Artigas-monumento-2

Unos 13 cajones con más de dos mil libros fueron embarcados en mayo de 1791 desde el puerto de  Montevideo para ser resguardados en España. Habían sido confiscados por las autoridades coloniales ya que la mayoría estaban prohibidos por la corona española. Eran parte de la enorme biblioteca de Francisco Ortega y Monroy, antiguo jefe del Resguardo de la Aduana de Montevideo.

Así se van dos ediciones del Quijote, veintiocho tomos de la Enciclopedia, doce tomos de “Derechos de la guerra de la paz”, cuatro tomos con obras de Montesquieu, un tomo sobre el “Reglamento de comercio libre”, cuarenta tomos de Voltaire y tres de “Derecho público francés” y “Derecho natural y de gentes”, entre otros.

Antes de partir, el peligroso cargamento fue guardado en custodia en la misma casa del Depositario General del  Cabildo, Martín José Artigas, padre de José Gervasio. Además de creer que algunos de esas obras, cuidadosamente, no zarparon, otras como la “Ordenanza general del corso”, sobre el derecho internacional vigente en la navegación, aparecen tomadas como base del sistema de guerra de corsario, iniciada por Artigas en 1817.

No se descarta que parte de la formación intelectual que Artigas luego experimentó en su política se habían forjado con las lecturas del entonces inquieto joven de aquellas obras prohibidas.

Esas anotaciones son sólo algunos detalles de una profunda investigación difundida en 1966 por Carlos Alberto Zubillaga Barrera, historiador y docente universitario montevideano, en el libro  “Artigas y los derechos humanos”.

En la obra, con un recorte que hoy obtiene vigencia por la visión de Don José, el autor repasa la articulación que realiza sobre el tema en las célebres Instrucciones a la Asamblea del  Año XIII que tanto influenciarán a las constituciones provinciales o nacionales, argentinas y uruguayas, pero que rara vez se reconocen.

Más allá de una “valoración jurídica”, la capacidad de Artigas, desde su valor y arrojo como  caudillo y jefe blandengue, tiene su correlato en el claro pensamiento americano, original y libertario. Algo callado y desvirtuado por la historia oficial rioplatense, que prefiere como  “nuestros próceres”, a tipos que, como Gervasio Antonio Posadas, declara fuera de la ley a Artigas y le pone precio de 6.000 pesos a su cabeza, vivo o muerto.

“La montonera, tal como apareció en los primeros días de la República bajo las órdenes de Artigas, presentó ya ese carácter de ferocidad brutal y ese espíritu terrorista”, vocifera Domingo Faustino Sangriento, a quien ponen como afiche en las aulas argentinas. El bárbaro civilizador y el caudillo estadista.

Zubillaga Barrera, destacado investigador de la historia y docente universitario, recuerda que Artigas fue “educado en el Convento de San Bernardino, de curas franciscanos, aprendió a leer y escribir, gramática y latín, aritmética y religión, pero no siguió una enseñanza superior”.

Remarca que “la cultura no es una formación aluvional, sino el resultado de un proceso de decantación que depura la vastedad original del intelecto”.

John Parish Robertson, errante aventurero y escritor escocés que, junto con su hermano William, vivió unos  20 años en territorios de la región, escribe sobre Artigas. “Pienso que si los negocios del mundo entero hubieran estado sobre sus hombros, habría procedido de igual manera. Parecía un hombre abstraído del bullicio y era de este sólo punto de vista, si me es permitida la alusión, semejante al más grande de los generales de nuestros tiempos”.

“Precauciones, no venganza”

Zubillaga Barrera señala que mucho se discutió la incorporación del “derecho a la vida” a la teoría general de los derechos humanos, “ya que para algunos, corresponde por sí sólo al hombre por su calidad de tal”.

Pero advierte que en tiempos difíciles y violentos, “ese derecho adquiere peso porque trae aparejado la proscripción de la pena capital”. Agrega que la escuela clásica del derecho penal, desde el siglo XVIII, busca erradicar los excesos “que la doctrina de la intimidación producían”.

