Francisco Antonio Senegaglia
Francisco Antonio Senegaglia.

“La historia, bien puede ser un problema de los historiadores, como las autopistas problema de los ingenieros. Pero reducir la historia a lo disciplinar, es negar su valor estructural en la vida social, y allí está la trampa. Porque la historia es dadora de identidad, y consecuentemente propulsora del destino político de una comunidad, y eso excede ampliamente a la investigación académica o de oficio. Es decir, no está solamente en juego un saber sobre el pasado, como si el pasado fuera inocuo”, dice Francisco Antonio Senegaglia, entrerriano de Concordia y psicoanalista, ensayista en temas de Psicología Política e Historia.

“El relato histórico, al contarnos quienes fuimos, está definiendo quienes somos, y determinando quienes debemos ser. La historia no es neutra, por el contrario es una máquina de crear identidad, de dar ser y de formalizar eso que llamamos el espíritu nacional”, resalta Senegaglia, quien también estudió filosofía, teología y ciencias política, además de ser productor de cine.

“En ese sentido, la historia se vuelve determinante de la política, porque define los parámetros comunitarios en que se piensa el «ser nacional» aquí y ahora”, agrega

Advierte que “la historia no es imparcial, y si la escribe el enemigo, perdemos la batalla más difícil, la cultural, porque le cedemos la memoria, y con ella, la identidad. Argentina, nace después de la batalla de Pavón, y nace el Estado nación liberal justamente como facción unitaria vencedora del campo federal. En realidad, es la traición de Urquiza la que lo hace posible, más los sabidos contubernios con los ingleses”.

Construir la historia

En ese marco, el entrerriano sostiene que entonces “nace un proyecto de país, una escuela, y fundamentalmente se construye una historia para ese proyecto de país, dicho de otro modo un relato fundacional de la identidad vía una interpretación ideológica del pasado. Nacerán también de la pluma mitrista los hechos trascendentales: la Revolución de Mayo, como revolución emancipadora; y el Congreso de 1816, como el día fundacional de la patria. El lenguaje usado ideologizó el discurso de los hechos y a sus protagonistas”.

Remarca que en esa historia oficial, “los indios, negros, gauchos, es decir los pobres, no iban a tener lugar, salvo como barbarie, es decir, aquello que se debía borrar, para ser una nación a la inglesa. Lo que no decía el relato, es que ese «a la inglesa» era servil a los intereses de Inglaterra”.

Entonces advierte: “Los territorios, se despejan de indios para los grandes latifundios. Roca se encargó de eso. ¿Civilización? En realidad, volvernos agro-exportadores de materia prima para los ingleses que tenían el monopolio de facturarlas y luego vendérnoslas. Eso no dice el relato fundacional. Y el ferrocarril, que las iba a sacar de la tierra adentro, era también inglés. Los frigoríficos, también; los bancos, el diario, la luz, el transporte fluvial, marítimo y terrestre, sí, también inglés”.

“Lo curioso –resalta– es que el primer gran proyecto de país que vieron los sud-americanos, nació justamente en las praderas de las bandas oriental y occidental del río Uruguay, y nació entre indios, negros y gauchos. Mitre y Vicente López decidieron que esto no existiera, y los dejaron fuera del relato. Y lo que quedó, fue para denostar justamente a la gauchería, que había perdido su larga guerra contra el autoritarismo unitario porteño, que lo venció con las armas pero sobre todo con las innumerables traiciones, y determinó su no existencia histórica. Y si no está en el relato histórico, ¡no está en la matriz identitaria! He aquí la cuestión más basal”.

El gran ausente

“Artigas fue justamente el gran ausente de ese relato mitrista que se volvió matriz identitaria. Porque al fabricar el pasado, o al interpretarlo, se justifica el presente, pero sobre todo se determina el devenir político de un proyecto. Y esto, Mitre lo tenía muy claro. En ese plexo del tiempo, Artigas fue suprimido y con él un sueño de patria, un proyecto de pueblo, un colectivo identitario de libertad, igualdad e independencia inaceptable, para los intereses del liberalismo cipayo de la generación del 80”.

Desde su formación psicoanalista, Senegaglia señala: “Afirmamos, que aquello que se ha expoliado de lo simbólico, que no está escrito, igual circula, lo definimos así: lo que circula no dicho. Vale decir, hay ciertas verdades que nos habitan e insisten aunque no estén enunciadas. Vale para la memoria personal, como para la memoria colectiva. El sentir popular las trae una y otra vez como contradicciones, como deseos, como valores a repensar. Hace poco tiempo, no había ingresado a la matriz colectiva, la idea de que los medios de comunicación, «guionan» la realidad, es decir, dictan en el imaginario lo que se debe sentir, querer, pensar. Hoy sí”.

