Foto: Franco Trovato Fuoco.
Foto: Franco Trovato Fuoco.

“Son muchas cosas las que se nos vienen a la cabeza un día como hoy. Pero lo más importante para mí es que todavía no hay ningún detenido”, son las primeras palabras que esbozará Ramón Casco, padre de Franco, el joven de Florencio Varela que vino a visitar a su familia rosarina hace un año y que fue visto con vida por última vez en la comisaría séptima, que estuvo desaparecido 22 días, y cuyo cadáver fue hallado en el río Paraná luego de una amplia movilización popular. Su madre, Elsa Godoy, admitirá que todo esto le “cambió la vida” y que ya no pudo dormir bien nunca más. “Por ahí cuando vea que se haga justicia y que la justicia sea como tiene que ser, ahí sí me voy a quedar tranquila”, dirá la mujer. Ambos recibieron a este medio en el Bodegón Cultural Casa de Pocho, en pleno barrio Ludueña, acompañados por Vane y Lucas, dos de los pibes de ese espacio que les dio contención y se puso al frente de un reclamo que logró conmover a la ciudad. De a poco irán contando cómo era su vida antes del 6 octubre y compartirán recuerdos de su hijo, del que no tienen dudas que fue asesinado por la policía local.

Memorias de Franco

“Cuando era chiquito lo que más le gustaba era ir a pescar rana, el agarraba una cañita, le ponía hilo, un ganchito y pasaba con eso todo el día”, contó Ramón, y refirió que en la humilde zona de Florencio Varela, donde criaron a once hijos, “había zanjas” en las que jugaban los pibes y “unos soles que quemaban”, pero que no evitaban que Franco se quedara todo el día persiguiendo renacuajos. “Era un pibe querido por todos en el barrio donde se crió con sus amigos. Después se puso de novio, fue papá, y tiene un hijito de cuatro años. Era hincha de River pero nunca pudo ir a la cancha”, aportó Elsa, quien varias veces durante la charla debió secar sus lágrimas. “Iba conmigo a bailar, a un baile paraguayo, pero a él no le gustaba tanto al principio, después empezó a gustarle y me decía: «ma, voy con vos»”.

Aunque los padres de Franco parecen ser más bien callados y tímidos, la posibilidad de hablar tranquilos, en un marco como la Casa de Pocho, con mate de por medio y con los tiempos que ellos fueron poniendo, la charla finalmente fue larga e intensa. “Lo recuerdo siempre como él era. Para mí no pasó un año. Recuerdo cuando él estaba conmigo, hasta el último día que lo vi. El día antes de viajar a Rosario, me dijo que me quería y me amaba mucho”, rememoró la mujer.

Las imágenes de esos días, cuando la mujer vino a Rosario a buscar a su hijo el 12 de octubre, tras el llamado de Ramón que desde el 8 ya estaba en la ciudad, quedaron grabadas en Elsa: “Busqué y anduve por todos lados. En la comisaría, el parque, en la estación, en cada esquina donde había un chico lavando coches yo iba y preguntaba y nadie lo había visto. Pero al mismo tiempo me decía «Franco no está más». Ya había pasado más de una semana, todos decían haberlo visto y yo no lo encontraba”.

“Ahora que pasó un año –refirió Elsa–, lo recuerdo cuando viajo o voy al centro, vaya a donde vaya, en colectivo, en esos viajes veo a Franco, en cada pibe que veo lo veo a Franco. Igual que los primeros días que lo salí a buscar, cuando pensaba que podía haber estado por ahí, sentado en la calle, o andando por cualquier lado”.

Vivir en Rosario

A pesar de que para Franco fue la primera visita a la ciudad, Ramón y Elsa la conocen muy bien. Los dos vivieron acá muchos años luego de que, cada uno por su lado, habían tenido que emigrar de sus respectivos lugares de origen con sus familias, ambos del norte provincial: él de Calchaquí y ella de Margarita, donde supieron de cosechas de algodón y la industria de la madera.

Los dos decidieron volver a vivir a Rosario, tras la desaparición y muerte de Franco. “Hasta ahora sigue siendo duro para mí –reconoció Elsa–. Tenía una vida con mis hijos allá. A ellos les pasa lo mismo, acá no conocen a nadie. Por momentos me pongo a pensar en eso, pero no les puedo contar lo que a mí me pasa. No los obligo a participar en todo esto. Pero, por ejemplo, a la marcha les pregunté si querían ir, y los más chicos me dijeron que sí pero el más grande no, no pudo. No los puedo exigir”.

“Los primeros cuatro meses, por momentos me decía: «me quedo luchando». Y luego cambiaba y decía: «no, me vuelvo a Buenos Aires con mis hijos, que es donde nacieron y se criaron». Creo que era porque el dolor era muy reciente. Después pensé que tenía que seguir luchando y buscar justicia por lo que le hicieron a mi hijo y nada más”, contó la mujer, y remarcó: “Es duro para mí estar acá, no sé donde ir, no sé qué hacer”.

