Foto: Anibal Pérez
Foto: Anibal Pérez

La nomenclatura, los arcanos (su carácter secreto), los dispositivos inherentes al género del relato que conforma la Teología del Terror, son apenas la punta de un iceberg que es preciso tornar visible. Al menos quien lo quiera ver completo, que tenga esa chance.

Esta teología plantea, por primera vez, la imposición de la idea de un dios que discute, que pone en duda, la finitud del ser humano. De tal forma, éste recorre ese itinerario narrativo y cada vez está más dispuesto a convencerse a sí mismo de una idea banal pero ambiciosa: la de una vida segura en términos absolutos, que la Humanidad puede gozar tan sólo por creer en ello. El hedonismo como influyente moderador –moldeador- del sentido común, de valores intangibles o simbólicos, coagula esa idea dando vida a un ADN muy cercano al de la eternidad. Un ADN virtual, claro está, pero óptimo a la hora de ser viralizado, transformado en masiva autopercepción.

Es una teología tacaña. No hay redención, ni promesas de ultratumba, reencarnaciones o reembolsos. Esto no debería mover a confusión. La deidad que crea esta teología no es muda. Expresa: «Gracias a mí, podés vivir seguro. NO TE VA A PASAR NADA». Y los hacedores de ese dios están dispuestos a darle literalidad a tal precepto. Al ser humano, de a poco, le irán pasando muy pocas cosas, cada vez menos. Y en la Teología del Terror no está planeado que esa declinación llegue a su fin.

Un barril sin fondo ni techo. Por arriba, se puede vivir seguro para siempre. Por abajo, se puede caer indefinidamente en la desesperación que genera el horror que deja como recuerdo latente el Terror, como perro que desea marcar su territorio, un territorio que se quiere extender a todas partes. A esa altura, el barril ya se quedó sin paredes.

Poder ver a Satán

El relato recluta voluntades y feligresía. Las imágenes de los hechos que se incluyen en ese relato tienen otro objetivo: disciplinar.

Este dispositivo es novedoso. La Era de la Imagen constituye, para la Teología del Terror, ventajas comparativas y competitivas respecto de otros relatos similares.

Precisamente, si de algo carecían -y carecen- las teologías antiguas es de imágenes que confirmen, con anclaje superlativo, cierta toponimia del dios o dioses en cuestión, escenas sustantivas de esos relatos, o los milagros acaecidos aquí, allá o acullá en esas historias.

La Teología del Terror cuenta con ese recurso, que facilita, en términos inspirativos y conspirativos, la faena de los guionistas, de la escuela de escribas, que van tejiendo a ritmo febril la nueva narración que da sentido y mayor nitidez conceptual al rol de la Seguridad, el nuevo dios, y a la relación entre la deidad y sus fieles.

Lejos de ser un problema para quienes tienen tanto por ocultar en torno a la diosa Seguridad y a la Teología del Terror que la sustenta, la cultura de la imagen permite hacer posible una vieja quimera compartida por cleros, hechiceros, brujos de décima o magos de temer: mostrar a Satán.

Mostrarlo a cara lavada, pero no en una selfie-estampita, mostrarlo en acción, desplegando su obra, exhibiendo la impiadosa esencia que motoriza al Ángel Caído o a cualquiera de su inenarrable séquito a cometer esas atrocidades. J.G. Ballard lo anticipó, en parte, en su frenética novela Exhibición de atrocidades.

Ejecuciones salpicadas por el rocío en que suele esparcirse la sangre. Demonios decididos, fríos, imperturbables, que pronuncian lenguas desconocidas por la mayoría de quienes asisten a esos rituales dantescos. Muchos millones de asistentes, por fin, por primera vez en la Historia de la Humanidad, pueden ver a Satán, en plena faena, y diciendo tan claramente como le resulta posible a los editores de la escuela de escribas que son la Gran Amenaza, que la Seguridad no existe, que es un mito, que él, el Gran Diablo, casi on line, está dispuesto a que nadie pueda vivir seguro.

Aviones impactando con fuego herético los símbolos de la antigua era, en la que la seguridad era un bien garantizado por el sistema. Cimitarras moras, pero también afiladas facas en manos de motochorros, favelados, prolija indumentaria pret a porter que incluye chalecos de pesada pirotecnia chechena, misiles de ucranianos pro rusos. Satán en pleno despliegue. Y para quienes quieren selfie-estampitas, muchos comunicados de tipos rarísimos, que predican el discurso de Belzebú sin que se les corra el rimmel.

También se pueden ver a santos y ángeles, quienes velan por un Mundo Seguro. Nisman era uno de esos santos. Elisa Carrió una sacerdotisa. Hermes Binner un arcángel agnóstico que habla en extrañas lenguas (recordar aquel críptico “#Obvñzfhnhxds”). Y así, por radios, canales y diarios pertenecientes a oligopolios asociados a nivel global, se construye una trama de comunicación que tributa en última instancia a la siembra del miedo en la sociedad.

La espesura del sustrato criminal que lleva a un súper poder corporativo a desarrollar una Teología del Terror en la que, lejos de querer mostrar los atributos de la deidad, produce los hechos más aberrantes para convencer a la Humanidad de que debe vivir con Miedo, rogando migajas de Seguridad, es directamente proporcional a las dificultades que conlleva desmontarla como feroz patraña. Enfrentarla. Y vencerla.

Más notas relacionadas
  • Salir de la pesadilla Milei

    Ni soluciones mágicas ni desesperanza. Así se presenta el escenario que indefectiblemente
  • Impuesto Milei País

    El cambio que intenta el régimen anarcolibertario no es sólo económico. Tras la mascarada
  • Un poder cruel

    El regodeo oficial explícito del daño que ocasionan las medidas del gobierno libertario y
Más por Horacio Çaró
  • Que no nos agarre la noche

    Yo no sé, no. Estábamos reunidos junto al sendero de bicis, pegado al arco de cilindro que
  • Una sangrienta puesta en escena

    La presunta “guerra contra el narcotráfico” promueve lo que dice combatir. Es una excusa p
  • Salir de la pesadilla Milei

    Ni soluciones mágicas ni desesperanza. Así se presenta el escenario que indefectiblemente
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

El lobo Bolsonaro y miles de pastorcitos mentirosos

La holgada victoria de Jair Bolsonaro en Brasil invita a analizar el todo y los detalles d