Foto: Qz.com/AP Photo/Patrick Semansky).
Foto: Qz.com/AP Photo/Patrick Semansky

Al calor del papelón que estamos padeciendo los santafesinos con el fallido escrutinio provisorio y la pésima experiencia de la boleta única, volvieron a aparecer los cantos de sirena para implementar el voto electrónico: “lo más moderno”, “lo más transparente”, “la tecnología de punta”.

Ernesto Sanz, presidente del comité nacional de la UCR, lo pidió para “facilitarle la vida a la gente”, aún a pesar de que el jefe del PRO Mauricio Macri —su actual líder político— dilató a último momento su implementación en la Ciudad de Buenos Aires y finalmente no lo desplegará en las PASO de este domingo 26 de abril.

Lo vió en Salta dijo, donde al momento de probarlo el gobernador Juan Manuel Urtubey, la perfecta máquina se colgó, no pudo ser reiniciada, y para salir del paso debió venir un “técnico” de la empresa contratista y recargarle un software que a esa altura ya ni siquiera estaba auditado.

El modelo licitado en la Capital en cambio utiliza un chip RFID similar al de los pasaportes electrónicos que desde un principio fueron hackeados. Una máquina de funcionamiento secreto y sin auditoría externa que sólo imprime un código de barras, lo que imposibilita al elector confirmar que lo grabado está acorde a su voluntad.

El más promocionado actualmente es el que, además de registrar el voto electrónicamente, imprime una papeleta para ser insertada en un sobre y permitir posteriormente una fiscalización manual. Resultados instantáneos, pero la seguridad de tener el respaldo en papel para garantizar que el registro en los servidores centrales coincida con la voluntad del votante dicen.

Los santafesinos ya fuimos víctimas de la ilusión de la boleta única y su supuesta rapidez y transparencia, lo que terminó en un escrutinio provisorio sospechado e inservible. Y hubo un tardío reconocimiento a los fiscales y la organización político partidaria que serán los que permitirán finalmente garantizar un escrutinio definitivo que refleje la voluntad popular, a pesar de la demora estimada de dos semanas para tener los resultados de la elección. Es el fin de la ilusión modernizante.

Por el contrario, a la medianoche del 28 de Junio de 2009 todos sabíamos ya sin dudas que Néstor Kirchner había perdido las elecciones del distrito más complejo y populoso del país por sólo 2 puntos. A pesar del falsamente denostado sistema de boleta partidaria, la transparencia, eficiencia y capacidad organizativa desplegadas por el oficialismo fueron incuestionables.

Los problemas técnicos

Las máquinas emiten ondas electromagnéticas que pueden ser analizadas para extraer de ellas información, o pueden ser modificadas para emitir datos en formatos de audio imperceptibles. Hay casos denunciados y pruebas de laboratorio que lo demuestran. Se puede ver en internet videos que permiten conocer cómo vota un ciudadano aún a distancia. Tras esta demostración Holanda volvió al voto papel. En Brasil, que aún implementa el sistema electrónico, durante el proceso de pruebas un perito logró romper el secreto del voto y conocer la elección del votante.

Los impulsores del voto electrónico por el contrario afirman que si es posible segurizar las transacciones bancarias garantizando la integridad de las mismas, el voto no debería ser un problema. Sin embargo los problemas a los que se enfrentan son exactamente opuestos: la clave de las transferencias electrónicas está en su trazabilidad, la posiblidad de seguirles el rastro. Y así se desarrolló también la informática: consolidando datos y dejando rastros del camino que utilizó para poder ser controlado. El voto requiere exactamente lo contrario: que no quede ningún rastro de su opción.

Alemania, uno de los precursores del voto electrónico, también debió dejarlo ante un fallo de su Corte Suprema que estableció que no había condiciones técnicas ni organizativas conocidas capaces de garantizar mediante voto electrónico “que cualquier ciudadano pueda comprender cabalmente cómo funcionan todos los pasos esenciales de la gestión de votos y determinación de los resultados, y el correcto funcionamiento de la urna pueda ser comprobado, durante y después de la elección, por cualquier persona sin conocimientos técnicos especiales”.

