Foto: Manuel Costa.
Foto: Manuel Costa.

Mientras en Gran Bretaña el thatcherismo del siglo XXI le ganó por amplio margen al laborismo prometiendo un hiperajuste, la derecha argentina no puede decir la verdad si quiere ser gobierno.

El relato político surge de una acción, no alcanza con la voluntad, se torna creíble y adquiere coherencia si lo respalda la fuerza de lo fáctico. Si se hace lo que se dice, si lo que se dice y hace beneficia a las grandes mayorías, el relato resiste cualquier debate. Cuando por el contrario lo que se piensa hacer va en desmedro de esas mayorías, el discurso deviene máscara que encubre esos fines ominosos, por tanto indecibles.

Del rococó al macrismo

El período llamado rococó, que tuvo lugar en la Europa del siglo XVIII, se puede definir, en forma sintética, como la puesta en escena de una osadía decadente. Puede que para la mayoría haya sido sólo un movimiento artístico arquitectónico, pero sin duda se trató del emergente de tiempos signados por la frivolidad y las prácticas y condicionamientos políticos que las monarquías de la época imponían sin pudor.

La necesidad de un desahogo frente a la asfixiante religiosidad dio paso a sensuales respuestas artísticas, atrevidos embates anticlericales y grotescas muestras de cinismo desbocado.

Lo cierto es que una de las capitales del rococó fue sin duda Venecia. Y si bien su característico carnaval data del siglo XI, tuvo su apogeo durante el rococó. Los plebeyos, en carnaval, se burlaban de los aristócratas, y las máscaras eran símbolo de cierta impunidad a la hora del flirteo y la conspiración, pero sobre todo suponían un recurso que se ponía en juego para hacer y decir lo que no se podía a cara descubierta sin que la sociedad formal lo abominara.

En las calles o en las galas, la gestualidad de unos ojos parpadeando o los leves movimientos del cuello indicando lugares más discretos donde llevar a cabo los actos más obscenos, permitían quedar a salvo de la condena social. Si una mujer casada hubiese confesado en voz alta su voraz apetito sexual a un extraño frente al Palazzo Ducal en aquella época, sólo podía aspirar al destierro. Las máscara le daban una oportunidad al deseo frente a las rigideces del tabú. Casanova fue testigo y beneficiario de esos hábitos.

Máscara y cinismo

La derecha argentina quiere imponer a la democracia que se arrope con la ética y la estética del carnaval veneciano. El cinismo pasa a ser entonces el insumo básico de un poder político incapaz de elaborar un relato que enamore a las masas.

¿Por qué la derecha no puede ganar elecciones diciendo la verdad? Mientras en Gran Bretaña el thatcherismo del siglo XXI encarnado en la figura de James Cameron le ganó por amplio margen al laborismo prometiendo un hiperajuste, la derecha argentina no puede decir la verdad si quiere ser gobierno.

Varios factores ayudan a explicar ese fenómeno. La claudicación de las fuerzas «progresistas» como el laborismo inglés y los partidos socialdemócratas, que aceptaron las recetas neoliberales y abandonaron la idea de retornar al welfare state, o estado de bienestar, es la contracara de los movimientos surgidos en América Latina luego de las trágicas experiencias neoliberales.

Lo cierto es que en la Argentina la derecha consiguió institucionalizarse, crear un partido y salir a dar batalla en la arena electoral.

Y uno de los debates que disputan el primer lugar en la agenda política es el modelo económico. Hace poco más de una década los términos estaban invertidos: se discutía si el primer lugar en la agenda económica debía ser qué lugar darle a la política. Se percibía a ésta como una intrusa neófita en un banquete de técnicos y especialistas.

No se trata de un cambio irrelevante. Desde mayo de 2003 está claro que detrás de cualquier modelo económico hay un proyecto político -por tanto ideológico- que le da sustento, determina el rol que debe cumplir el Estado, y define qué sectores deben ser sus principales beneficiarios.

En los últimos días pudo escucharse un discurso que por conocido no debiera ser tomado a la chacota. Los «analistas económicos» Carlos Melconian, José Luis Espert y Miguel Ángel Broda, que integran una especie de gabinete en las sombras del precandidato de la derecha neoliberal Mauricio Macri, se sacaron el bozal y arremetieron con todo su arsenal ideológico contra toda injerencia del Estado en la economía.

Pero Macri y sus candidatos, así como la derecha «progre» de Lilita Carrió, Hermes Binner y la protoperonista de Sergio Massa,dicen otra cosa, porque como dijo Carlos Menem en los años ’90, » si decía la verdad y lo que iba a hacer, no me votaba nadie».

Y como muestra de los alcances de la mascarada cínica con que se mueve esa derecha, allí está el video que muestra a Federico Sturzenegger en una charla en la que revela los consejos que le dio Jaime Durán Barba antes de un debate con Martín Lousteau y Carlos Heller. «No propongas nada, la gente no está preocupada por esas cosas así que no pierdas tu tiempo en cosas que no son relevantes para ellos», recomendó. «No expliques nada. Decí que están mintiendo con la inflación o decí cualquier cosa; hablá de tus hijos», aconsejó el ecuatoriano.

Legados

El decadente cinismo carnavalesco al menos se sintió obligado a dejar un legado artístico, discutible pero duradero. Nombres propios que llenaban de provocativos colores los lienzos que colgarían de las paredes de palacios, la arquitectura de esos edificios majestuosos, y relatos donde los puercos se codeaban con los cortesanos sólo para ridiculizar a una aristocracia en caída libre pero provista de ciertos saberes y talentos.

El cinismo macrista, el clarinesco, los mascarones ruralistas que pasean bovinos con un alarde impregnado con el olor de la bosta, nada dejarán, se niegan a cualquier legado que no sea la triste crónica que da cuenta de su poder en los efímeros pliegues de diarios sin alma y sin verdad que defender.
Cómo pensar que tamaños farsantes pueden tan siquiera alzarse con una victoria electoral que los legitime y otorgue patente de corso para redondear su histórica rapiña. No en tiempos como este.

Fuente: El Eslabón

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Un comentario

  1. adhemarprincipiano

    07/08/2015 en 15:31

    Una curiosidad de orden ideologico, Uds.pertenecen a las corporaciones burguesas capitalista? Por que, abris una de las paginas del «pasquin» y expresan en forma permanenete la opinion de los «lacayos», jamas una idea para romper el orden establecido. QUE PASA NO EMERGE LA IMAGINACION?

    Responder

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