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PRO, Anatomía de un partido fabricado para ganar, es un libro que nació como una investigación del sociólogo Gabriel Vommaro y el politólogo Sergio Morresi, quienes luego fueron convencidos por el periodista Alejandro Bellotti para que el trabajo escape al destino académico original y se convierta en una pieza de divulgación que se cuele en las bateas de las librerías, entre el largo catálogo de obras antikirchneristas, para instalar entre otras preguntas, ¿qué hay detrás de los globos y la buena onda del PRO?, o ¿por qué la derecha vernácula encontró una fórmula para obtener lo que nunca pudo: votos? “El libro da cuenta de cómo se construyó el PRO, y en cierto sentido cómo fue la política en estos años de kirchnerismo”, explicó Morresi en diálogo con el eslabón. “No hay que olvidarse que tanto el PRO como el kirchnerismo son hijos del 2001. Y el PRO no nació siendo lo que es hoy, se fue haciendo así en oposición al kirchnerismo”, planteó el investigador, convocado a compartir sus conclusiones con los lectores-electores santafesinos de este semanario, y arrimar alguna idea a la hora de entender la avalancha de sufragios recibidos por el ex Midachi, Miguel Del Sel, en las pasadas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias.

―¿Por qué definen al PRO como un partido fabricado para ganar?
―Porque es un partido que desde su comienzo mismo, eso nos dijeron todos los entrevistados que están desde el principio en el PRO, se planteó como meta obtener el poder.

En general, en Argentina los partidos o los grupos de derecha siempre quisieron llegar al poder con estrategias como golpes de Estado, pronunciamientos, corridas cambiarias, la presión sobre algún ministro para poner alguno de ellos, para instalar determinados planes, sobre todo económicos. Y esta vez la derecha intenta por la vía electoral.

Otra cuestión que me parece importante es que lo que permite tener unidas a las diferentes corrientes internas que tiene el PRO, que no piensan exactamente igual, es que tienen voluntad de poder. Al faltarles un proyecto de país del todo delineado es difícil pensar cómo sería el PRO desde el llano.

―Y esto de que en apariencia no haya unidad doctrinaria, que ese sea el mensaje hacia afuera, ¿no tiene que ver con este concepto que remarcan todo el tiempo de que los dirigentes del PRO vienen de fuera de la política, que son “los que se meten en la política”?
―Tienen que ver con eso. Pero no son todos nuevos. Al menos la mitad viene de largas trayectorias políticas. Gente de los años setenta, de los ochenta, y antes. La mitad sí es nueva, es gente que viene después de la crisis del 2001. Pretenden expresar una suerte de antipolítica tradicional, es lo que se quiere mostrar. Incluso cuando ellos repiten las mismas prácticas que los partidos tradicionales, cuando usan punteros, no los llaman punteros, los llaman referentes. A los militantes los llaman voluntarios. Pero las prácticas son muy parecidas. Es fundamentalmente para ellos una cuestión de imagen.

Estamos hablando de que ellos tienen una imagen de sí mismos y que les gusta presentar trascendiendo las ideologías, como postideológicos. Ellos se muestran como un partido de gestión, de hacer cosas, de solucionar problemas.

En el PRO hay gente que piensa muy distinto. Pero lo ideológico no se pone en juego, porque si se pusiera tensionaría mucho internamente. Entonces, lo que dicen es «no tenemos ideología, lo que tenemos es ganas de hacer cosas, tenemos voluntad y sabemos trabajar, somos honestos, somos nuevos, somos técnicos».

―Pero después, en la práctica, se representan intereses y se dejan de representar otros también…
―Claro, esto es lo que ellos dicen de sí mismos. Eso implica, sobre todo cuando se gobierna, gestionar intereses diversos. Y uno puede observar cuáles son los intereses. Por ejemplo Macri, cuando llegó al gobierno de la ciudad, dijo que iba a barrer con todos los ñoquis, que iba a sacar a todos los empleados municipales, etcétera. Dos meses después terminó arreglando con el sindicato de la ciudad, ahora se llevan bien. Eso es una muestra de su pragmatismo. Y ante eso ellos se dicen, «bueno si yo hubiera sido ideológico, el gobierno no iba a ningún lado, pero como soy pragmático y me gusta hacer resuelvo el problema». Hoy la cantidad de empleados públicos es más o menos la misma.

