travolta

Ya no hay diferencias entre la publicidad de un candidato y de una tarjeta de crédito. La política es una cosa y la ingeniería electoral es otra. La política es para cambiar, el electoralismo es para mantener. Porque la mayoría de los candidatos trabaja de eso y quieren mantener el laburo, esa es la verdad.

(Resumen del capítulo anterior y un cachito del anterior al anterior: el señor Abramovi, autor de esta columna, les dio tres días de franco a sus personajes con la condición de que salgan a vivir para que él después pueda escribirlos y lograr superar su crisis de creatividad. Mientras tanto, se encierra en la oficina a tocar la viola. Por su parte, el personal estable de esta columna –El Desubicado, héroe y hazmerreír; el doctor Luis Güis Kelly, experto en cotidinalogía protoparalelepípeda; y Filoso Fofó, payaso y analista político de este circo devenido en consultor electoral, salen a la calle a ver qué onda. El Desubicado los invita al cumpleaños del Bigote de Mauricio, pero los otros dos se niegan a ir porque no quieren bailar la música tanbiónica que seguramente pasarán. No obstante, El Desubicado asiste a la celebración y allí conoce al apellido de Daniel Osvaldo. Fofó y Güis Kelly terminan en un sucucho de humo y alcohol parloteando sobre la vida y el lenguaje inclusivo con un par de trabajadoras sexuales de paro. Solas y abandonadas por sus creadores, pero dignas, las mesas testigo del socialismo se quedan en la oficina de producción de esta columna palpitando algo que por primera vez no las tendrá como protagonistas: las elecciones en Dakar que se celebran mañana.)

Pero si hay una característica insoslayable de mañana es que, por más que pretenda seguir escapando por siempre y nunca pierda las esperanzas, tarde o temprano se convierte en hoy. Y ya casi son las 7 am del domingo y El Desubicado sigue bailando borracho de ponche en un pelotero after con los amigos que conoció en el cumpleaños del Bigote de Mauricio: la Dignidad del Radicalismo, el Paladar Negro del Hincha de Independiente, la Vergüenza de Morales Solá, el Perfil de Facebook de Pibe Trosko. De fondo suena el tema de la nueva Copa América y el trencito es encabezado por el sufrido Apellido de Daniel Osvaldo, que parece haber olvidado su resentimiento por haber sido abandonado por el mediático centrodelantero.

—Y al final el Bigote de Mauricio no vino a su propio cumple –le grita El Desubicado, sin dejar de bailar, a la Dignidad del Radicalismo.

—Lo que pasa –eleva la voz, también bailando, la Dignidad del Radicalismo– es que tenía que trabajar en el labio superior de Aníbal Fernández y le levantó los francos a último momento porque están a full con la campaña.

—¿Qué champaña? –pregunta El Desubicado sin entender.

—¿Si quiero champaña? No, gracias –responde la Dignidad. Y sigue la joda al compás del último hit de Airbag.

Tampoco puede dormir el señor Abramovi, enfrascado en la oficina con los dedos chamuscados de apretar las cuerdas de la criolla mientras saca un tema de Coti Sorokin con el que planea conquistar a una señorita. “¿Será la decisión correcta? ¿No debería probar con algo de Pedro Aznar?”, duda al borde de la afonía mientras deshoja cual margarita un cancionero de rock nacional.

Abrazados como amigos que salen de la primaria, el payaso Filoso Fofó y el doctor Güis Kelly desandan cuesta arriba una calle empedrada mientras el sol va dejando sin efecto la pálida luz del alumbrado público. Botella en mano izquierda, el brazo derecho del doctor sostiene la osamenta de Fofó, cuyo brazo izquierdo contiene el vaivén de su compañero mientras emplea el derecho para llevarse a la boca un porro.

—Che, Fofó… ¿mañana son las elecciones? –pregunta de golpe, bastante en pedo, el doctor.

—Me parece que a esta hora ya podemos decir que son hoy… –responde Filoso.

—Uuhhh… yo ni sé dónde voto… –murmura Güis Kelly. Dos minutos después pregunta, como con repentina curiosidad:

—Y ese candidato que estabas vendiendo como lo más en ingeniería electoral, ¿qué pasó al final? ¿Se lo enchufaste a alguien?

