VLADIVOSTOK, Russia (September 6, 2012) Deputy United States Trade Representative Demetrios Marantis (third from right) poses with trade ministers from Trans-Pacific Countries (Bruno Ferrari Garcia de Alba, Mexico; Craig Emerson, Australia; Lim Jock Seng, Brunei; Alfredo Moreno, Chile; Mustapa Mohamed, Malaysia; Tim Groser, New Zealand; Jose Luis Silva Martinot, Peru; Lim Hng Kiang, Singapore; Demetrios Marantis, United States; Vu Huy Hoang, Vietnam; Edward Fast, Canada).  [State Department photo by William Ng]

El 4 de noviembre próximo se cumplirán diez años de la histórica Cumbre de las Américas de Mar del Plata, cuando Néstor Kirchner, Lula Da Silva y Hugo Chávez encabezaron la oposición al tratado de libre comercio que impulsaba el presidente de EEUU, George W. Bush: el ALCA. El grito de Chávez “ALCA, al carajo”, marcó la profundización de un proceso de integración regional y recuperación de soberanía.Fue un durísimo golpe al neoliberalismo. Bush se volvió con el rabo entre las piernas. Y significó el inicio de un proceso que todavía llena de esperanzas a millones de latinoamericanos, y de odio a un puñado de cipayos que no saben cómo hacer para la lograr la restauración conservadora.

EEUU y las grandes corporaciones que el Imperio representa nunca olvidaron semejante humillación y juraron venganza. Esto explica los golpes de Estado perpetrados (en Paraguay y en Honduras) y los permanentes intentos de golpe en la región. También explica la demonización de los gobiernos posneoliberales y el odio cerril de los representantes del establishment, expresado por los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos.

EEUU siguió pugnando por conseguir tratados de libre comercio con países de la región. Colombia, por ejemplo, firmó con EEUU un tratado con esas características en 2011. Y desde entonces sufre las consecuencias: economías regionales arrasadas, desindustrialización, desocupación y aumento exponencial de los niveles de pobreza.

Esta semana el imperio se dio un gustazo: México, Perú y Chile firmaron el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o TPP por sus siglas en inglés), un pacto de “integración económica” con EEUU Japón y países de la Cuenca del Pacífico.

El acuerdo todavía tiene que ser ratificado por los parlamentos de los respectivos países. Pero está claro que es un producto del neoliberalismo en estado puro.
Sienta las bases de un bloque económico que reducirá las barreras comerciales en las 12 naciones que participan en él, y permite que los peces gordos se devoren a los más pequeños sin siquiera tener la deferencia de masticarlos.

El compromiso se alcanzó luego de cinco días de negociaciones en la ciudad estadounidense de Atlanta. Pero las discusiones llevaron más de cinco años.

Los otros países integrantes del TPP son Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam. El nuevo bloque comercial abarca 800 millones de personas. China dijo no, gracias.

La lucha contra el tratado en Chile

La Plataforma Ciudadana Chile Mejor Sin TPP manifestó su más profundo rechazo por la actuación “irresponsable” del gobierno de Michelle Bachelet, “por actuar a espaldas de la ciudadanía y ceder ante las presiones de las principales potencias”, sin tener en consideración el impacto que tendrá en la economía de Chile.

La plataforma denunció, asimismo que durante más de cinco años este acuerdo se vino negociando “con un secretismo absoluto” y sin participación efectiva de la ciudadanía, así como tampoco del Parlamento, donde se rechazó una moción que pedía conocer su contenido. La Plataforma Ciudadana Chile Mejor Sin TPP anunció que se movilizará para insistir en que el Congreso no apruebe este mega acuerdo comercial, y que se garantice una participación efectiva de la ciudadanía durante el proceso legislativo, incluida la consulta previa a pueblos indígenas, como establece el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ratificado por el Estado chileno y vigente en ese país.

Los trabajadores de EEUU también se oponen

En una clara demostración de que la gran cuestión, la división, la grieta (como suele decirse en la Argentina) no es sólo entre países, sino fundamentalmente entre una pequeña élite corporativa transnacional, sin patria ni bandera, y la inmensa masa de trabajadoras y trabajadores, hasta en EEUU se levantaron voces contra el acuerdo.
Varios sindicatos estadounidenses argumentaron que el acuerdo ayudará a que más empleos industriales bien remunerados sean relocalizados a países de menor costo de mano de obra en el sureste de Asia, como por ejemplo Vietnam.

El proceso de deslocalización y desindustrialización que sufre la clase obrera de EEUU ya lleva varias décadas. Decenas de miles de fábricas cerraron, en el marco de la financiarización del capitalismo. Un ejemplo monumental de este proceso es la ciudad de Detroit, otrora la cuna de las grandes fábricas de automóviles, y hoy tierra arrasada. La Municipalidad de esa ciudad llegó a quebrar incluso, empujada al abismo por los mismos fondos buitre que intentan comer carroña argentina.

Fuente: El Eslabón

Más notas relacionadas
Más por Pablo Bilsky
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

Cholo bandoneón

Rodolfo Montironi, leyenda viva del tango, repasa sus más de 80 años con el fuelle y asegu