Tan lejos, tan cerca. Como la traducción al castellano del título en inglés del film del alemán Win Wenders. Far away so close. Grecia, después –ya antes– del triunfo del antiajuste en las elecciones parlamentarias del último domingo de enero, permite observar que lo puesto en juego trasciende los idiomas, las nacionalidades, los bloques económicos post Guerra Fría, los partidos políticos tradicionales e incluso a ciertos dogmatismos que abarcan a izquierdas y derechas.

Se ha dicho, se dice, y queda mucho por decir desde la Argentina en torno del proceso político y económico que el neoliberalismo dejó tras arrasar a Grecia pasándole por encima con los carros blindados de un clásico y brutal programa económico basado en ajuste tras ajuste.

Pero en lugar de analizar ese proceso, desde este cómodo mirador se intentará reflexionar sobre la existencia o no de coincidencias entre la “experiencia helénica” y las propuestas de las fuerzas políticas argentinas presuntamente progresistas.

El pasado martes 6 de enero, en su programa en Radio Del Plata, el periodista Marcelo Zlotogwiazda le preguntó a un dirigente que se postula como presidente qué opina sobre las experiencias del movimiento Podemos, en España, y de la coalición de izquierda Syriza, en Grecia. “Bueno, ése es el problema de la crisis de los partidos políticos, de la cual no estamos exentos”, respondió el entrevistado. El conductor, rápidamente, lo interpeló. “Se me está escapando de la pregunta”, protestó. Entonces el dirigente consultado respondió: “Yo estuve hace poco tiempo en España, y he visto y he escuchado a los dirigentes de Podemos, y he visto también la preocupación que existe tanto en el partido gobernante como el de la oposición, el Partido Socialista Obrero Español (Psoe), las grandes preocupaciones que tienen por el crecimiento del Movimiento Podemos, entonces es una realidad que hay que estudiarla…”. Frente al nuevo embate a pura sarasa del candidato presidencial, el periodista decidió conminarlo a una respuesta clara mediante una pregunta de igual tenor. “¿Le simpatizan o no (Podemos y Syriza)?”. Ni así hubo posibilidad de lograr una definición. Zlotogwiazda entonces le planteó: “O sea que preferiría que gobiernen los partidos tradicionales”, ante lo cual, por fin, surgió algo de claridad: “Por supuesto, nosotros creemos que es una situación mucho más ordenada gobernar con partidos ordenados”, se escuchó decir al diputado nacional socialista Hermes Binner.

Si Don Nicola viviera

Cuesta razonar por qué tipos que están permanentemente abocados a la tarea de testear las tendencias por donde estaría deambulando la opinión pública, ante los claros indicios de que quienes crecen en la ponderación de ciertos electorados son los que quieren cuestionar el sistema de dominación imperante, prefieran abrazarse a las órdenes de los actores más conservadores.

Es tan ostensible, por la cantidad y proximidad de ejemplos, el rumbo que eligen recorrer los pueblos de aquellos países devastados tras el paso del huracán NEO (liberal), y tan insoslayables las mejoras en la calidad de vida que esos pueblos consiguen al tomar esas opciones, que sólo las convicciones ideológicas de toda derecha recalcitrante o el oportunismo propio de los espacios políticos que siempre actuaron enmascarados los hace rechazar ese cambio de paradigma.

Dicen haber leído a Nicolás Maquiavelo, pero niegan con la praxis esa sentencia del filósofo florentino que perdura a través de los siglos: “En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven”. Esto, en el mejor de los casos.

El cambio progresista en la Argentina

En la búsqueda de opiniones de referentes de la alianza que se presenta como el cambio en clave progresista que permitirá sacarse de encima a la “década robada” en la Argentina sobre la victoria de Alexis Tsipras, surgió un título sorpresivo: “Sanz: la victoria de Syriza en las recientes elecciones griegas abre un futuro de esperanza para Grecia y para toda Europa, demostrando que se puede ganar con otras políticas”. Poco pasó hasta que se aclaró el malentendido. No se trataba de Ernesto Sanz, el titular de la Unión Cívica Radical (UCR) argentina, sino de la coordinadora general de Esquerra Unida, Marga Sanz.

Sanz el Nuestro es quien se desloma en estos días calurosos por conseguir que el Frente Amplio Unen (Faunen) llegue a un acuerdo con el partido de derecha de Mauricio Macri. Sus afiches publicitarios, los de Sanz, rezan: “Somos el cambio”, pero lleva el mismo traje que usaba como miembro de la alianza que gobernó entre 1999 y… 2001.

Es difícil, según las expresiones del propio Tsipras, que Grecia se lance a hacer algo muy diferente a lo que en su momento llevó adelante el gobierno de Néstor Kirchner y luego dio continuidad la actual mandataria Cristina Fernández en cuanto a la reestructuración de la deuda.

Las medidas que ya tomó se alinean con las adoptadas desde 2003 a esta parte en estas latitudes: ni bien juró como primer ministro, Tsipras anunció que se suspenden las privatizaciones; envió al Parlamento su primer proyecto de ley, que es para aumentar el salario mínimo a 751 euros; otorgará mejores condiciones para pagar impuestos atrasados y contribuciones a la seguridad social; propuso una ley que ponga fin al plan de movilidad del sector público por lo que muchas personas que han perdido sus trabajos volverán a ser contratadas, y otra que permita a unos 300 mil hogares que viven en extrema pobreza no pagar la factura de electricidad.

Con la excepción del trotskismo, que de todas formas rechaza que se los denomine “progresistas”, y de algunas fuerzas algo desconcertantes, como Movimiento Sur, de Pino Solanas, o Libres del Sud, de la dupla Tumini-Donda; el arco “progre” quiere situarse lo más lejos posible de lo que representa Syriza para Grecia. Critica o directamente no opina. Pero a no desesperar, es probable que en cualquier momento el “progresismo” argentino se ponga a alabar las mismas medidas que ataca con vigor en su propia Patria.

Y si don Nicola Maquiavelo viviera, le preguntaría a todos, los Sanz, las Carrió, los Solanas, las Stolbizer, los Massa, las Bullrrich, los Macri, si se ven con chances electorales dentro de la Ley y el Orden, como quiere Binner. Y, en especial, seguramente le preguntaría a Binner si espera resultados más alentadores que los obtenidos por el socialismo helénico, el Pasok, que por bancar a rajatabla el orden legal de la Unión Europea y el Deutsche Bank se quedó arañando un 4,68 por ciento de los votos. Clarín, clarín, diría para sus adentros el tratadista florentino.

Grecia
Foto: Aris Messinis/AFP/Télam/Ema.

 Artículo publicado en la edición de este sábado del semanario El Eslabón.

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