fantasma del pro
El Fantasma del PRO, una sabanita amarilla que problemas de autoestima.

Reseña Histórica Galápagos: luego de las elecciones generales de Dakar que culminaron con la victoria –a la vez que derrota– del Miguel de Dos Cabezas, los personajes de esta columna intentan retomar sus actividades habituales. El problema es que no saben bien qué hacer. Tal vez sea porque el señor Abramovi, autor de esta columna, está empecinado en dejarlos a la deriva para que se hagan de abajo, para que dejen de tener todo servido; que vayan y vivan, que se caguen de hambre, que les escupan el asado, que vean cuatro horas de TN en una sala de espera y que vivan la zozobra de ser hinchas de un club en el cual los dirigentes son capaces de contratar en cualquier momento al Tolo Gallego, o peor, a Menotti. Mientras tanto, el señor Abramovi se queda tranqui tocando la viola; trata de sacar una canción de Morrisey y un chacarreggae de Rally Barrionuevo. Es cuando suena el teléfono: ufa. Es El Desubicado. ¿Qué mierda querrá? El señor Abramovi duda pero atiende: “Qué querés”, le espeta con la peor onda posible del universo.)

—Señor Abramovi, ¿cómo le va? Tengo una sorpresa para usted.

—Por dios, no… —se ataja el autor.

—Estoy con el Fantasma del PRO, estamos yendo para la oficina —amenaza sin saberlo El Desubicado.

—Ni se te ocurra —sale a despejar con los puños el autor hasta que se da cuenta de que hay algo raro —. Pero… ¿con quién dijiste que estás?

—Con el Fantasma del PRO, pobrecito. Es una sabanita amarilla que anda con la autoestima bajita, pobre. Y no se puede ir de Dakar porque hay algo que no lo deja ir. Yo le dije que eso es renormal entre los fantasmas.

—¿Y vos qué sabés de fantasmas?

El Desubicado duda. Y admite: —Es cierto, señor Abramovi, casualmente el Fantasma también me preguntó si yo creía en esas pelotudeces.

—¿Y a vos por qué te parece que un fantasma no se puede ir de un lugar?

—La verdad que no sé —vuelve a admitir El Desubicado.

Abramovi se indigna: —¿Y si no lo sabés para qué mierda le hablás al pedo así a un fantasma en un momento tan difícil para él con lo sensible que debe estar? Pedile disculpas y de paso no me rompás más los huevos.

—Bueno, pero vamos para la oficina —insiste El Desubicado.

—¿Acá? ¿Para qué? No, no, no , no. Acá no vengan —esquiva el autor.

—Pero le prometí al fantasmita que lo íbamos a ayudar a volverse a su casa. Tiene contratos a nivel nacional para las próximas elecciones en la Ciudad Autista de Buenos Aires y las próximas presidenciales —explica El Desubicado.

El autor de esta columna se exaspera. —¿A vos te parece hacerle a un fantasma promesas que no podés cumplir?

—¿Cómo que no voy a cumplir, señor Abramovi? —Ah, ¿la vas a cumplir? Bueno, pero no en esta oficina —. El señor Abramovi corta la comunicación. Pasan 17 segundos y vuelve a sonar su teléfono. Abramovi responde seco: —No.

—Pero señor Abramo…

—No. Hacé una cosa —respira hondo el autor —, andá con el fantasmita ese a lo del doctor Güis Kelly, que los atienda él, de paso que labure un poco ese hijo de puta. Si querés llámenlo a Filoso Fofó y resuelvan esto ustedes, hagan algo solos. No pueden venir acá cada vez que necesitan solucionar algo. No soy el Estado, ¿me entendés?

—Pero señ…

—¿Me entendés? Decime que sí —se enoja el autor.

El Desubicado se toma una breve pausa de 2,7 segundos. —Está bien —concede. Y corta la comunicación. Empieza a caminar hacia el consultorio del doctor Luis Güis Kelly, experto en cotidianología protoparalelepípeda de esta columna. En el camino le explica al Fantasma del PRO que van a ir a visitar a un amigo que seguramente lo ayudará a irse de Dakar.

