Los encargados de cuidar los campos de juego del Coloso, Guillermo Fernández, y del Gigante, José Ramón Gonza, en un jugoso mano a mano con el eslabón, aseguran que en Rosario “no se hubiesen suspendido los partidos por lluvia”.

Las recientes suspensiones de varios partidos de nuestro fútbol argentino, a raíz de las torrenciales lluvias que no dejaron correr la pelota con normalidad por el verde césped, motivaron a este par de cronistas a recurrir a los cancheros de Newell’s y Central, quienes coincidieron en “no haber visto algo igual en la historia del torneo local”.

La Bombonera, el Monumental, la Fortaleza de Lanús, el Norberto Tomaghello de Florencio Varela, el Julio Humberto Grondona de Sarandí, son algunos de los estadios que no soportaron los chaparrones lo que obligó a que se reprogramaran varios compromisos.

“Desde que estoy yo, nunca se ha suspendido un partido en Newell’s por más que llueva lo que llueva”, recuerda Guillermo Fernández, el hombre que desde hace 26 años se encarga de mantener los campos de juego leprosos, tanto el del Marcelo Bielsa como los de Bella Vista, y arriesga orgulloso: “Acá se hubiese podido jugar, porque lo han hecho Newell’s, Argentino y Central Córdoba y se mantiene bien. Con el piso flojo, pero sin agua”.

Foto: Manuel Costa.
Foto: Manuel Costa.

En la misma sintonía, su colega auriazul, Ramón Gonza, señala que en el Gigante, en los 23 años que lleva trabajando para la institución de Arroyito, “nunca se suspendió un partido por lluvia”, y argumenta: “Eso es por el excelente drenaje que tiene el estadio, que es algo histórico, desde que se inauguró en el mundial del 78 y de por vida. Es muy raro que se forme un charco, mirá lo que te digo”.

No culpes a la lluvia

Las decisiones de los árbitros de no comenzar los partidos o suspenderlos antes de la finalización, trajeron consigo la polémica de los estados de los campos de juego y su drenaje.

Fernández fue el responsable, en los años 90, de implementar ese sistema en el Coloso y de hacerle el piso nuevo, “cuando estaba este hombre que no se puede nombrar (por el ex presidente Eduardo López)”, por lo que la cancha “estuvo más de un años parada”.

“En las áreas chicas tiene todo el drenaje completo. Y después pusimos lo que se denomina espina de pescado, que tiene conexiones en la mitad de la cancha”, cuenta el canchero leproso, y explica: “Son tubos que van por debajo del campo. Uno sale desde el borde de la mitad de la cancha y cuando llega aproximadamente al círculo central se divide y se dirigen hacia las esquinas. Ese tubo principal despide el agua hacia las fosas” que rodean la cancha.

El hombre que se ocupa del mantenimiento del terreno del Gigante, por su parte, enumera las distintas capas que preceden al verde césped –“arena, piedra china, arena, tierra y recién después los panes de césped”–, y se agranda al asegurar: “Yo te digo que si hoy llueve todo el día y mañana tuviera que jugar Central, se juega tranquilamente porque y tendrías que ver como los caños de los costados de la cancha largan agua a la fosa a lo loco”.

Foto: Javier García Alfaro.
Foto: Javier García Alfaro.

Sobre los trabajos que se realizaron en el estadio del Parque Independencia, Guillermo continúa: “Se hizo una excavación de 40 por 40 cm., se llenó de piedra y arena y después se colocó el pan arriba para el drenaje”. Otra de las virtudes que destacó fue que “esta cancha tiene desde el medio a los laterales, 15 cm. de caída, y eso ayuda también”.

En la lona

Como consecuencia de las suspensiones del partido ante Estudiantes por el torneo local y de la pobre imagen que dejó el Monumental en el superclásico, desde River analizaron la posibilidad de cubrir el campo con una lona especial para evitar estos inconvenientes, tal como lo implementa ya el Colo Colo de Chile. “No, acá no usamos lonas”, sentencia el canchero canaya, y desliza que “lo peor que hay son los recitales”, ya que “aunque colocan esas placas de protección, te rompen toda la cancha”.

En este sentido, el encargado de los campos rojinegros opina que si bien el Coloso no han tenido problemas, “sería muy bueno para preservarlo porque un día de lluvia se rompe bastante”.

“Yo tengo una manera distinta de trabajar la cancha”, revela Fernández en referencia a otros colegas, porque “si se juega el domingo y se rompe mucho, para el martes o miércoles ya se reponen todos los pozos”, ya que “tenemos una manera de trabajar para que el pozo no quede abierto, y no lo tapamos con tierra o arena, sino con pasto”.

