Macri desviado RGB

Más que considerar si son genuinas las convicciones que Mauricio Macri expuso cinco minutos después de comprobar la sobrevida de su aventura presidencial merced a la escueta victoria de su delfín Horacio Rodríguez Larreta, habría que pensar por qué debió transformar un discurso vecinal en un relanzamiento nacional y por qué tuvo que apelar a esas promesas fuera del clásico menú PRO.

No es sólo relato

Ya tendrá tiempo de borrar con el codo, como hizo el último domingo con su prédica tradicional, el rescate que realizó de las políticas públicas que fueron y son el signo distintivo del kirchnerismo desde mayo de 2003.

Lo importante es que, ya sea por consejo de Jaime Durán Barba, o a contrapelo de la asesoría en remojo del consultor ecuatoriano, Macri se plantó en el escenario como postulante a suceder a Cristina Fernández dando marcha atrás a 180 kms por hora como alguna vez Juan Manuel Fangio se vio obligado a hacer para no matarse en plena carrera.

La jefa de Estado, ministros, legisladores y dirigentes del oficialismo resaltaron, cada uno con su estilo, no sólo la contradicción entre lo dicho el domingo por Macri y lo que su fuerza votó en los últimos años, sino el tardío reconocimiento de la derecha expresada en el PRO respecto de las políticas que denostaron y boicotearon a nivel parlamentario.

Queda, sin embargo, un aspecto relevante que debe ponderarse, sobre todo si se sigue la línea discursiva que pone al proyecto por delante de nombres y candidatos.

La mascarada del líder amarillo intentando llevar tranquilidad a quienes temen, con razones sobradas, que si llegara a ser presidente desmantelaría todas las conquistas sociales y el capital social recuperados en estos doce años es, en rigor, la bandera de rendición que el PRO levanta al ser derrotado en la batalla dialéctica que se disputa desde 2003.

La fortaleza del proceso que Néstor Kirchner inició al asumir su mandato aún no llega a ser modelo, en función de lo que falta restaurar de la tierra arrasada que dejó a su paso el neoliberalismo desde 1984 hasta la llegada del kirchnerismo, pero el camino elegido, la base ideológica e histórica que el primer peronismo le legó, y la nueva agenda inclusiva, calaron bien adentro de un amplio sector del pueblo, que está decidido a mantener esos logros e ir por más.

La hondura que la irrupción del kirchnerismo talló en la epidermis social puede medirse advirtiendo que ni el PRO se anima ya a cuestionar los juicios por delitos de lesa humanidad, y apenas balbucea frases que aconsejan dejar de mirar tanto hacia atrás.

En ese marco, resulta interesante el abordaje que realiza Verónica Torras, licenciada en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires (UBA): «Su cambio de posición (el de Macri) en temas clave ¿es un mero acto de pillaje ideológico y/o especulación política en plena campaña electoral o el producto de la fortaleza de un proceso colectivo de acumulación que ha generado un piso muy alto de consenso a mediano y largo plazo?». Allí está la clave.

¿Massa o la pureza PRO?

Tras sopesar que un núcleo duro del electorado seguía mirando con buenos ojos la experiencia neoliberal, sobre todo las capas medias de los principales conglomerados urbanos nostálgicos del Miami 1.1, Durán Barba y el propio empresario devenido político se convencieron de que podían enfrentar al kirchnerismo con chances de ganarle, enarbolando el discurso de Carlos Menem guionado por Domingo Cavallo y el establishment financiero local y global.

Bajo la piel de un asno político, simulando ser un recién llegado a las arenas electorales, mediante consignas ambiguas, se hizo fuerte en la ciudad que posee la más alta renta per cápita del país, y desde esa ciudadela acunó un sueño presidencial que concitó la atención y el apoyo de los factores de poder mediático y económico financiero.

El surgimiento de una alternativa «peronista» fuertemente crítica del proyecto en curso de la mano de Sergio Massa, una cara joven que evitaba recurrir a la dirigencia jurásica que dio forma al «Peronismo Federal», entusiasmó a las corporaciones, que ya habían tomado nota de que para vencer al kirchnerismo hacía falta contar con una «pata peronista».

