cubiertas

Yo no sé, no. Manuel fue uno de los primeros que se apareció con una cubierta de auto –a la que todos llamábamos rueda–, y que llevaba a todas partes: si iba a jugar al fútbol, a las boli y hasta hacía mandados con ella. En su imaginación –y en la nuestra, de siete años– se convertía en un auto, en una chata o en un camión. Pronto se popularizó y casi todos recorríamos el barrio con una de esas ruedas o cubiertas, que en realidad no me acuerdo de donde salían.

Miles de años atrás, en algún momento de la historia, alguno –o algunos– pensaron la rueda como para revolucionarlo todo, o casi todo.

En lo de la abuela de Pedro, en barrio Echesortu, una tabla con ruedas de acero y rulemanes, era el rodado más preciado pasada la hora de la siesta.
Pronto, o no tanto, la F100 era el vehículo a ruedas más promocionado para el campo; y en la ciudad, era casi de alta gama. En el lenguaje cotidiano, la palabra “rueda” se instalaba, en rueda de amigos, en rueda de políticos, de intelectuales, de científicos; y se suponía que era para debatir o exponer algo.

Los pibes rápidamente pasaron de la cubierta con la tracción a sangre, a la bici, a las primeras Gileras, las primeras Zanellas, antes que de que soñáramos con un cuatro ruedas. Mientras que distintos golpes y políticas neoliberales ponían palos en la rueda del desarrollo industrial del país, en el país el Renault 12 –por un lado– y el Falcon –por otro– ganaban las calles. El primero parecía ser el primer auto de las nuevas jóvenes parejas; el otro de ser un auto familiar, cuando tomó el color verde, pasó a ser el más temido durante aquella dictadura de plomo.

Luego vinieron las ruedas quemadas en piquetes de resistencia al desempleo, a la destrucción del ferrocarril, a la marginación o al desamparo. El desamparo estatal de miles de familias que se convertirían en millones, producto de lo que la rueda liberal iba imponiendo durante los noventa.

Hubo un tiempo en que en la tele la competencia pasaba o por Odol o por Justa del saber. Pronto empezaron a ser reemplazados por la Rueda de la fortuna. Hoy, en el lenguaje, la palabra “reda” se usa poco y fue reemplazada por “ronda”. Vemos rondas de políticos como esperando turno para ser bendecidos por los medios. En este tiempo, con solo parar las ruedas del transporte del colectivo parece eficaz un paro y, diera la impresión, que es una protesta a la que todo el mundo se suma. Las ruedas de la bici financiera, de mediados de los setenta, parecen dar pelea para seguir siendo eje central de la economía.

“A lo mejor –me dice Pedro, quizás pensando en la fantasía de aquel pibe de la primera rueda–, habrá que pegar un impulso para ganar en primera rueda (no se si lo hizo consciente o inconscientemente pero reemplazó la palabra vuelta por rueda) y seguir empujando la rueda de lo colectivo, las ruedas metálicas para ganar en todas las vías, en todas las estaciones, para que gane el tren de la victoria.

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