—¿Cuál? ¿El Miguel de Dos Cabezas? –se fastidia un tanto Fofó.

—Ese… ¿Se bajó?

—No se lo vendí a nadie –responde el payaso, con un dejo de vergüenza.

—¿Nadie te lo compró? –tira Güis Kelly un tanto burlón.

—No… pero mejor, al final ya no se lo quería vender a nadie. ¿Tomamos un taxi?

—No, caminemos. ¿Por qué no se lo quisiste vender a nadie?

—El Miguel de dos cabezas era una muy buena idea para el poder. Imaginate, un candidato que pudiera ganar aun cuando perdiera… –dice nostálgico el payaso.

—El sueño de cualquier proyecto político –calcula Güis Kelly.

—Realmente, era una herramienta electoral superadora para la construcción de poder –admite Fofó con un remezón de orgullo –. Pero mejor que no lo pude vender, no me lo habría perdonado jamás…

—¿Qué cosa?

—Trabajando en esta campaña, en la que hice suficiente guita con todos los partidos, me di cuenta de que la política ya no tiene nada que ver con la lógica electoral. Al principio me divertía hacer que los candidatos hicieran lo que se me cantaba. Pero después me aburrí –se va poniendo reflexivo Fofó. Güis Kelly asiente mientras toma un trago. Fofó sigue: —Hubo un punto de inflexión…

—¿Ah sí? –se muestra borrachamente interesado el doctor.

—Fue un par de meses atrás –recuerda amargamente el payaso–. Cuando en las elecciones de Salta perdió Walter Wayar.

—¿El que bailaba? –se ríe Güis Kelly.

—Esa fue la única campaña con onda que pude hacer. El único político talentoso para esto de filmar, un verdadero John Travolta de la política. Pero perdió. Y ahí me empezaron a caer las fichas…

Güis Kelly asiente. Fofó toma aire:

—Ya no hay diferencias entre la publicidad de un candidato y de una tarjeta de crédito. Empecé a ver que la política es una cosa y la ingeniería electoral es otra. La política es para cambiar, el electoralismo es para mantener. Porque la mayoría de los candidatos trabaja de eso y quieren mantener el laburo, esa es la verdad. ¿A quién se le ocurre venderse como la continuidad del cambio? Pero yo soy un artista, un payaso y analista político, no tengo nada que mantener. Entonces ¿para qué me voy a dedicar a mentir y orquestar mentiras? ¿Por guita? No la necesito, soy un personaje de ficción –se arenga Fofó mientras le da una profunda pitada al faso.

—Y… por lo menos tenemos esa ventaja, aunque también dependemos del autor –concede reflexivo Güis Kelly.

—Entonces le agradezco al señor Abramovi que me haya sacado del mundo electoral… Aunque no me convence que me quiera meter en el mundo del estándap.

—Está medio perdido el señor Abramovi –se apiada Güis Kelly.

—Vos sos el primero en volverlo loco, Luis, no te hagas el santito.

—Alguien lo tiene que tomar en joda, pobre…

—Che, me estoy meando… me voy a tomar un taxi –advierte Filoso –. Vos hacé lo que quieras.

—Bueno, si pasa uno lo tomamos –acuerda el doctor mientras suelta un sonoro pedo que corta el silencio de la madrugada de domingo electoral.

Veinte minutos después siguen caminando por las calles de Dakar. Y, lejos de divisar un taxi, a unos cincuenta metros ven un grupo de entelequias vestidas de amarillo.

—Pero… a ver Luis –agudiza la vista Fofó –. ¿Ese no es El Desubicado?

—Sí… qué plomazo, hubiésemos tomado un taxi –se ataja Güis Kelly.

Apenas los ve, un inusualmente en pedo Desubicado los saluda a los gritos:

—¡Eyyy! Muchachos, hola, estamos yendo a votar a Miguel Del Sel, ¿vienen?

Bajando la persiana de un saque, y luego de sacar un tema de Facundo Cabral con la viola, el señor Abramovi se va a dormir. Mientras tanto, un pibe veinteañero camina hacia una escuela para debutar como presidente de mesa. Una parte, ínfima o decisiva, del futuro pasará por sus manos.

Publicado en el El Eslabón 199.

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