―Algo que se escucha permanentemente acá en los discursos de Miguel del Sel y también de Anita Martínez, es que sus carencias las cubren sus equipos, al punto que uno de los lemas es: “el equipo del cambio”. ¿Cuán presente está esa tecnocracia en el mundo PRO?
―Cuando se dice que su gente viene de las ONG, se están refiriendo a gente que se ve como técnicos. Incluso hay altos funcionarios, subsecretarios, que hemos entrevistado, y que dicen «yo no hago política, eso lo hacen los políticos. Yo soy el técnico que sabe hacer esto». Otros vienen de los “think tanks”, como del Grupo Sofia, otros vienen del mundo empresarial, sobre todo del Grupo Socma, del grupo de Macri.

―¿Hay mucha gente venida de ese universo, especialmente de Socma?
―Sí, particularmente de Socma. También hay otros empresarios, que en realidad no son los dueños de las empresas, sino las líneas gerenciales de las empresas, quienes son los que más se perciben como técnicos, pero que también aceptan que tienen ideas más de derecha, que menos tienen el discurso de que se acabaron las ideologías.

―¿Está muy definida esa línea que divide por un lado el rol de los técnicos y por otro el de las figuras, los que ponen la cara, las imágenes del PRO, los rostros conocidos?
―Lo que hicieron en Santa Fe, que es un caso que estudiamos, aunque no con la profundidad con la que investigamos en Buenos Aires, fue primero buscar aliados que se parecieran a su espacio político: gente de centro derecha. No les fue bien con eso. Los viejos partidos conservadores populares no tienen mucho apoyo electoral. Muchas veces les pasó que esos aliados se terminaron yendo con otros partidos. En muchos provincias terminaron interviniendo los partidos. Después lo que hicieron fue apelar a figuras conocidas que «se metieran en política», que sería una forma de reeditar lo ocurrido allá por 2001; no te olvides que luego del «que se vayan todos» cualquiera que era de “afuera de la política” tenía un plus a favor. Ahora eso en 2001 funcionaba, ya o era tan así después del 2007, 2011. Con eso, aparentemente tampoco alcanza, por eso se abocaron a hacer una serie de alianzas como la que hicieron con la UCR, o con (Carlos) Reutemann en Santa Fe. Lo que están haciendo es tratar de juntar todo.

―Tras las buenas elecciones en Santa Fe y Capital del PRO ¿qué claves encontraron en su investigación para analizar por qué está en crecimiento este espacio político?
―Una de las conclusiones del libro es sobre la pregunta: ¿Por qué ningún partido de centro derecha había podido crecer y el PRO sí? Mi visión en eso, que vengo trabajando hace mucho sobre las derechas en Argentina, es que la derecha argentina siempre fue antipopulista, en muchos sentidos claramente no peronista o antiperonista. Eso comenzó a cambiar con el triunfo de (Carlos) Menem, cuando la UCD se alió a ese gobierno. Lo que el PRO hace es comenzar no siendo un partido antiperonista. Incluso nace con una pata peronista muy visible. Comienza siendo un partido más populista que no populista.

El populismo según Morresi

Desde Ernesto Laclau para acá, las definiciones sobre “populismo” han generado un fuerte debate en ámbitos académicos y militantes. Para Morresi se trata de un fenómeno “sociocultural”. “Entre sus rasgos principales ―postuló el investigador― hay una cierta celebración de lo popular, lo plebeyo, de formas de hablar, de comportarse”.

“Otra cuestión es que el populismo tiene cierta desatención de lo formal, lo que puede decir estrictamente la norma”, consideró, y luego añadió: “Lo último es que hay una gran confianza en los liderazgos personales, no tanto de los programas, las doctrinas. Uno puede decir que no tiene que ver con derecha e izquierda, puede haber populismo de derecha o de izquierda, pensemos en populismo de derecha a Menem por ejemplo o de izquierda o de centro izquierda como es el Frente para la Victoria. Del mismo modo del antipopulismo hay de derecha como la UCD o ciertos sectores del radicalismo y hay un antipopulismo de izquierda que va del trostkismo a ciertos sectores del socialismo santafesino. Entonces no tiene que ver con eso. El PRO está a la derecha, pero a diferencia de las derechas que además eran antipopulistas, esta no lo es.

―En ese sentido, según el análisis que proponés, Del Sel sería un buen ejemplo.
―Es un claro ejemplo. Del Sel habla de un modo muy poco respetuoso de las formas, tiene una celebración de la cultura popular, habla de que le tengan confianza a él permanentemente, a «Mauricio» personalmente. Ahora, esos equipos técnicos que lo rodean viene a ser el lado no populista, por lo tanto puede resultar atractivo tanto para el votante tradicionalmente más cercano al populismo como para el lejano al populismo, y es eso lo que hasta ahora le está permitiendo al PRO seguir creciendo. Pero quizás llegado cierto punto, quizás, no los sabemos, falta para la elección nacional, tenga que inclinarse por uno de esos dos lados.

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