Entonces afirma: “El relato oficial también nos ha guionado. Pero ha sido el campo popular quien ha desenmascarado ese relato mediático y el que ha permitido hoy desenterrar la historia de nuestra pertenencia, e intervenir ese relato que no condice con el campo popular. Este pasado que parecía borrado, es el soñado en términos del futuro ¡Vaya si sabía Artigas de imperialismos! Nuestro odio, nuestra guerra, es contra cualquier forma de despotismo”.

“Artigas y su gauchería estaba preocupada y ocupada en garantizar la soberanía popular, la igualdad, la libertad de puertos y aduanas, la repartición de tierras y la reforma agraria. Y garantizarlo era, finalmente, declarar la independencia de los pueblos libres que habían forjado una unidad revolucionaria con absoluto sentido social. Seis provincias la conformaban, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y La Banda Oriental”, sostiene el autor del libro Los Artigas.

Diferentes pero iguales

“Artigas llama entonces a ese Congreso de los Pueblos Libres, denominado Congreso del Oriente. Y por eso la rúbrica del sistema para el congreso que iba a parir esa institucionalidad, fue: «Diferentes pero iguales». La afirmación en sí misma es toda ella un tratado de política y de lazo social comunitario. Y la significación de tal juicio esencializa una ética tan singular como universal y, sin lugar a dudas, insuperada todavía”, remarca Senegaglia, quien ha desempeñado funciones en el Colegio de Psicólogos bonaerense, el Ministerio de Gobierno, el Ministerio del Interior de la Nación, Naciones Unidas y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).

Y avanza: “Es útil comparar esta afirmación fundante del Congreso del Oriente, con las lucubraciones monárquicas e insustancialmente retóricas del congreso de Tucumán meses más tarde. Diferentes por la cultura, el color de la piel, la religión, el hábitat, iguales por la condición humana y comunitaria. La expresión sintetiza e integra a la vez la subjetividad de la gauchería y se vuelve interpretación histórica. Porque finalmente en eso consiste la afirmación, en ser una interpretación que releva la interpretación ideológica, y dice, hacemos la revolución, para que sigamos siendo diferentes pero iguales ¿O había congresales negros o indios en el Congreso de Tucumán, es decir pueblo representando sus derechos?”.

Sobre Congreso de los Pueblos Libres, señala: “Fue convocado en Concepción del Uruguay, reuniéndose desde el 29 de junio de 1815. Y sosteniendo como motivo esencial: «Tratar la organización política de los Pueblos Libres, el comercio interprovincial y con el extranjero; el papel de las comunidades indígenas en la economía de la confederación, la política agraria y la posibilidad de extender la confederación al resto del ex virreinato»”.

La revolución de la gauchería perdió y la revolución unitaria contó la historia. Y al contarla, definió la revolución que había derrotado. Pero no derrotó la subjetividad que la sustentaba, y en prueba de ello es que hoy podemos levantar el velo y reconocer a los hombres que nos precedieron, permitirnos contar la historia desde esa interpretación que nos liga a un pasado común y nos permite trabajar en un destino colectivo… ¡La historia, no es el pasado!

“La herencia de Artigas y su inclaudicable gauchería vuelve en nuestra memoria, que se reconoce en ese sueño de patria libre y soberana. Pero esa reivindicación sólo es posible si repara la memoria colectiva, y el bicentenario del Congreso del Oriente no es sólo una nueva efemérides, por el contrario, ir por el pasado, hoy más que nunca, es continuar la revolución de los pueblos libres contra los enemigos de siempre”, afirma.

“¿Dónde nos vamos a situar para pensarnos como colectivo comunitario, en el eje mayo de 1810-julio de 1816; o en el eje multiétnico de la Liga de los Pueblos Libres, junio de 1815? Esta, y no otra, es la cuestión fundamental a tratar en la celebración del Congreso del 29 de junio de 1815. Ese ayer nos permitirá ser mañana. Somos responsables de la historia que vivimos y contamos y somos responsables de intervenirla para repensar nuestra identidad igualitaria, libre y federal”, concluye Senegaglia.

Nota publicada en la edición 199 del periódico el eslabón

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