Al llegar al consultorio, Güis Kelly los recibe un tanto borrachín. “Hola doctor”, lo saluda feliz El Desubicado, “qué alegría volver a verlo en pedo en su consultorio. Le presento al Fantasma del PRO. El señor Abramovi nos dijo que viniéramos a hablar con usted para ayudarlo a irse de Dakar”.

—Hic… ¿el jefe se quiere ir de Dakar? —pregunta el doctor. Hasta que repara en lo que pareciera ser un fantasma, parado detrás de El Desubicado. —¿Y qué hacés con esta sábana?… Berp.

—No. El jefe no se quiere ir de Dakar. El Fantasma del PRO se quiere ir. Tiene que ir a trabajar a otras elecciones —explica El Desubicado.

Güis Kelly no parece comprender. Y eructa: —¿Qué fantasma?

—El Fantasma del PRO, se lo acabo de presentar —vuelve a presentar El Desubicado.

—¡¡¡¡Buuuuuuuuu !!!!! —se presenta sorpresivamente la sabanita.

—¡¡¡Ahhhhhhhhh!!!!! —se asusta Güis Kelly y corre a esconderse debajo de un pequeño sofá. El susto termina con su hipo.

—Ey, doctor, no sea pelotudo, ¿cómo se va a asustar de este fantasma? No es más que una paliducha sabanita —lo reta El Desubicado. Y le pide: —Venga doc, seamos un poquito serios. Acá está el Fantasma del PRO y necesita nuestra ayuda para irse de Dakar.

—¿Y por qué no se puede ir de Dakar? —pregunta Güis Kelly sin salir de su estrecho escondite.

—Debe ser porque a los fantasmas suele pasarles a veces que algo los retiene en algunos lugares y no se pueden ir y se quedan obligados a vagar en pena —explica El Desubicado.

—¿Otra vez con esa boludez? —intercede enojado el Fantasma del PRO. Y le reprocha al Desubicado: —Ya admitiste que vos no sabés nada de fantasmas, ¿por qué no dejás de hablar al pedo?

El Desubicado se queda callado. Ahora el espectro se dirige a Güis Kelly: —Déle doctor, no tenga miedo. Sé que soy tenebroso, pero en un par de minutos se va a acostumbrar. No lo voy a asustar con nada que usted no conozca.

—Bueno pero mire… Yyooo… esteeee… no quiero que vuelvan las AFJP —proclama Güis Kelly desde abajo del reducido sofá.

—Prometo no tocar ese tema doctor —concede el Fantasma del PRO —pero debo advertirle que la operación para restaurar la privatización del fútbol no se detendrá. No puede ser que el Estado pague tanto para que el fútbol sea gratis cuando esos recursos se podrían aplicar a la construcción de miles y miles de kilómetros de tendido subtrenmotocletavías.

—Acá en Dakar nos gusta caminar —se ataja Güis Kelly.

—Yo ya se lo dije, doctor —interviene El Desubicado.

—Es cierto —admite el fantasma —. Dakar es muy raro. Vine con una gran parafernalia pero por momentos nadie parecía asustarse.

Definitivamente incómodo en su escondite, y con onda de querer salir del mismo, Güis Kelly le dice en voz alta al Desubicado. —Che, pero este es un fantasma de verdad…

—¿Y yo qué le dije doctor? Claro, es el Fantasma del PRO.

—Sí —la sabanita renueva su pedido —y además tengo que irme de Dakar, por favor ayudemé, lo necesito…

—¿Por qué lo necesita? —aparenta interesarse el doctor.

—No es que a mí me guste andar asustando a la gente, pero tengo que hacerlo. Y si bien gusta que me den buen trato, necesito imperiosamente que el electorado se asuste de mí. De lo contrario, ¿para qué soy un fantasma?

—¿Y no pensó en resetearse y reconfigurarse? —pregunta Güis Kelly mientras sale de abajo del sofá.

—No sé, doctor. Yo pienso que tengo mucho para dar como Fantasma del PRO. Los diez años de Menem están cerca; Mauri ya lleva ocho como jefe de gobierno; hasta en Grecia estamos armando flor de quilombo. Pero es cierto que es evidente que hay gente a la que no asusto como antes y muchos de ellos parece que están acá.

(continuará)

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