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(Resumen del capítulo anterior: El Desubicado y el Fantasma del PRO visitan al doctor Güis Kelly en su consultorio de cotidianología protoparalelepípeda. Intentan lograr que el espectro pueda abandonar Dakar cuando, de repente, irrumpe violentamente a través de una ventana el balón que Higuaín pateó en la definición por penales de la Copa América. Luego de pedir disculpas por su grosera intromisión, la pelota comenta algo resignada que ya no la tratan como antes, que las nuevas generaciones de futbolistas formadas por Tití Fernández frente a una pantalla creen que lo más importante del juego es que amonesten al rival, que lamenta que los jugadores sean más hábiles con el joystick que con ella, y que no entiende por qué los hinchas le dan la espalda en nombre de los trapos y la camiseta. Güis Kelly y El Desubicado se conmueven por el derrotero del esférico que ha llegado del otro lado de la cordillera no sin antes impactar contra una familia de condoritos que pasaba sus vacaciones en el Aconcagua. El conmovedor relato, sin embargo, no le mueve un hilito al Fantasma del PRO que no puede superar la angustia de ya no asustar como antaño; especialmente en la Ciudad Autista de Buenos Aires. Entonces, solidaria y generosa, la pelota se apiada del Fantasma del PRO y le propone que deje el mundo electoral y vaya a trabajar al mundo fútbol donde los espectros son mucho más poderosos. El doctor apoya la moción y le dice a la desmoralizada sabanita amarilla que es tiempo de reconvertirse y animarse a cambiar. “Mire a los nazis –ejemplifica Güis Kelly–: lo que no pudieron obtener por las armas lo conquistaron a través del chantaje financiero. Una evolución de la ingeniería; ya no necesitan disparar una bala para someter a sus vecinos. Y hasta pretenden convencerlos de que los van a rescatar”. Alto argumento, empero no convence al fantasma, que se le queda mirando con cara de qué carajo estás diciendo. Entonces el doctor le propone dirimir su dilema con una definición por penales.)

–¡¡¡¡No cuenten conmigo, estoy muy cansada!!!  –se ataja enfáticamente la pelota y suelta un bostezo exagerado.

–Es cierto, vos tenés que dormir, pobrecita –admite Güis Kelly, mientras le acomoda un lugarcito en el sofá. Y le dice a los otros dos: –Che, ¿no quieren ir a comprar algo para morfar?

–Muy buen plan –se entusiasma El Desubicado –. ¡¡Vamos fantasmita, conozco un súper chino donde venden unas empanadas de acelga geniales!! –invita a su amigo. Y salen rumbo al comercio, distante unas 65 cuadras del consultorio del doctor.

Cuando salen se topan con un operativo de tránsito. Claro, es víspera del día del amigo y, como no podía ser de otra manera en Dakar, las calles se llenan de inspectores ávidos de realizar controles –y sobre todo multas– de alcoholemia. El Desubicado le explica al fantasma que en Dakar el día del amigo es un acontecimiento gastronómico-comercial de gran relevancia y a veces con ribetes de histeria colectiva. Y agrega que Hallowing y San Patricio también tienen cada vez más adeptos. El fantasma hace como que lo escucha pero en realidad sigue en su pedo.

Mientras todo ello ocurre, el señor Abramovi, autor de esta columna, permanece recluido en su oficina surfeando la ola de su crisis hemorroidal de creatividad. Viviendo el día a día según su humor se lo permita, hoy se ve conminado a dejar el vodka de lado mientras sorbe tímidamente un tecito de hierbas y contempla por tevé a la nueva generación de participantes de Gran Hermano. Quisiera poder pensar algo, decir algo, pero afortunadamente las imágenes lo dejan sin palabras. Al alcance de su mano, un porro termina de apagarse en la tacita que hace las veces de cenicero. A unos metros, y con una cuerda menos, su guitarra hace equilibrio apoyada contra un perchero.

“Puf, siempre se puede estar peor”, reflexiona Abramovi, recordando con cariño a Soledad Silveyra mientras presiona en vano el control remoto sin pilas para cambiar el canal. Entonces un timbre le altera la banda de sonido.

Abramovi no quiere atender, pero el recién llegado insiste con tanta violencia que pareciera que podría hacer estallar el portero eléctrico. Entonces no le queda otra que ir a atender: “¿Quién carajo es? Mierda”, dice poco amablemente.

–Soy yo, jefe, Filoso Fofó. Tengo que hablar con usted –se anuncia un tanto nervioso el payaso y analista político de este circo.

–Ufa, Fofó, ahora estoy mirando Gran Hermano, ¿no podés pasar después? –replica el autor. Y cuelga el portero eléctrico. Cinco minutos después, golpean con furia la puerta de la oficina. Antes de que sea derrumbada, Abramovi abre. –¿Qué te pasa? ¿Cómo subiste? –lo increpa al payaso.

–Me abrió la señora del 25 G, siempre es muy amable conmigo –explica Fofó.

–Esa vieja pelotuda… –se enoja Abramovi –. ¿Y qué querés? Estoy ocupado.

–Señor Abramovi, esta noche debuto con mi espectáculo de estandap…

–Ah… sí, ya sé. No pretenderás que vaya, ¿eh? ¿Me venís a enchufar una anticipada? Ni lo sueñes…

–No, jefe… –Fofó se ve apesadumbrado –lo que pasa es que no tengo ningún chiste.

–Y a mí que me… ¿Cómo que no tenés ningún chiste? –replica Abramovi con mirada verduga.

–Nada me resulta gracioso… No sé de qué reírme –confiesa apenado el payaso.

–No, no, no –rectifica el autor de esta columna –. Arrancamos mal, Fofó. Vos no tenés que reírte. El estandap es para que se rían de vos. Eso quiere el público. Vos andá, poné cara de boludo y deciles que no la ponés hace 18 meses, que tu suegra es una bruja, que te agarró el corralito, que votaste a la gorda Carrió. Se te van a cagar de risa, van a soltar el lastre de encontrar otro pelotudo como ellos.

–Lo de la gorda Carrió lo podría omitir –suelta Fofó cual súplica.

–Bueno, sí, ponele, eso suena bastante a chiste. Contales cómo te despierta el vecino gritándole a sus hijos de 1 y 5 años los sábados a las 9 de la mañana, que tu hija deja las toallitas en cualquier lado, que tu hijo nunca te va a salvar como hizo el Kun Agüero con sus padres, que los taxistas siempre te garcan con los vueltos y vos nunca les reclamás nada. Se te van a ultracagar de risa.

–Pero a mí no me garcan el vuelto los taxistas, jefe –se rebela Fofó.

–¿Ah, no? Bueno, son ejemplos. Cosas de la vida cotidiana, un poco de cara de boludo, hablá rápido, cosas cortas, reíte, contagialos, andá, no tengas miedo, hacete de abajo y no rompas los huevos, va a salir todo bien –le dice al payaso, suave y severamente, Abramovi mientras le guiña canchero un ojo y lo va empujando sutil hasta la puerta entreabierta para por fin sacarlo delicadamente de la oficina.

Cierra la puerta con firmeza y de fondo se escucha un tímido saludo de Filoso Fofó. O capaz que una puteada, quién sabe, Abramovi no alcanza a escuchar. Vuelve a agarrar el control remoto y se refugia en las palabras trasnochadas de un pastor brasileño.

Nota publicada en la edición 204 del periódico el eslabón

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