Foto: Rtve.
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Se llama Gene Sharp. Es un filósofo, político y escritor estadounidense de 87 años. Fervoroso anticomunista, está de moda entre la derecha de la región. Sus obras sobre la lucha “no violenta” hacen las delicias de los cipayos destituyentes que quieren sacarse de encima los gobiernos posneoliberales.

Gene Sharp es un filósofo, político, profesor y escritor de 87 años nacido en los EE.UU. Fervoroso anticomunista, se hizo famoso por obras que, en apariencia, pregonan la “no violencia” para luchar contra el poder y la “opresión”. Desde hace unos años, se puso de moda entre los golpistas latinoamericanos que intentan derrocar a los gobiernos posneoliberales, legales y legítimos, surgidos de elecciones libres.

La fórmula es sencilla, y Sharp la presenta en un formato ideal, que marida muy bien con las prácticas y las visiones del mundo de los sectores enemigos de los gobiernos posneoliberales de la región: crear malestar, debilitar al gobierno con denuncias de corrupción, maniobras económicas y manifestaciones golpistas hasta lograr la destitución.

Una mirada atenta a las obras de Sharp deja en claro que la supuesta y cacareada “no violencia” no es otra cosa que el uso de distintas formas de violencia (simbólica, económica, psicológica), algunas sutiles, otras no tanto. Y se explica por qué Sharp es una suerte de gurú de todos los golpistas y cipayos de la región que vienen intentando atentar contra la democracia y las instituciones, como señaló Luis Bruschtein en su nota titulada “Marca registrada”, publicada el sábado 22 de agosto en Página 12.

“Sharp se ha puesto de moda entre los grupos más derechistas de la oposición a gobiernos populares en Latinoamérica y sus libros han inspirado la idea de «golpe suave», que implica aprovechar el más mínimo conflicto, ya sea económico, legal, militar o climático, para promover acciones que lleven a la caída de los gobiernos populares democráticos. Cada acción es presentada como un acto heroico en defensa de la democracia, un hecho definitivo, que sólo puede concluir con la salida de estos gobiernos”, explica Bruschtein.

En febrero de 2014, en pleno intento de golpe de Estado en Venezuela, Ignacio Ramonet mencionó la utilización de “las técnicas del manual de Gene Sharp” en su nota “Un golpe lento en marcha” publicada en Le Monde diplomatique. Ramonet señala que se inspira en Sharp la guerra psicológica y económica que se viene librando contra la Revolución Bolivariana, que apunta a “crear descontento mediante el acaparamiento masivo de productos de primera necesidad, hacer creer en la «incompetencia» del gobierno, fomentar manifestaciones de descontento e intensificar el acoso mediático”.

Viejos y gastados espejitos de colores

Nada original contienen las obras de Sharp. Las acciones psicológicas, los boicots, la guerra económica, y otras estratagemas destituyentes y presuntamente “no violentas”, vienen siendo usadas en este planeta desde la antigüedad más remota.

Pero además, en el caso de América latina, todos y cada uno de los golpes de Estado se perpetraron con acciones de ese tipo, como fase previa al uso de la fuerza brutal de los ejércitos. Y siempre con la ayuda de EE.UU. Porque, como señala Bruschtein, los métodos de lucha de Sharp sólo son efectivos si detrás está el accionar del Imperio.

Tampoco es nuevo el cinismo de Sharp. Ni sus falacias. Ni su uso perverso del lenguaje para ocultar y confundir, diciendo lo contrario de lo que quiere expresar. Está de moda entre el golpismo regional, acaso, porque su discurso es liviano, sencillo, propio de un manualcito de autoayuda. Es una cuestión cultural: dentro de los sectores destituyentes, la ideología del marketing y la autoayuda, con su individualismo ahistórico y antipolítico y sus soluciones sencillas, resulta convincente y conveniente.

Sharp vende viejos y gastados espejitos de colores. Entre las derechas golpistas encontró un mercado ávido para sus libelos. En ellos habla de “dictadura” y “opresión”. Pero esos conceptos, tal como hizo Mirtha Legrand, para tomar un ejemplo farandulesco, se suelen aplicar a gobiernos democráticos, si no están alineados por los poderes fácticos.

Sharp ofrece un manual de autoayuda para el golpista latinoamericano. Una serie de fórmulas sencillas para derrocar a un gobierno en unos pocos pasos. Es una suerte de Jaime Durán Barba, mejor disfrazado y preparado, pero poco más que eso. Al revisar sus formulitas, se torna claro que Sharp es el gurú que está detrás de muchos de los intentos destituyentes, que siguen sus recomendaciones paso a paso, a pie juntilla.

“Nosotros combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas”, señala Sharp, que nos quiere hacer creer que esas “armas” nada tienen que ver con la violencia, como si la violencia fuese sólo física. En su libro de 1993 De la dictadura a la democracia, describe 198 métodos para derrocar gobiernos. El oxímoron “golpes suaves” describiría algunos de los métodos de Sharp. Lástima que la expresión es apenas un eufemismo: no hay golpes suaves. Hay distintas formas de debilitar gobiernos democráticos. Y la guerra psicológica, la desinformación, el miedo, la guerra económica y la guerra social son tan viejos y tan violentos como el mundo. Nada nuevo bajo el sol. Todos los golpes y los intentos de golpe en la región echaron mano de estas acciones.
Con sólo revisar algunas de las formulitas que ofrece Sharp, el parecido con las acciones golpistas y destituyentes que se vienen implementando en Brasil, Venezuela, Ecuador y Argentina queda en evidencia.

La idea es generar y promocionar un clima de malestar en la sociedad. Para lograrlo se puede recurrir, entre otras muchas medidas, a las denuncias de corrupción, una estratagema muy conocida por estos pagos. También se aconseja acusar al gobierno de totalitario y autoritario y lanzar campañas en defensa de la libertad de prensa y los derechos humanos.

Sharp recomienda además ganar la calle y promover manifestaciones y protestas contra el gobierno. El manual de Sharp menciona asimismo la realización de operaciones de guerra psicológica y desestabilización del gobierno, para crear un clima de ingobernabilidad. El objetivo final es forzar la renuncia del presidente.

Según sus partidarios, las estrategias de Sharp contribuyeron a los derrocamientos de Slobodan Milosevic en Serbia (2000), Eduard Shevarnadze en Georgia (2003), y Hosni Mubarak en Egipto (2011). Los golpistas enamorados del manualcito afirman, asimismo, que las técnicas Sharp ayudaron a la ascensión de Viktor Yuschenko en Ucrania (2004).

Sus libelos producen arrasadores orgasmos en los agentes de la CIA que miran, babeantes, hacia América latina. Pero hasta ahora, a los poderes fácticos no les resulta tan fácil imponer una restauración conservadora en la región. Se concretaron golpes en Honduras (2009) y Paraguay (2012), pero numerosos intentos vienen fracasando en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil y Argentina.

La realidad es compleja, y resulta irreductible a las falacias de la autoayuda destituyente. En el mundo individualista y sin historia que esos manuales promueven, se margina un hecho duro e incontrastable: hay millones de personas dispuestas a defender los gobiernos posneoliberales de la región.
En 2007, el ex presidente de Venezuela Hugo Chávez denunció que bajo el gastado disfraz de Sharp y su supuesta “no violencia”, estaba la violentísima CIA.

Hasta ahora, las espadas de Bolívar y San Martín vienen haciendo pedazos los manualcitos golpistas de Sharp.

Fuente: El Eslabón

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