Los barrios pobres de Baltimore son, desde hace años, tierra arrasada. Constituyen la cruda puesta en escena de los efectos devastadores del neoliberalismo y el capitalismo financiero, tal como ocurre en otras tantas ciudades de EE.UU. A eso se suma la represión, la brutalidad policial y la falta de Justicia, la otra cara de la misma moneda.

Baltimore (en el estado de Maryland), al igual que antes Ferguson (estado de Misuri) ocuparon las primeras planas de los diarios por casos de brutalidad y racismo policial. Pero tanto estos hechos como las protestas que desataron se produjeron en un contexto económico y social muy preciso, con nombre y apellido: son los efectos de las políticas de exclusión social del neoliberalismo y el capitalismo financiero, que arrasaron con las ciudades estadounidenses, al igual que arrasaron con países enteros en todo el planeta.

Por estos días, tras años de política de desindustrialización, y con un esquema de reparto de la riqueza cada vez más injusto y concentrado, en EE.UU. se perciben las diferencias sociales con una crudeza que la prensa hegemónica intenta ocultar. Pero los números, los porcentajes y las estadísticas en este sentido resultan inapelables.

En Baltimore, la expectativa de vida de los blancos es seis años mayor que la de los afrodescendientes. Además, un niño de esta comunidad tiene nueve veces más posibilidades de morir en su primer año de vida que un niño blanco, según cifras que reproduce el sitio estadounidense Alternet.

Entre los afrodescendientes de Baltimore, se multiplican por ocho las muertes por complicaciones relacionadas con el VIH, con respecto a la población blanca.

El desempleo en EE.UU. es del 4,7 por ciento para los blancos, y más del 10 por ciento para los afroestadounidenses. En Baltimore, el desempleo general es del 8,4 por ciento. Para los afrodescendientes asciende a más del 17 por ciento. Pero en alguno de los barrios más pobres de esa ciudad, el desempleo joven alcanza el 70 por ciento.

El porcentaje de estudiantes que terminan la secundaria es de 80 por ciento en EE.UU. En Baltimore, en cambio, es del 56,40 por ciento, según reproduce Alternet.

Los niveles de pobreza también son altísimos en esta ciudad del estado de Maryland: 23,80 por ciento de su población (unas 148 mil personas) vive por debajo de los niveles oficiales de pobreza.

En este contexto, la respuesta del Estado es vigilancia, represión, brutalidad policial, racismo y falta de justicia. Desde 2010 a la fecha, la policía de Baltimore asesinó a 109 personas. El 40 por ciento de ellas estaba desarmada. El 70 por ciento era afroestadounidense. Desde 2011 Baltimore pagó seis millones de dólares en concepto de indemnizaciones a víctimas de la brutalidad policial. Hubo más de 317 demandas, pero sólo 100 ganaron los juicios.

En todo EE.UU., en lo que va de 2015, la policía mató a 158 personas.

La población afroestadounidense constituye el 13 por ciento de la población total de EEUU., pero si comparamos este porcentaje con otros, el racismo queda expuesto con toda crudeza: más del 30 por ciento de la población carcelaria pertenece a esa comunidad. El 74 por ciento de los condenados a cadena perpetua, también. De los condenados a pena de muerte, más del 41, 70 por ciento son afrodescendientes.

El 9 de agosto de 2014 Michael Brown, un afroestadounidense de 18 años, fue asesinado de tres disparos por un policía blanco Darren Wilson. El oficial no fue procesado, le dieron una licencia con goce de sueldo y después renunció. El crimen, y la falta de justicia, lanzaron a cientos de miles de personas a las calles de Ferguson y otras ciudades de EE.UU.

El 19 de abril de 2015, Freddie Gray, afroestadounidense de 25 años, murió mientras estaba bajo custodia policial en Baltimore. Al joven le aplastaron la laringe y le quebraron la columna vertebral en cuatro partes. Los seis policías implicados siguen hasta ahora en sus cargos y cobrando su sueldos. El presidente de EE.UU., Barack Obama, pidió que sean separados de la fuerza. Pero la policía actúa con espíritu de cuerpo y ni siquiera hizo público el informe que se realizó tras la muerte de Gray.

Son apenas dos casos entre tantos. Pero cada uno de ellos constituye un hecho único, irreparable, que no debe ser naturalizado.

Estos fusilamientos a sangre fría dan cuenta de una política racista sistemática, y develan una de las caras más brutales del neoliberalismo y el capitalismo financiero, que producen los mismos efectos en todo el mundo. A pesar de todo esto, EE.UU. se autoerige en fiscal planetario de los derechos humanos y pone la lupa sobre otros países.

Y a pesar de todo esto, dirigentes de la derecha argentina siguen poniendo a los EE.UU. como ejemplo, en lo económico, en lo político, y en cuanto a su sistema judicial, y peregrinan hasta la embajada en busca de consejos y órdenes.

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