10. Aldo Rodriguez

    20/08/2014 en 16:43

    Grande Kurt, realmente sós un fenómeno no solo con la redonda sino como narrador de algo que realmente te pasó o no pero escrito con una simpleza y una visión de la vida que me transporto al parque Irigoyen y me pareció que hasta yo le recriminaba su torpeza futbolística a Marcial. Te felicito y te mando un abrazo.

    Responder

  11. Martha Daniel

    20/08/2014 en 17:05

    Hola Kurt,lei tu anterior cuento y el actual,y me encantaron,seguramente no te acordas de mi,pero si de mi esposo Jorge Mastrantuoni(Mastro),a mi hijo dice que sos un tipo fenomeno.Te envio un beso,ya que te conozco de chiquito,de la epoca en que tus padres luchaban por que les permitieran ponerte el nombre de tu abuelo,deciles que les mando un beso a los dos y segui escribiendo que lo haces barbaro,hasta el proximo cuento.

    Responder

  12. Mariano

    20/08/2014 en 20:48

    Admirable lo que hacés… y lo que hiciste como jugador.

    Responder

  13. Maino

    20/08/2014 en 20:49

    Admirable lo que hacés… y lo que hiciste como jugador.

    Responder

  14. Gody Soso

    21/08/2014 en 0:03

    Le dije Kurt,el Universo lo necesita…un abrazo.

    Gody Soso…el padre de Mariano…otro Samurai

    Responder

  15. maría teresa catgenova

    22/08/2014 en 21:53

    kurt:
    Soy Coca ,nacida en elclub Libertad como vos y toda tu familia.Soy la mamá de Charly de Kinty Cereda.
    Recuerdo los lios que armabas cuando llegabas a un partido.A tu lado por esas csualidades estaba Amada.
    Esto que acabo de leer me muestra un Kurt ,distinto que me hizo erzar la piel con su maravilloso relato.
    Felicitaciones y me siento orgullosa de haber gritado infinidad de veces un doble y porqué no un triple con vos.

    Responder

  16. maría teresa catgenova

    22/08/2014 en 21:55

    Me gustaría mucho poder seguir leyendo cosas tuyas.
    Espero no perderte el rastro.

    Responder

  17. Carolina

    25/08/2014 en 16:48

    Qué enorme jugador sos también en la cancha literaria, Kurt! Un enorme placer leerte!

    Responder

  18. Lucas Marconi

    26/08/2014 en 10:37

    Gracias….

    Responder

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