narciso ibañez
Yo no sé, no. Cuando chico, Pedro se iba a ver la tele en lo de la vecina. Y cuando veía una de esas series que le hacían agarrar un poco de cuiqui, miraba esa sonrisa que le traía el alma al cuerpo, y lo tranquilizaba, sobre todo ante alguna de Narciso Ibáñez Menta.

Cuando en el Monte Caballero lo agarraba la noche, él pensaba en esa sonrisa de la flaquita de barrio Acindar, que en séptimo le sonrió por primera vez, y así se le iba el cuiqui que querían imponer los más grandes, que vivían diciendo: “Ahora va a aparecer cualquiera con las primeras sombras”.

Cuando lo retaban feo, la de Escritura por ejemplo, él pensaba y buscaba en su mente esa sonrisa antes de llegar al llanto en público. Y cuando en el campito iba a patear un penal, o cuando soñaba que los brazos en alto de un gol en Arroyito eran los suyos, pensaba encontrar en la tribuna esa sonrisa como la mayor de las recompensas.

Cuando ya en inmediaciones del Superior iban a realizar una pintada, que había que hacerla media rápida y la tensión era grande, un compañero le dijo: “Mejor sonriamos”.

Cuando Analía se ponía seria en la discusión política, o en lo que sea, Pedro esperaba el final, porque sabía que en el final le iba a aparecer esa sonrisa reconciliadora, como el día en que la conoció.

Cuando me visitó un domingo, lo primero que entró fue esa sonrisa –me dice Pedro– y el último día que nos reunimos con la Flaca, en un bar de Avellaneda, se despidió con una sonrisa. Y cuando mediaba marzo y la engancharon en una esquina, esa sonrisa no sé si había llegado, pero lo cierto es que se la llevaron. Y como la de tantos compañeros, la sonrisa de la Flaca –como la Flaca misma– se volvió irreemplazable.

Posiblemente haya compañeros en mejores condiciones como para comentar el compromiso, el laburo militante de la Flaca y su entrega a la causa, mucho más que yo –dice Pedro–, aún así, cuando recuerdo su sonrisa creo recordar, como síntesis, toda esa sonrisa salvadora y la de miles de compañeros, a los que tanto se los extraña. Y trato de traerla como para que me acompañe en los tiempos difíciles.

Este 24 de marzo –dice Pedro– la veré en todos los carteles. La veré en todas las banderas. La veré en todos los reclamos de Verdad, Memoria y Justicia.

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