El Eslabon Los Copetudos 09-04-2015

El rescate de la memoria y vigencia del Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres marca un quiebre al relato oficial de la historia argentina. Por primera vez en doscientos años, se retoma a un proyecto político distinto al que impuso el centralismo y la oligarquía agroexportadora.

La recuperación de esa gesta marca que aquí nadie se rindió todavía y que se vuelven a alzar históricas banderas de una identidad regional que no pudo ser ninguneada y desaparecida.

El envión popular resurge desde el fondo de la historia, data de cuando ardían fogatas en el continente para resistir a la conquista y colonización. Al Congreso de los Pueblos Libres del 29 de junio de 1815, celebrado en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay (Entre Ríos), se llega luego de un proceso en el que la política federal y democrática se desparrama entre la polvareda y la sangre por el territorio bañado por los ríos Paraná, Uruguay y hasta el Atlántico.

“Desde 1810, disputaron el poder dos grupos: la masonería de los terratenientes –enquistada en los cabildos– y los fogones del pueblo armado, donde se unían pueblos originarios, afrodescendientes, criollos rebeldes y europeos libertarios”, dice Gonzalo Abella, maestro y escritor, político e historiador uruguayo.

Y agrega: “Los hacendados (usualmente radicados en las ciudades) fueron parte de la oligarquía aún en sus momentos independentistas, y en cambio los hacendados cimarrones (propietarios residentes en el campo), por una razón de supervivencia, se sintieron más identificados y asociados con la población mayoritaria de los excluidos y de los perseguidos”.

También señala que “entre 1811 y 1815 Artigas intenta articular una alianza entre los terratenientes independentistas poderosos y los pueblos en armas, para unirlos contra el enemigo principal, que es la burocracia colonial y su ejército. El enemigo por su parte era apoyado por el poderío militar de Portugal”. Para fortalecer ese ímpetu liberador se apoya en cabildos abiertos, asambleas y congresos populares y el concepto del pueblo en armas.

En tanto, tras la caída del Primer y Segundo Triunvirato, el cabildo porteño debía convocar a una Asamblea General de las provincias para redactar una provisoria constitución. Desde Buenos Aires, en cambio, no se veía la necesidad de una declaración de la independencia.

El Congreso de 1815 es considerado como el resultante de un no tan largo pero si tumultuoso proceso político que tiene, el 11 de abril de 1813, un punto esencial. Allí, los orientales deciden reconocer a la Asamblea General Constituyente de Buenos, pero con algunas consideraciones de marcadas características.

La Asamblea comienza a reunirse el 31 de enero de 1813, con la participación de delegados de las provincias, quienes llevan las indicaciones de cada cabildo o comunidad. Así, en la Banda Oriental, el 5 de abril de 1813 se reúne el congreso provincial en la quinta montevideana de Sainz de Cavia (hoy hospital Británico), donde redactaron las llamadas Instrucciones del Año XIII.

En el inicio del encuentro, Artigas lanza la histórica “Oración de Abril”, en la que se registra con pocas palabras su ideario democrático: “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”. Y agrega: “Ciudadanos: los pueblos deben ser libres. Ese carácter debe ser su único objeto, y formar el motivo de su celo”, remarca Don José.

Sobre ese fervor artiguista, señala el uruguayo Leonardo Rodríguez Maglio: “No era fácil la decisión para un pueblo amenazado por las más poderosas potencias de aquel mundo y arruinado económicamente luego de tres años de lucha armada. Por eso Artigas apelaba a la fibra anímica de los orientales”.

“Ciudadanos: la energía es el recurso de las almas grandes. Ella nos ha hecho hijos de la victoria y plantado para siempre el laurel en nuestro suelo”, resalta el autor del libro “La filosofía popular y regeneradora del magnánimo José Artigas”.

En el mismo discurso, Artigas sostiene: “Nuestra historia es la de los héroes”. Y Rodríguez Maglio explica que buscaba fortalecer el estado de ánimo de los congresales antes de que tomaran la decisión, pero no se quedaba en eso: “Como era su costumbre, también, y definitivamente, apelaba a su razón”. Y, termina: “Aquel enorme discurso inaugural” instándolos a pensar bien, antes de decidirse, por eso les advirtió: “Ciudadanos: pensad, meditad”. El licenciado en filosofía de Piriápolis, sostiene: “Aquel Congreso aprobó las famosas Instrucciones del año XIII”.

