En la plaza se pudieron ver caras y cuerpos relajados, expresando la alegría colectiva de la militancia y el apoyo a un proyecto. Dentro del Congreso, en cambio, los rostros de los legisladores de la oposición denotaron fastidio, incomodidad y tensión.

La semiótica de las pasiones es un desafío para la disciplina que estudia los signos. Los sentimientos humanos son muchas veces insondables. Pero hay ocasiones especiales en las que los rostros y los cuerpos resultan legibles. Dicen, expresan, incluso más que las palabras.

Foto: Télam.
Foto: Télam.

La transmisión televisiva del discurso de la presidenta Cristina Fernández ante la Asamblea Legislativa permitió observar un fuerte contraste de rostros, gestos y lenguajes corporales, dentro y fuera del recinto del Congreso.

También quedó expuesta la cercanía, la falta de distancia entre la calle, la plaza, el ágora, y la presidenta y los legisladores y funcionarios que representan su proyecto. Había una suerte de continuidad entre el adentro y el afuera. Una sinergia, un lenguaje común. Es un dato político considerable. En la mayoría de los países del mundo, especialmente en los últimos años, se ha agrandado la brecha entre plaza y palacio. La crisis de representatividad es un rasgo común. Los países de Europa resultan un ejemplo claro en este sentido. La grieta que se abrió en Grecia con el triunfo de Syriza es la excepción que confirma la regla.

Militantes

En la plaza de los Dos Congresos los rostros y los cuerpos denotaban alegría y emoción. La falta de distancia entre los cuerpos allí presentes reforzaban estos sentimientos. Los cuerpos hablan por sí mismos, y también hablan a través de la distancia con los otros cuerpos.

Las imágenes que entregó la televisión, y las palabras de los manifestantes entrevistados, expresaron además un tipo de alegría muy particular, una alegría relajada, y marcada, sobre todo, por una sensación de alivio.

gente

Los militantes movilizados dejaron claro, una vez más, que los ataques de los poderes fácticos y los medios a su servicio no sólo operan contra un gobierno. Atacan un proyecto de país. Agreden valores, e insultan a todas y todos los que apoyan el proyecto.

A los ciudadanos comunes, en lo cotidiano, en el día a día, no les resulta fácil dar rienda suelta a sus emociones y expresar su apoyo a este proyecto. Los ataques son permanentes. Las agresiones e insultos contra los que apoyan al kirchnerismo, emanados de ciertos sectores medios aturdidos por la manipulación mediática, son moneda corriente.

Bancar este proyecto es una tarea militante cotidiana, que se desarrolla cada día, en cada rincón del país, en los lugares de trabajo, las calles, las colas de los bancos, en los negocios, en los colectivos, dentro y fuera del ámbito familiar.

La feroz campaña mediática contra el gobierno va mucho más allá del gobierno. Intenta minar el ánimo de la población. Intenta amargar al pueblo. Agrede en forma diaria, artera y cínica, la autoestima de los que se ven representados por las acciones del gobierno. En la base del golpismo destituyente está el sistemático desprecio por la voluntad de las mayorías que votaron un proyecto y lo siguen apoyando.

Por eso, la gente reunida en la plaza expresó la alegría de estar juntos. Y realizó una necesaria catarsis después de tantos ataques, de tantas mentiras, de tanta injusticia.

Además, a diferencia de las movilizaciones promovidas por los poderes fácticos, la gente que se reunió en apoyo a la presidenta estaba relajada, porque no tenía nada que ocultar. No había máscaras ni hipocresía. No había intereses escondidos ni cuchillos bajo el poncho. Fue una reunión sincera, a cara descubierta, sin dobleces ni encubrimientos. Fue una movilización política con objetivos claros y declarados. El contraste con la marcha de los fiscales resulta muy revelador.

La operación Nisman, el último y más artero ataque a las instituciones y la democracia, fue especialmente perverso, porque incluyó un grado superlativo de injusticia y mendacidad. El dictamen del juez Daniel Rafecas puso las cosas en su lugar. Se hizo justicia y los cuerpos de los manifestantes de la plaza de los Dos Congresos expresaron también ese triunfo de la verdad contra las mentiras más repugnantes.

A la presidenta se la trató de loca, autoritaria y hasta asesina, entre otros tantos epítetos con intenciones ofensivas. Se atacó a su familia, especialmente a sus hijos. Se festejó la muerte de su compañero Néstor Kirchner. Todas y cada una de esas infamias impactaron, asimismo, contra los millones de argentinas y argentinos que la apoyan, la quieren y la respetan.

El verdadero enemigo de los poderes fácticos es la gente, el pueblo informado, organizado, en la calle, con proyectos y anhelos. Los gobiernos pasan, y la actitud de los poderes fácticos frente a ellos se va amoldando a las circunstancias, según sus intereses. Pero el odio al pueblo movilizado es permanente.

En marcado contraste con los rostros felices y relajados de la gente en la plaza, los legisladores de la oposición lucían tensos, incómodos, duros y contritos. Acaso se sintieron interpelados. Desnudados. Avergonzados. Muchos de ellos son incapaces de ofrecer una pieza oratoria como la que les enrostró la presidenta, y eso duele.

Se sienten más cómodos, por ejemplo, en los estudios de TN. Allí nadie los interpela. Allí no hay debate de ideas. Allí recitan, como pueden, el discursito mendaz que les dicta TN, y todos contentos. Allí están lejos, muy lejos del pueblo.

plaza Congreso

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Un comentario

  1. Alberto

    02/03/2015 en 11:43

    Esta nota refleja la realidad de estos tiempos.
    La juventud totalmente identificada con este modelo.
    Esto es muy bueno para no cometer los errores del pasado.

    Responder

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