Artigas exige a sus oficiales: “Precauciones señores, no venganza”. Por ello, sigue el investigador, el jefe oriental “procura fijar la seguridad individual”. En ese marco expide órdenes en las instrucciones del año XIII, donde dice: “El gobierno debe conservar la igualdad, libertad y seguridad del ciudadano”.

También resalta que por “por considerar la vida como bien necesario, Artigas fue un caudillo revolucionario en épocas de profundo caos y cuando los valores humanos sufrían un total desconocimiento. Pero advierte que también eso lleva a “debatir entre los procedimientos humanitarios y el triunfo de la justicia y la revolución”.

Claro está que al momento de ajusticiar a un traidor, como Perogorría, el 17 de enero de 1815, Artigas sostiene que es “en defensa del sistema político amenazado por la traición de un militar correntino que “disolviendo el Congreso popular se hace proclamar gobernador, respondiendo a las directivas porteñas.

“Yo me glorio de ser humano, pero no injusto y si mi moderación ha de servir de estímulo a las pasiones, contendré a los hombres en los límites del deber”, afirma. Es que en tiempo de revolución, sabe marcar que “para que triunfe la justicia, se ha de castigar al vicio y premiar la virtud”, en carta del 20 de enero de 1815, al intendente de Corrientes.

Libertad revolucionaria

Sin caer en el romanticismo y las declamaciones, su lucha y abnegación describen las palabras de Artigas cuando dice: “Amar la libertad es de racionales y perderla es de cobardes, (carta de septiembre 1818).

También se debe contextualizar la aplicación de las libertades a los brutales apurones y rápidas decisiones en los ásperos períodos revolucionarios. “Es de necesidad salgan de estos muros (Montevideo) aquellos europeos en un tiempo de nuestros afanes manifestaron su obstinada resistencia. Tome VS las mejores providencias para que marchen presos a los cuarteles quienes por su influjo y poder conservan cierto predominio en el pueblo”.

Entonces Artigas no duda, dice el historiador en “la debida resignación de la libertad individual ante la libertad social y revolucionaria”. Y agrega: “Los enemigos de la libertad no harán más que atentar contra nuestro sosiego”.

Esclavitud y servidumbre

Varios autores marcan que Artigas no se manifiesta, pero el investigador remarca que su preocupación se expresa al decir que se debe “consagrar a la libertad civil en toda su extensión imaginable”.

Es más, señala el experto que Artigas extiende la prohibición de la esclavitud “a todo hombre de las provincias que sea sometido a la servidumbre de antiguos amos. También consagra la liberación a los esclavos que participan en la lucha patriótica.

Garantías jurídicas

En el Reglamento Provisorio de 1815, el investigador apunta a las indicaciones de Artigas para rija “el  proceso penal consagrando las garantías que la ciencia jurídica conoce con el nombre de debido proceso legal”.

Señala a las autoridades: “Formalice sin pérdida de tiempo los esclarecimientos competentes, transmitiéndose seguidamente lo que resulta de la justicia pública para un castigo o para  satisfacer su honor en caso contrario”.

Nota publicada en la edición 210 del periódico el eslabón

Más notas relacionadas
Más por Alfredo Montenegro
  • Alto guiso

    Yo no sé, no. Casi todos esa semana de abril teníamos puesta la cabeza en cómo formar el e
  • Humo y tempestad

    Milei intenta saldar a sangre y fuego el empate histórico entre Nación y colonia, el peron
  • La escuela, como un McDonald’s

    Cuando Mauricio Macri era jefe de gobierno porteño, una vez al mes se reunía a desayunar c
Más en Columnistas

Un comentario

  1. raul pedemonte

    01/09/2015 en 22:57

    Excelente nota y destaco la capacidad y el entusiasmo que tiene Alfredo Motenegro en difundir el ideario artiguista.
    Raúl Pedemonte

    Responder

Dejá un comentario

Sugerencia

“El gobierno plantea rebaja salarial, presentismo y reforma jubilatoria”

Los gremios docentes volvieron a sentarse este jueves con representantes del gobierno prov