Elsa explicó que todo lo que le tocó vivir la llevó “a no creer en nada, ni nadie”, aunque agradece que “sí estuvieron muchas personas presentes en este momento”, como los jóvenes del Bodegón. “Ahí fue cuando me dije: «me quedo a luchar hasta el final»”, añadió la mujer, que además comentó que ya casi no duerme. “Me quedo todas las noches rebobinando, recordando desde el primer día que vine a buscar a Franco hasta ahora. Ya pasó un año y para mí es como si fuera ayer. Lo mismo cuando voy a una marcha, me hace recordar mucho, no puedo sacar de mi mente todo lo que yo pasé en ese momento. Por ahí cuando yo vea que se haga justicia y que la justicia sea como tiene que ser, ahí sí me voy a quedar tranquila.

“A mí me partió al medio venirme, yo conocía bien Rosario pero hacía 20 años que vivía en Florencio Varela”, indicó Ramón, quien contó además que siempre se dedicó a la albañilería. “Uno de los que más iba conmigo a trabajar era Franco, yo hacía changas, a veces agarraba buenos trabajos, de casas, y armaba equipo con él y mi yerno”, agregó el hombre y recordó que sus primeros pasos laborales los dio de chico, junto a su familia en la cosecha del algodón en Calchaquí, con sus 14 hermanos, diez de los cuales viven en Rosario.

Noticias de ayer y de hoy

Elsa nunca pensó que le podía pasar algo así con uno de sus hijos. “Yo veía el noticiero, cosas que pasaban en Rosario o en otro lado, y decía: «qué bárbaro, pobre familia, pobre madre», y pensaba que ojalá nunca me toque a mí”, admitió, para luego decir: “Hasta que me llamó Ramón, para decirme que Franco no aparecía y que había estado detenido en una comisaría. Ahí supe el dolor que se siente, la impotencia que tiene uno, cuando escucha las cosas que escucha, como las que me dijeron en la comisaría, lugares donde me verseaban todo el tiempo”, comentó.

Ramón repasó los primeros movimientos que realizó aquellos días en los que vino a buscar a su hijo. “Yo llegué el 8 octubre y me fui directo a la comisaría séptima. Y ahí ya me trataron re mal y no me dijeron nada. Me fui y volví con mi hermana, entonces me dijeron que había habido un chico Godoy. Una policía dijo: «no será ese que estaba anoche»”, señaló el hombre que en ese instante registró “la indiferencia, la cara de estar tapando algo de los milicos”.

La madre de Franco también recordó que cuando llegó ya se “imaginaba algo malo”. Pero “a la vez tenía mucha esperanza de encontrarlo”, y relató las miles de vuelta por la ciudad que dieron en busca de su hijo, el derrotero por los hospitales de la ciudad y el destrato que recibieron en la comisaría a la que fueron una y otra vez: “Fuimos tantas veces, las primeras que fue Ramón, o cuando el 12 de octubre llegué yo y nos mandaron a ver si Franco no estaba en el crotario. Nos dijeron que vayamos ahí, que un móvil policial lo había llevado ahí”.

Pero nada le generó más enojo a la familia Casco-Godoy que el “engaño y el manoseo” que, entienden, recibieron de parte del fiscal provincial Guillermo Apanowicz. “Lo que me mintieron en la fiscalía es lo que más me molestó”, destacó Elsa.

Tanto Ramón como Elsa apuntaron sus críticas al fiscal, aunque no se salvaron la médica policial que firmó el informe en el que se decía que Franco “no se ubicaba en tiempo y en espacio”, ni los funcionarios del gobierno provincial, entre ellos el que se llevó todos los premios fue el secretario de Control del Ministerio de Seguridad provincial, Ignacio Del Vecchio, que agitó versiones que salían de la propia fuerza de seguridad y que pretendían instalar que Franco “andaba drogado por ahí” o que lo habían visto en diferentes lugares.

“Ese Del Vecchio, lo que nos insistió con el tema del famoso video, en el que decía que se lo veía a Franco”, contó Ramón, y amplió: “Lo vi yo, después insistían con que lo vea Elsa y después insistieron con que lo vea mi hermana”. “Querían conseguir que alguien diga que el del video era Franco, pero nada que ver”, añadió Elsa.

Para los padres de Franco hubo un antes y un después con la primera gran marcha que organizaron. “Ya los días previos a la marcha se pusieron locos, nos empezaron a llamar, querían mostrar que estaban trabajando”, acotó Lucas del Bodegón de Pocho, quien estuvo presente durante toda la entrevista, cebando mate y aportando alguna anécdota, al igual que Vanea, aunque su aporte fue más que nada generar el espacio propicio para que Ramón y Elsa pudieran contar su lucha y recordar a su hijo.

Tras destacar “el logro” del paso de la investigación del fuero provincial –del cual quedaron completamente decepcionados– a la Justicia Federal, con “trabajo del doctor (Gabriel) Ganón”, los padres de Franco se muestran esperanzados en lo que calificaron como “un avance de la causa” que ahora tramita en el juzgado de Carlos Vera Barros (ver nota aparte).

“Yo digo que la condena tiene que ser justa. No quiero que estén cinco o diez años y salgan a seguir matando. A mi hijo no lo mataron a golpes, lo torturaron”, concluyó Elsa.

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Un comentario

  1. adhemar principiano

    10/10/2015 en 14:56

    Lo publicado en los medios, no deja de ser la anecdotico, el folleton, la invencion, de lo tragico de la cultura socio/economica burguesa del sistema capitalista. Tenemos y debemos luchar para darle conciencia de clase y conocimiento politico y asi cambiar el sistema.

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