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Redacción de La Masa, donde se cocina El Eslabón y Redacción Rosario.

Por estos días, los primeros de septiembre, surgen los recuerdos y más este año que el tiempo transcurrido es significativo: quince primaveras. En este contexto, pienso que este proyecto parió un rosarino. Cuando me propusieron la idea, en 1999, quien suscribe consideraba prioritario disfrutar de varias veladas y terminar la carrera. Desconocía si viviría acá o en cualquier otro lado.

Al hacer un recuento de mi participación, veo que quedé lejos del periodismo y, a la vez, pegado a la supervivencia y al crecimiento del proyecto periodístico.

Es que este afán que comenzó con una inversión inicial de 500 pesos, donada por los progenitores de los cinco fundadores y que alcanzó para pagar la impresión del número cero, necesitó luego recurrir a otras formas de financiamiento. Más si tenemos en cuenta que quienes lo hacíamos no vendíamos (ni vendemos hoy) un agua mineral en medio del desierto.

Cuando mis noches no requerían repasar las habitaciones para chequear que los menores estén tapados, recorríamos las calles rosarinas pegando afiches y pintando con esténcil para publicitar nuestro producto. La camioneta del Enano realizaba un recorrido y en cada esquina se bajaban dos compañeros con lo necesario para el menester. Como en esa época no usábamos celular, el vehículo daba vueltas y mediante el contacto visual de los ocupantes, que contaban con un número de teléfono de un abogado amigo, garantizábamos la seguridad de quien estuviera pintando o pegando.

Pero nuestro verdadero logro fueron las fiestas. Sin la necesidad de recurrir a patovicas para la seguridad ni experimentados barmans que revoleen botellas, pero sí con un muy buen disc jockey de nuestra propia cantera, financiamos por un tiempo prolongado el proyecto. Recuerdo alguna que otra vuelta a casa caminando con un importante dolor de cabeza y una caja de zapatos en la mano llena de billetes recaudados. Nadie pudo imaginarse que el borracho se llevaba la plata. Tal vez, porque no reparó que no había ninguno fresco.

Marcador de punta derecho del equipo titular del periódico que, desafío tras desafío, demostró que los proyectos no se merecen, se hacen con trabajo y jugando a la pelota.

“Eso es traición, si no avisan de dónde llaman y que están grabando”, me dijo en su despacho Yayo Baltuzzi, rodeado de funcionarios que me miraban con cara de pocos amigos, luego de explicar en conferencia de prensa sus polémicas declaraciones a nuestro medio. Yo, con mi mejor cara poker, le respondí que no era cierto, que mi compañero le avisó de dónde llamaba y que lo grababa. Después, esa noche, traté de hacerme “el langa” para no dormir solo y ocultar el julepe.

También necesitamos, alguna vez, crear una ingeniería financiera cuando las raquíticas arcas no alcanzaban para la próxima impresión. No faltaron tíos, ni padres a la hora de colaborar.
El proyecto, además, fue una cantera de periodistas y críticos. Me gratifica mucho cuando uno de ellos, que rima con bomba, publica sus libros. Son de acá, me nace decir.

Los hijos traen un pan debajo del brazo, dicen. El mío vino con una cooperativa, a la cual nos sumamos quienes hacíamos el “ignoto periódico estudiantil”, según adjetivó el decano de la prensa argentina.

Orgullo sentí cuando vi esos reconocidos periodistas y compañeros ocupando la tribuna de los amigos en mi casamiento. Y encima los vi bien vestidos por primera y única vez. No fue poco.
No mucho tiempo después, en septiembre de 2009, festejamos en uno de los galpones que la municipalidad posee junto al río los diez años de existencia. Para la ocasión, mis padres se acercaron a la ciudad para cuidar de su nieto. Lo vivido quedó grabado a fuego en el recuerdo de este fundador, es que el día posterior al festejo me despedí de mi vieja y fue para siempre.
Cuando llegó Emma, el eslabón participaba de la vida política del asociativismo, creando y aprovechando las condiciones que la coyuntura le brindaba a los pequeños medios del interior del país.

Después de quince años y a poco de haber aumentado la frecuencia a semanario, me doy cuenta de que le puse la vida a este proyecto.

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Un comentario

  1. kurt lutman

    30/09/2014 en 9:44

    Pecos, Pecos, Pecos…
    huevo, huevo, huevo…

    Responder

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