Búnker PRO Télam 1

En el salón de convenciones de Puerto Norte, ubicado en el subsuelo del complejo de edificios de alta gama rosarino, suena música chill out. Una melodía armoniosa y relajada. A veces se combina ese género con música electrónica, pero tranqui. El salón tiene un pequeño patio cubierto de césped que desemboca en un balcón con una inmejorable vista al río Paraná. Aunque mucho no se ve, porque es de noche y está nublado.

Para ingresar al salón, cuyas luces producen el efecto de una agradable penumbra, hay que registrarse. Una señorita y un joven son los encargados de colocar en la muñeca del visitante una pulsera, que puede ser amarilla o verde, de acuerdo a la categoría de invitado que se ostente.

No hay una fiesta aquí, aunque en un rato habrá un festejo. Un escenario rompe el rectángulo perfecto del salón, despojado de ornamentos decorativos pero casi tapizado de globos. Al fondo del escenario un enorme banner multicromático contiene la frase: “El equipo del cambio”.

Por el salón deambulan mujeres jóvenes y de mediana edad, muchas -pero muchas- lucen sus cabellos teñidos de distintos tonos de rubio. Los hombres parecen uniformados: camisa celeste ajustada al torso, pantalón de jean azul claro y zapatos. Sólo en el calzado se aprecia una diferencia: los hay náuticos y los hay de punta larga, como están a la moda. Difícil hallar un varón con traje.

Teléfonos celulares con pantallas del tamaño de una Tablet pequeña pueblan las manos de los que aguardan, con disimulada ansiedad, la llegada de los protagonistas. Que, ya es hora de revelarlo a esta altura, no son dos artistas plásticos posmodernos ni conferencistas expertos en constitución de equipos de trabajo para contextos de incertidumbre, sino Miguel y Mauricio, dos tipos sin apellido.

Así es, más o menos, la celebración del resultado de las elecciones primarias el domingo en el búnker del PRO.

Una vez que ellos aparezcan en escena, presentados por sus nombres de pila por un locutor que evoca al presentador de Titanes en el Ring, la música adquirirá un tono más power. Los globos abandonarán el suelo para ganar altura, se producirá algo asimilable a un contenido frenesí entre los chicos de camisa celeste y las chicas adoradoras del Koleston.

Miguel cantará y bailará en el escenario. De la voz de Mauricio no se escucharán definiciones ni planes políticos. Sólo se hablará de “cambio” y de “lo nuevo”.

Miguel acaba de ser el precandidato a gobernador más votado en Santa Fe. Como no hay militancia en el lugar, Miguel tiene que entonar su cantito y agitar sus brazos para que los de camisa celeste y las de tintura canten y agiten: “Boron bom bom, Miguel Del Sel, gobernador”. ¿Bombos? Ni ahí. ¿Pibes y pibas con remeras “Del Sel 2015”? Ninguno, eso no está permitido ni cuadra con la estética de la derecha moderna, que se distancia en las formas de la política clásica y abreva en el estilo casual chic. Por eso no se usan trajes, que es de viejos conservadores.

Otro dato significativo, que llamó la atención de los periodistas presentes en el salón de convenciones de Puerto Norte, era la escasa cantidad de gente que participó de los festejos. No serían más de 300.

Sin embargo, la presencia en el lugar del ex secretario de Comunicación de Carlos Menem, el relator Fernando Niembro; del ex árbitro Javier Sheriff Castrilli; del titular de la Ucedé santafesina Gonzalo Mansilla De Souza y del ex legislador de esa extracción, Carlos Castellani; y del ex defensor del Pueblo, ex concejal y diputado provincial Norberto Nicotra son prueba de que el “cambio” y “lo nuevo” que propone y ofrece el PRO se reduce a lo estético, no encarna en lo político.

Si a eso se suma que entre los “equipos técnicos formidables” con los que cuenta Del Sel están el ex ministro de Economía santafesino durante la última dictadura y en las gobernaciones de Carlos Reutemann, Juan Carlos Mercier, no es difícil advertir hacia dónde se orienta “el cambio”. Sí, en dirección al neoliberalismo de los 90.

Entre las escasas definiciones políticas que dará Del Sel esa noche –el consultor ecuatoriano Durán Barba le ha pedido que baile, cante y haga chistes y no que se muestre como un candidato clásico- el ex Midachi dirá en una nota periodística que “hay que achicar el Estado”.
Luego sólo hablará de la necesidad de “vivir mejor”, de que todos estemos “más tranquilos” porque “lo merecemos” y que para eso es necesario “un cambio”. Formulaciones universales tan incuestionables como vacuas.

Pero esa pizca de definición política que se le escapa es sustantiva. Revela un universo entero de ideas que sometieron durante casi 200 años a la Argentina –con breves interrupciones populistas- al lugar de semicolonia. Y remite directamente a la frase del encargado de la hacienda pública durante la última dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”.

Enseguida, Miguel aclara que eso que dice es lo que “escucha” del think tank que Mauricio le armó a modo de “equipos técnicos” porque, no lo expresa pero es obvio, la política es una cuestión de administración y no de vetustas ideologías. La tecnocracia de los 90, que se basta con gerentes.

Y Miguel escucha y repite porque Miguel no piensa por él sino que es pensado por otros, los que le propusieron que sea candidato a gobernador, algo que a él le produce felicidad. “Yo lo hago con total felicidad esto”, dirá en rueda de prensa tras el triunfo electoral, flanqueado por Mauricio y Carlos Reutemann, “yo me divierto, estoy haciendo política con una libertad de conciencia que ustedes no se imaginan”.

Las críticas por su presunta falta de idoneidad parecen haber hecho mella en su autoestima, porque aclarará que los votos conseguidos no fueron porque sí: “La gente ha visto que yo no me quedé en el simple humorista, sino que he hecho cursos, me he preparado, me he formado”.

Tampoco tanto. “Por supuesto que no sé de todo, siempre lo digo con total tranquilidad. No pretendan que ahora sea ingeniero, médico, abogado. Yo estoy feliz con lo que soy, con lo que represento, con lo que he hecho en mi vida, pero hoy cuento con unos equipos que son los que me dan la tranquilidad de poder seguir adelante”.

Fuente: El Eslabón

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