filial la bola

Los integrantes de la agrupación local de Sarmiento de Junín, que acaba de cumplir su primera década de vida, disfrutan el presente del club de sus amores que regresó a Primera División después de 32 largos años.

Marcelo Talpini, quien por razones laborales se mudó a Rosario hace aproximadamente unos 20 años, asegura que lo que más extrañaba era Sarmiento y que por eso se puso en campaña para encontrar a otros locos como él y hacer algo para vencer a la distancia. “Arrancamos haciendo una página con otro muchacho (elverdedejunin.com.ar), para darle información a los hinchas que no estaban en Junín y que no la recibían porque en esa época lo único que había eran los diarios de acá, que sólo hablaban de Central y Newell’s”, rememora el Tucumano, que así es como lo conocen todos por haberse “demorado demasiado en volver” de un viaje al Jardín de la República que realizó para ver al Verde.

La vida lo cruzaría con Mariano el Gato Melillo, que lo paró por la calle porque lo reconoció de verlo en la tribuna del Eva Perón, y con quien empezarían a darle forma a la idea de armar una filial. El Gato, hijo de Oscar Melillo, un recordado lateral izquierdo que brilló con la verdolaga en la década del 70, vivía en la Casa del Estudiante de Junín de Rosario –un caserón de San Martín al 1300– con unos cuantos jóvenes más de esa localidad bonaerense y recuerda que “lo primero que hicimos fue contactar a otros hinchas que había en la ciudad”, y “empezar a juntarnos para ver los partidos o comer un asado”, pero siempre con la idea de organizarse y no sentirse tan lejos de Sarmiento.

Un encuentro con Tiro Federal en Ludueña, por el torneo de la B Nacional de 2005, fue la excusa perfecta para ponerle fecha fundacional al asunto: el 5 de febrero de aquel año.

El nombre de la pasión

Ramiro Noirat, otro juninense que vino a la ciudad para estudiar en aquellos tiempos, conoció al Tucu y al Gato por un amigo en común y se sumó rápidamente a la incipiente filial. Miro, tal su diminutivo, explica que eligió Rosario porque es “mucho más linda que Buenos Aires y más parecida a Junín”, y admite: “No sé si estando en Junín hubiéramos llegado a ser amigos, pero acá somos hermanos y nos une la filial, que es una forma de vida”.

Para bautizar a la agrupación que estaban a punto de parir, decidieron homenajear a un jugador que no había tenido el reconocimiento que se merecía: Julio Chocho Correas. “Era corte (Blas) Giunta, para hacer una asimetría con algún jugador emblemático de Primera. Un jugador aguerrido que dejaba todo en la cancha y que jugó la mayor parte de su carrera cuando Sarmiento estuvo en la C y en la B Metropolitana”, indica Talpini, y destaca que “el tipo, después de colgar los botines, iba siempre a la cancha, incluso afuera cuando todavía podían ir los visitantes, y en el medio de la hinchada”.

Noirat agrega que el Chocho los visitó en una oportunidad en que el Verde vino a jugar con Central Córdoba, en Tablada, y que “está siempre al tanto de las actividades que desarrollamos”; y Melillo acota que “si bien estamos reconocidos pero no oficializados –algo que esperamos concretar antes de fin de año– el club nos da camisetas y ropa de entrenamiento para sortear y nosotros tratamos de colaborar permanentemente en todo lo que podamos”.

Entre otras actividades, concretaron pintadas por los barrios juninenses, realizaron murales en la institución y organizaron un gran encuentro de filiales en el estadio ubicado en el populoso barrio Cemento del que participaron viejas glorias del club y filiales de todo el país, incluyendo la de San Martín de los Andes.

Juntos somos más

Los integrantes de la filial rosarina, se juntan religiosamente los segundos jueves de cada mes y cada vez que el Verde los convoque. “Lo principal es que se come bien –dice Miro entre risas– y la buena onda que hay”. Los partidos de visitante los ven juntos en alguna casa, con excepción de aquellos que respetan a rajatabla alguna cábala, y cuando Sarmiento juega en el Eva Perón la cita es ineludible.

Además de hacer rifas y comprometerse a ser socios del club y estar al día, instauraron una cuota interna y obligatoria. “Nos comprometimos a poner todos una módica suma con la que no sólo solventamos alguna actividad de la filial sino que también sirve para colaborar con el club, como por ejemplo comprando una de esas rifas o bonos contribuciones que si las comprás sólo te duelen en el alma, o como ahora que vamos a colaborar con las inferiores, que es algo que hacemos con todo el orgullo del mundo porque los pibes son el futuro del club”, dice Marcelo, y le tira un centro a su compinche Ramiro, que entre otras cosas es actor, para que cuente que acaba de presentar un proyecto para dar clases de teatro a los pibes y pibas que asisten a la colonia de vacaciones de la institución.

Tanto el Tucu como Miro (el Gato se volvió hace un tiempo a Junín y la entrevista se realizó telefónicamente) acudieron a la cita enfrascados en pilcha del club de sus amores, algo que aseguran se repite los 365 días del año, y a modo de despedida, Miro suelta una frase que termina de pintar lo que es la pasión por los colores: “Cuando uno está fuera de su ciudad, se hace bandera”.

Un recuerdo de Primera

La hora más gloriosa, para los integrantes de la filial rosarina de Sarmiento, fue cuando se aseguraron la vuelta a la máxima categoría del fútbol argentino a fines de 2014. “Habíamos arrancado muy mal y a la 6ª fecha le pidieron a Sergio Lippi que vuelva a tomar las riendas del equipo con el que había logrado el ascenso de la B Metropolitana al Nacional”, rememora Talpini, quien se enorgullece del nombre que lleva el estadio de su club (“el sólo hecho de que una mujer como Eva Perón haya sido hincha de Sarmiento para nosotros es un motivo de orgullo inmenso, y si a eso se le suma que uno comparte la misma ideología y el signo político, más aún”), y agrega: “Lippi le cambió la cabeza a los jugadores y el Verde empezó a ganar y a ganar”.

A falta de dos fechas para el final del torneo, había que visitar a Unión y casi mil hinchas se las ingeniaron para estar en el 15 de Abril, camuflados, viendo como se rescataba el punto que le permitía a Sarmiento retornar, después de 32 largos años, a Primera.

“Fue una locura total y de Santa Fe, en vez de volver a Rosario, nos fuimos derecho a Junín de la alegría que teníamos”, cuenta emocionado Noirat, mientras Marcelo se encarga de remarcar que la llegada del micro que trasladaba al plantel, al día siguiente fue apoteótica: “Ya en Rojas se empezaron a sumar autos a la caravana, que se agrandó aún más a la altura de Pergamino y que se terminó transformando en un verdadero carnaval en Roca”, localidad situada a una decena de kilómetros de Junín, donde los hinchas se adueñaron de la ruta y la circulación pasó a ser nula para dar paso a los bocinazos, cánticos y abrazos al por mayor.

Al partido siguiente, con el objetivo en el bolsillo, hubo invasión de cancha y vuelta olímpica. “Nos queríamos quedar a vivir ahí, pero igual los festejos siguieron toda la semana, con agasajos y cenas, y duraron hasta fin de año”, relata Miro que nunca había visto al equipo de sus amores en la categoría mayor, y concluye: “Fue vivir lo que nos habían contado nuestros viejos, abuelos y amigos más grandes como el Tucu: la ciudad de fiesta y toda teñida de verde”.

Fuente: El Eslabón.

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