Fueron momentos en los que macrismo y massismo se disputaban espacios sociales que presumían superpuestos apelando a la máxima diferenciación posible con el proyecto y las políticas oficiales.

Macri llegó a mostrarse como un chico caprichoso que ha perdido el favor paterno y le reclamó al «Círculo Rojo» que se definiera y abandonara un apoyo que comenzaba a ser pendular y oscilaba entre el PRO y el gran ganador de los comicios parlamentarios de 2013.

Massa prometía fungir como vencedor imparable camino al recambio de gobierno en 2015 y sus furiosas diatribas contra el gobierno del que fue parte despertaban gran esperanza en las carpas de Techint, la Sociedad Rural, Clarín y la embajada yanqui, entre otros antros de poder hegemónico.

Las presiones del Círculo Rojo para que se juntaran las dos M y el resto del remedo de oposición en una sola boleta no surtieron efecto, y encima Massa desbarrancó mal. Como la palomita de Serrat, creyó que el mar era el cielo y que la noche la mañana. Batió el parche del fin de ciclo K con tan poco tacto que terminó rodeado únicamente por su mujer Malena y su suegro canoso, melenudo y menemista, poniendo en juego su candidatura no ya contra Macri sino con José Manuel de la Sota, otro sujeto obsesionado con las cuestiones capilares.

Macri volvió a recorrer los pasillos y estudios de TN con la soltura de siempre. Luego llegaron las Paso, aunque no las victorias, y la que debía coronar otras batallas ganadas terminó siendo casi una derrota. ¿Kacemo?, debe haberle preguntado Mauricio a Jaime, quien se zambulló en un baúl en busca de nuevos guiones.

Escenarios íntimos

Antonia, la hija de Macri y su actual pareja Juliana Awada, cumplirá cuatro años en octubre, el mes en que se definirá el nuevo presidente de los argentinos. Según relató su papá, en abril de 2012, mientras ella dormía angelicalmente, él la observaba preocupado por su futuro. “Anoche me fui a dormir muy preocupado, convulsionado, calculo, como muchos argentinos. Y me desvelé a la madrugada, a las 5, y me fui a la cuna de Antonia. La vi ahí chiquitita, tan indefensa, y no pude dejar de pensar en los millones de argentinos indefensos por la inseguridad, nos matan todos los días, en los millones que viajan indefensos y que pierden la vida, como en Once, ni en los millones de argentinos comprometidos por muchos años a pagar miles de millones de pesos producto de que los mismos que privatizaron YPF en el 92 ahora decidieron estatizarla”. La escena pretendió ser conmovedora, y fue rematada desde el atril en el que fijó su posición ante la prensa, con un vaticinio inapelable: “Esta decisión va en contra de los intereses de los argentinos, y dentro de un año vamos a estar peor”. Eso pensaba Macri cuando la Argentina recuperó el principal instrumento para alcanzar la soberanía energética.

El pasado domingo volvió a poner a Antonia en escena. Luego de afirmar que YPF seguiría en manos del Estado, aupó a la nena en sus hombros y volvió a ensayar patéticos pasos de baile en un escenario que en otros momentos tuvo temperaturas más elevadas. La pequeña, visiblemente incómoda, pugnaba por bajarse, al punto que su padre no tuvo más remedio que tomarla de las manos y descolgarla del proscenio.

¿Habrá sido Durán Barba quien le recomendó ambas exposiciones de Antonia? Quién sabe. Lo cierto es que la relación entre el magnate y su consigliere a veces remite al clásico estereotipo de esos miserables millonarios capaces de negar un módico aumento de salario a sus empleados a la vez que despilfarran billetes pagando fortunas a contadores que los ayuden a evadir impuestos.

Tantas veces ha equivocado Durán Barba su estrategia para hacer del candidato un estadista que hay quienes dicen que quizás el consultor sea un agente puesto en ese lugar por el presidente Rafael Correa para llevarlo lo más rápido posible al abismo de la derrota. Quién sabe…

Fuente: El Eslabón

 

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