Instrucciones rechazadas

El profundo federalismo independentista que emanaba de las instrucciones atemoriza a la oligarquía porteña. Se pone en tela de juicio la preponderancia política y económica de la metrópoli, la que busca heredar el centralismo y autoritarismo de los gobiernos coloniales en la región. Los orientales llegan a Buenos Aires con la exigencia de la declaración de la independencia del virreinato; la instrumentación de un forma republicana de gobierno a partir de un poder ejecutivo, legislativo y judicial. Mientras que los poderosos piensan en alguna forma de monarquía, algo menos complicado que compartir el poder, y a la vez más elegante que una confederación con igualdad entre las provincias.

En las instrucciones, los artículos 8 y 9 reclaman que los límites de la Banda Oriental abarquen los siete pueblos de las misiones orientales que habían sido ocupadas por Portugal. Otras instrucciones hacen mención a la libertad del tráfico entre las provincias, la habilitación de todos los puertos,

También se insta a consagrar la organización de cada provincia a partir de su propia constitución. Además, se reclama “la libertad civil y religiosa”, “la igualdad de los ciudadanos” y algo que levantó al enojo porteño: “El sitio de residencia del gobierno, precisa e indispensablemente, debe estar en otro sitio que no fuera Buenos Aires”.

Semejante osadía alteró a los hegemónicos señores defensores de los privilegios de la clase poderosa, esos que no admitían descentralizar y permitir una participación de las provincias en el gobierno nacional. La clase dirigente e ilustrada, la muy culta y graciosamente próspera elite, se consideraba civilizada y con el deber de poner en vereda a los bárbaros del interior.

Rivadavia, Sarratea o Alvear no podían admitir ese rebrote revolucionario que había intentado combatir al enfrentar a las ideas de Moreno y Monteagudo. Calificaron a Artigas de anarquista por eso de no santificar el centralismo. Eran posiciones antagónicas y no se podrían suavizar sin la sangre y las intrigas.

Lo que proponían los orientales tenía su fundamento en los derechos de las comunidades, en la igualdad: “Naide es más que naide”, por más doctor o adinerado que fuera ese arrogante que se creía con más derechos que el pueblacho.

Esa búsqueda de democracia participativa inclusiva, puede documentarse al analizar la nota que Artigas envía al jefe de las misiones, Andrés Guacurarí. Allí le solicita “que cada pueblo mande su diputado indio al Arroyo de la China. Usted dejará a lo pueblos en plena libertad para elegirlos a su satisfacción pero cuidando que sean hombres de bien, y con alguna capacidad para resolver lo conveniente”

Los investigadores, al buscar esa filosofía artiguista que irrumpe cuando los pensamientos políticos eran conservadores y liberales, indican que la influencia de la constitución estadounidense se aprecia en la forma de estados provinciales que propone. Pero no dejan de ver el peso de la convivencia con el gaucho y los pueblos originarios, donde la cosmovisión de la igualdad y la libertad es algo sagrado.

Por esa razón, los “civilizados” prefirieron rechazar a los delegados orientales diciendo que no habían cumplidos trámites administrativos para poder ser aceptados.

Pero las copias de las instrucciones recorren el Litoral y otras provincias, en tanto Artigas critica la exclusión de la propuesta oriental y se abre aún más la brecha entre ambos proyectos. Así, dos años después se llega al histórico Congreso de los Pueblos Libres. La pelea sigue.

Nota publicada en la edición 190 del periódico el eslabón

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2 Lectores

  1. WALTER DUFOUR

    17/04/2015 en 7:54

    LA CUESTION SIGUE SIENDO ENTRE LA LIBERTAD Y EL DEPOTISMO. Y LOS INTERESES DE LA OLIGARQUIA SIGUE MANTENIENDO LA BATALLA DE LOS PUERTOS POR SOBRE LOS INTERESES DE LOS PUEBLOS.

    Responder

  2. raul pedeomnte

    17/04/2015 en 12:21

    Excelente artículo, de importante valor histórica que nos da identidad social y fortaleza política. Felicitaciones

    Responder

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