El problema de la soberanía

Los microprocesadores que en definitiva ejecutarán las órdenes son de fabricación extranjera, y de diseño en gran parte secreto. Aún en el supuesto de un diseño propio, hay limitaciones técnicas que impiden ratificar que lo construido sea tal cual lo solicitado. En cualquiera de estos casos aparece un problema irresoluble: nadie puede asegurar ante un “cuelgue” que realmente es un error y no una desviación del procesador a ejecutar una secuencia de órdenes que altere el desarrollo del programa original o genere datos extras.

Las más modernas e innovadoras tendencias en desarrollo de software giran alrededor de lo que llamamos código abierto: código compartido a la vista de todos mediante una construcción colaborativa que reutiliza las mejores soluciones, se enriquece con la inteligencia colectiva, y permite un alto control de que haga lo que dice y nada más.

Las más utilizadas herramientas criptográficas para traficar datos secretos y anónimamente fueron creadas durante años con este procedimiento para maximizar la seguridad. Sin embargo a partir de las filtraciones de Wikileaks y revelaciones de Edward Snowden comienzan a salir a la luz errores en el código que permitieron a las agencias de seguridad de EEUU utilizarlas en su favor. Programas escrutados por miles de ojos de desarrolladores altamente capacitados distribuidos por el mundo, a lo largo de los años, que en muchos casos ponían en riesgo su vida al usarlo, y que sin embargo tenían “errores” que les pasaron desapercibidos.

En el caso de un país que no dispone del complejo tecnológico-militar de vanguardia, el problema de la integridad e independencia tecnológica para construir las máquinas que no admitan falseamientos de la voluntad popular ni violaciones al secreto del voto, se amplifica notoriamente. La alternativa, tal cual se implementa actualmente, es dejar este desarrollo en manos de una empresa que terminará trayendo la tecnología de afuera, patentada y secreta que no permite auditoría, y por lo tanto privatizando nuestra democracia.

Universal, secreto y obligatorio

Desde la Santa Fe artiguista de Estanislao López, pasando por el radicalismo de comienzos del siglo XX y el peronismo, Argentina tiene una vasta y rica historia en construir participación cívica y mecanismos democráticos novedosos, masivos y capaces de sintetizar distintas tradiciones y prácticas en realidades concretas. Lejos de estar a la cola, hemos construido novedosas experiencias participativas y democratizadoras admiradas y estudiadas desde el exterior.

El sistema de votación que hemos ido perfeccionando por años garantiza un delicado balance entre estructuras partidarias y liderazgos colectivos e individuales, militancia política, participación cívica y mecanismos de contralor para los partidos, las autoridades, y la ciudadanía. Un sistema con carga pública y derecho a la fiscalización por parte de todos en todo momento y que estimula una democracia ampliamente participativa y no sólo contemplativa. No es “cómodo”, obliga a involucrarse y ser protagonista, porque eso requiere la soberanía popular y por eso es que tenemos voto obligatorio.

Comprar gratuitamente experiencias tecnocráticas desarrolladas en otras realidades y ante otros desafíos, incapaces de garantizar el secreto y el anonimato del voto, imposibles de fiscalizar adecuadamente y lesivos de nuestra soberanía, es un camino que sólo nos haría retroceder a la vieja república oligárquica. Por ahorrar unas horas de escrutinio ciertamente no lo valen.

En la simplicidad del sistema actual está su fortaleza: cualquiera lo entiende, no se necesitan «técnicos» para auditar nada, con sólo poder contar está garantizado el protagonismo.

Si el sistema actual no está roto, la pregunta a Sanz, Macri, De La Sota, entre otros, es: ¿qué buscan al querer “arreglarlo”? Privatizaciones disfrazadas de altos valores democráticos.

Las correcciones necesarias al sistema actual deberían apuntar a mejorarlo y no desvirtuarlo, y las nuevas herramientas de democracia directa que seguramente necesitamos desarrollar complementariamente no pueden ser a costa de los logros actuales, ni una copia irreflexiva de mecanismos ajenos a nuestra realidad, porque crear y no calcar siempre fue el camino que nos dio frutos.

* Área Informática de la Cooperativa La Masa.

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Un comentario

  1. grillo

    27/04/2015 en 15:29

    Ayer durante la demostración de voto electrónico en CABA en pocas horas se logró romper el secreto del voto con un celular común y reescribir el chip https://storify.com/mis2centavos/las-boletas-de-voto-electronico-con-chip-rfid

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