Charo Bogarín es la cantante y compositora formoseña que junto al músico y arreglador chaqueño Diego Pérez lidera Tonolec, agrupación musical que trabaja sobre ancestrales cantares del pueblo qom y mbya guaraní.
“Ningún fruto cae lejos de su árbol. Por eso, uno vuelve a mirar las raíces, los valores de los mayores y las ideologías por las que lucharon nuestros padres”, dice Charo Bogarín, cantante y compositora formoseña que junto al músico y arreglador Diego Pérez lidera Tonolec, que de dúo pasó a un octeto que trabaja sobre ancestrales cantares del pueblo qom y mbya guaraní. Esta semana pasaron por Rosario y el eslabón habló con su voz principal.
“Al acercarse y profundizar sobre la música ancestral, no se puede dejar de involucrar en lo que está detrás del arte, esa expresión de la cosmogonía de un pueblo originario. Se expresan en cantos colectivos, con canciones que curan o celebran”, sostiene Charo Bogarín.. Y remarca la diferencia que esta música tiene con respecto a las occidentales: “Se contrapone al individualismo y no es una música para distraer o comerciar, tampoco bastardea a la figura de la mujer”.
“Con esas melodías profundas –agrega– te enterás de las formas de vida y cultura del pueblo, de sus dioses, sus medicinas, ese cantar para sanar, esa espiritualidad que no divide, como lo hacen las religiones”.
“Mi historia –cuenta la vocalista– está signada por dos líneas que me atraviesan, mi padre Francisco Pancho Bogarín fue secuestrado y desaparecido durante la dictadura cívico militar y además, llevo la sangre guaraní y qom, parte de los pueblos originarios, también ignorados y perseguidos, parte de una cultura ignorada, no visualizada” .
“Mi rol es reivindicar esos dos pilares muy fuerte que son mis antepasados. La música transmite el ADN de cada uno, brota de uno la carga histórica. Así, por las elecciones de vida y atando cabos, uno se da cuenta de esa herencia”, explica esta morocha de 43 años, nacida en Clorinda, que además de su profundo canto, interpresa charango, cuatro venezolano y bombo legüero.
La cosmovisión y el cacique
En su sangre hay marcas. Su tatarabuelo era un cacique guayraré, de una parcialidad guaraní. Habitaba la región Guayra, zona centro del actual Paraguay. De allí los fueron corriendo para refugiarse en la selva.
A pesar de ser perseguidos y exterminados, Charo sostiene: “Pero no se puede desaparecer tan simplemente a una historia, no se la puede callar”. Y es Tonolec quien rescata esas sabidurías milenarias y las profundas raíces que nos ayudan a comprender quienes somos.
“La espiritualidad te guía, hay códigos que te llevan a esa relación con el ambiente diferente. Entonces pensas que el hombre convive con la naturaleza, el medio donde habitamos y que nos da abrigo y alimento. Por eso no podemos dejar de cuidarla”, advierte.
Y agrega: “Hoy, para una nueva forma de vida se requiere volver a aquellos viejos modelos, de convivencia con la tierra. Aprender a vivir con una visión diferente y cómo conducirse en las acciones cotidianas”.
Sobre esa sabiduría en el nombrar a los montes, ríos, parajes, Charo la compara con eso de llamar hoy a una calle: General Roca, “el nombre de quien comandó la campaña sangrienta y fue una masacre de pueblos originarios”.
Las ligas agrarias y el militante
Francisco Javier Pancho Bogarín, padre de Charo, era dirigente peronista y congresal del Partido Justicialista y miembro de las Ligas Agrarias. Pero además, era musiquero, armó la escuela de folclore Estampas argentinas. “Junto a mi mamá recorrieron varias provincias, iban a bailar a Cosquín. También escribía poemas”, recordaba Charo en una nota un diario digital de Resistencia.
Caciques originarios y militantes, no es lo que la política correcta desea para un país. Por eso en la historia se repite la represión a los que se oponen a la domesticación. En 1976, Pancho desaparece en Clorinda, junto a sus compañeros Cantalicio Mazacote y Porfirio Dominguez.
Templando el bombo
Tras el secuestro y desaparición de su padre, con su madre –maestra de frontera– y su hermana, se va a la ciudad de Resistencia, Chaco. Estudia y trabaja como periodista, pero decide dejar el oficio para volver a lo que la atraía ya de pequeña. Retoma la danza, el canto y se le da por tocar también el bombo, como su padre. Remarca que “en el espacio del arte no hay patrones de la razón, y el sentimiento es la fibra”.
“Entonces, aparece la historia de mi padre desaparecido, mi sangre mestiza y también italiana por parte de mi madre”. Y también se interesa por la cultura de los qom.
Tonolec
Nacido como dúo, toman el nombre en qom de un ave del norte chaqueño, tipo lechucita. Dice que utiliza su canto para “atraer e hipnotiza”. Además de Charo, en voz, charango, cuatro venezolano, bombo legüero y cantar con todo el cuerpo y expresión; Diego Pérez es el arreglador y compositor, a la vez que interprete de teclado, piano, guitarra y cuatro venezolano.
La banda, ahora en formato de octeto electroacústico cumple diez años de andar, fusionando los sones nativos de la etnia qom y mbya guaraní con el sonido electrónico.
En ese transmitir voces de tiempos milenarios, también trabajaron sobre canciones tradicionales que les transmitieron ancianos de las comunidades nombradas, o cantan junto a un coro de gurisitos de Misiones.
Y Charo sostiene: “La globalización trae cosas buenas, pero desdibuja a las pequeñas aldeas. Sólo en Paraguay lo han tomado como idioma oficial. Hay que rescatar a las regiones, no somos países, ni Estados, somos regiones que estamos signando por las misma cultura y costumbres. En Brasil, Argentina y Paraguay se habla el guaraní”.