Gonza, que heredó de su padre (“un salteño que entró a laburar cuando se hizo la cancha para el Mundial 78”), acota que “uno de los cambios más grandes que me tocó vivir, fue el tema del riego. Antes con mi hermano teníamos que cargar con mi hermano la manguera de bombero entre los dos y cruzar tooodo el campo de juego para llegar al otro sector, y así se no iba toda una tarde; pero antes del partido de eliminatorias que perdimos 3 a 0 con Brasil, le pusieron el sistema de riego artificial y nos modernizamos bastante. Y otro gran avance fue el de las máquinas, que también llegaron para esa época. Ahora tenemos esta que es como ir en una motito pero antes era la «Villa», la normal, y con esa caminabas 5 ó 6 horas para cortar toda la cancha”.

Marcan la cancha

En plena recorrida por el verde césped con este periódico, el canchero de Newell’s aclaró que “todos los años se le hace algo nuevo” a la cancha, pero en la actualidad “esta muy bien, a la altura de las mejores”.

En otro orden, Fernández detalla la tarea que diariamente realiza junto a su hijo David y a Gonzalo Ortíz, quienes trabajan tanto en el estadio como en Bella Vista. “Acá vengo todos los días y después dejo a Gonzalo como encargado y con mi hijo trabajamos en Bella Vista”.

“Se corta el pasto, más ahora que estamos entrando en una época que crece mucho, llega la gramilla y hay que barrer, si esta muy rota hay que mejorar y arreglar, se fertiliza, se riega. Las líneas las pinto yo el mismo día del partido y se remarcan un rato antes”, añade.

En la otra punta de la ciudad, el encargado de mantenimiento del estadio enclavado en el barrio Lisandro de la Torre, señala que “acá, normalmente se corta el césped tres veces por semana, sobre todo ahora que se acerca el verano”, y concluye: “Ponele que Central juegue el domingo, el sábado tengo que hacer cuatro cortes seguidos y completos para que la cancha quede pareja; y si llovió, hay mojarla bien y pasarle un rolo (un cilindro de 300 kilos que va aplananado el terreno a su paso) para nivelarlo bien”.

Por último, los cancheros de los clubes que se reparten la ciudad, confiesan que el regado previo a la disputa de un encuentro corre por cuenta exclusiva de los entrenadores. “Cuando se riega antes de los partidos es por pedido del cuerpo técnico o de los jugadores –indica el del Parque–, y por lo general es para que la pelota corra más rápido”. “Eso se hace 20 minutos antes del partido –añade el de Arroyito– y es más que nada para humedecer la hoja de pasto y que la pelota vaya más ligera, pero es para todos igual así que te puede servir o volverse en contra”.

Y también coinciden en que de alguna manera cumplen el sueño de cualquier simpatizante al pisar todos los días el verde césped del estadio del club del cual son hinchas.

Una historia dentro del club

Los 26 años en Newell’s hacen que Guillermo Fernández sea parte, no tan visible, de la historia de la institución. Es que cuando el espectador elogia el estado del campo del juego, difícilmente conozca quién está detrás de eso. Este hombre de 57 años arribó a la Lepra gracias a su hermano “que también era canchero acá”.

Es por eso que las claves, los secretos y la habilidad para exhibir el buen estado que presenta fecha a fecha el Marcelo Bielsa, Guillermo se las debe a su hermano con quien conoció “cómo se trabaja una cancha”.

“Yo quería estar adentro de un campo de juego porque soy criado en el campo”, cuenta el nacido en Quitilipi, Chaco. “En los primeros años era muy distinto todo. Cuando yo llegué la cancha estaba bastante bien porque tenía un cuidado distinto a lo que era en épocas anteriores”, rememora.

Su colega del barrio de Arroyito, también heredó el oficio. “Mi viejo entró a laburar en el 78 y se podría decir que a esta cancha la vi hacer. Después entró mi hermano, al año siguiente, y en el 91, cuando falleció su compañero, entré yo con 19 años”, recuerda Gonza, y agrega: “Llevo una vida practicamente porque ya de chiquito venía a compañar a mi viejo a su trabajo y ahora, cada tanto, traigo a mis nietos para que se den el gusto de patear un rato en esta cancha hermosa”

Este oriundo de Jujuy que de chico arribó a Rosario y enseguida abrazó la pasión por los colores azules y amarillos, “porque viste cómo es Central, que te llama, te compra”, relata que “durante los partidos, estoy en la manga visitante y si se rompe la red la arreglo o si se borra una línea la repinto”, y concluye: “Hoy somos dos haciendo este laburo, mi compañero Ignacio Pinto y yo, y a veces viene el ingeniero agrónomo del club. Me encanta mi trabajo y dejo todo por Central”.

Nota publicada en la edición 168 del periódico el eslabón.

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