No zafa ni el papa

Los medios hegemónicos subestiman a sus receptores y enlodan a quien no profese el dogma neoliberal. La próxima reunión entre Francisco y Cristina dio lugar a una denuncia y una carta abierta.

El desprecio que exudan los medio al servicio de los poderes fácticos por el receptor, la ciudadanía, la democracia, las ideas, los fundamentos y el pensamiento es permanente, sólido, sin fisuras. Todo aquel que no defienda el credo neoliberal, todo aquel que no sea servil a las corporaciones y los imperios será aplastado por avalanchas de bosta.

Nadie está exento. Nadie zafa de la manipulación y el ludibrio. Los condicionales, el “dicen que”, y la inexistencia de todo vestigio de rigor periodístico hacen estragos. Sin fuentes, sin fundamentos, es decir sin que alguien se haga responsable de lo que se dice, la impunidad discursiva, y la violencia simbólica, resultan arrasadoras. Y producen serios daños a la cultura del país. Son daños duraderos, que van más allá de un gobierno.

Nadie se salva. Ni siquiera el Papa. El anuncio de una nueva reunión de la presidenta Cristina Fernández con el papa Francisco el 7 de junio les cayó indigesto a los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos.

Y también, a juzgar por algunos mensajes y comentarios de oyentes, televidentes y lectores, el anuncio aturulló a esa pequeña pero intensa claque de odiadores seriales y resentidos que esos medios alimenta y engorda.

Enceguecidos por el odio y en plena campaña electoral, los medios que se oponen al gobierno nacional no se bancan que el papa reciba por cuarta vez a la presidenta, a “ella”, a “la yegua” que demonizan a diario.

No, no puede ser, dicen. El representante de Cristo no puede tener gestos de esa naturaleza con la representante de Belcebú. No, el papa no puede firmar un pacto fáustico, no puede transar con el demonio. El papa no.

El discurso de los medios sobre la reunión del 7 de junio es propio de los amantes despechados. Una suerte de “Por qué me abandonaste” de Paloma San Basilio. Se recomienda, como experiencia lisérgica, no exenta de riesgos para la salud física y mental, la escucha del plañidero hit de la madrileña en simultáneo con la lectura, en voz alta, de alguna de las notas de Clarín o La Nación.

La carta abierta de Alfredo Leuco pidiéndole al papa que no reciba a Cristina resulta conmovedora. Con Reliverán, por favor.

“Decile que la quiero mucho”, fue el mensaje que el papa Francisco le envió a Cristina. De esa forma, el sumo pontífice confirmó la reunión a través de su amiga y periodista Alicia Barrios.

Francisco decepcionó a los medios hegemónicos. Se dio vuelta, al menos con relación a los deseos y expectativas de los defensores de los poderes fácticos. Los dejó pagando, en off side, pedaleando en el aire. En un aire viciado por el rancio hálito que segregan los despechados.

Tras la elección de Francisco el 13 de marzo de 2013, las ediciones de Clarín y La Nación, así como los informes televisivos de TN, por sólo tomar los ejemplos más notables, expresaron, en forma clara, alevosa –esquivan la sutileza como si fuera la peste– sus expectativas con relación a Jorge Bergoglio.

Pensaron que el papa iba a sumarse a las filas de opositores al gobierno nacional. Pensaron que sumaban al equipo de desestabilizadores un jugador de fuste, un Messi celestial, un Maradona que además tiene el celular de Dios.

Pensaron “con el papa de nuestro lado la volteamos”. Pensaron que, finalmente, se cargaban a la “yegua infernal” con la intercesión del vicario de Cristo. Pero no fue así.

Por eso tanto resentimiento: no pudieron con corridas financieras, ni con la sedición de fuerzas de seguridad, ni con cacerolazos, ni con marchas de fiscales, ni con la novela de Nisman, ni con ninguna de las otras falsas denuncias.

Pensaron que con el papa sí, pero no pudieron. Y quedaron malheridos, como Palomos San Basilios diezmados por las purulentas pupas de la desazón y el desconsuelo. Y graznan. Y desafinan.

Por aquellos días de fumata blanca y júbilo, apenas fue elegido el papa, esos medios se dedicaron a dar cobertura a cada gesto, cada movimiento, cada rictus del pontífice. En su mayoría, eran gestos vacíos, para la tribuna, demagógicos. Pero esos medios no lo vieron así. Lo ensalzaron con tesón por entonces.

Pero todo cambió cuando el papa empezó a llenar de contenido y sentido sus intervenciones. Todo cambió cuando el papa tomó decisiones políticas y se atrevió a desafiar los bajos fondos del poder de la curia romana, las ciénagas más hediondas, criminales y corruptas del poder vaticano.

Todo cambió cuando sus declaraciones cobraron un claro sesgo anti-neoliberal. Todo cambió cuando comenzó a fustigar el capitalismo financiero.

Es decir, el papa se les puso enfrente, del otro lado. Se ubicó claramente en contra de lo que defienden los medios hegemónicos.

El papa critica la frivolidad de la cultura consumista, la vacuidad de la cultura de la imagen, y el individualismo antipolítico. El papa no ataca a los gobiernos posneoliberales de América latina, y habla de la Patria Grande. Es decir, rechaza todos y cada uno de los contenidos de la ideología que defienden los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos.

Intentaron e intentan manipular sus declaraciones, pero no pueden. Ya no pueden. Cada vez les cuesta más. Y lo que se nota, entre otras cosas, es la diferencia entre la solidez, la formación y el contenido de las declaraciones del papa, que conoce los vericuetos y los entresijos más retorcidos del poder, por un lado, y el vacío, la falacia y las torpes estrategias de manipulación de los medios hegemónicos, por el otro.

Los medios hegemónicos se atrevieron a decir que Cristina pretende manipular al papa, como si Francisco fuese un grandulón tontuelo y atolondrado. Llegaron a especular con que Francisco va a colocar “sus candidatos” en listas del Frente para la Victoria. Se viene la lista “Orate fratres: Pater Noster, qui es in caelis” (la lista amarilla y blanca).

Y además, a poco de confirmarse la reunión con la presidenta, y siguiendo la moda de la alocada judicialización febril, un tal Juan José Soto Vargas presentó una denuncia judicial contra Jorge Mario Bergoglio y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Julio Alak, por un supuesto pacto secreto para designar a Roberto Carlés, propuesto por el gobierno y cercano al papa Francisco, para ocupar la vacante en la Corte Suprema de Justicia.

La presentación fue catalogada como «averiguación de delito», ya que el escrito solicita dilucidar si existió algún tipo de delito en la situación. La llamativa denuncia fue sorteada y recayó en el juzgado 10, a cargo de Julián Ercolini, quién deberá remitirla al fiscal Carlos Stornelli. Soto Vargas es un médico chileno que ya presentó varias denuncias en Argentina.

No saben ya qué hacer. Frente al estratega jesuita que a diario sobrevive a los venenos vaticanos, frente a las gambetas del heredero de San Ignacio de Loyola, formado en una orden que se fogueó y construyó poder entre los pesados cortinados de las cortes barrocas, ¿qué?: apenas el fanguillo plaf-plaf de los desesperados desesperantes del clarinete.

De un lado, la tradición de Baltasar Gracián, lo inasible. Del otro lado, graznidos en condicional.