Sputnik. Foto: Wikipedia.
Sputnik. Foto: Wikipedia.

Pocas cosas impresionan e inspiran a niños y adolescentes como el lanzamiento de un cohete. Sucedió en la Unión Soviética. Tras el lanzamiento del Sputnik 1, en 1957, la inversión en tecnología aumentó y las carreras de ingeniería se pusieron de moda. Veinte años después se produjo una avalancha de ingenieros: la “Generación Sputnik”.

El Sputnik 1 (en ruso “sputnik” significa “satélite”) se lanzó al espacio el 4 de octubre de 1957. Fue el primer satélite artificial de la historia. La ciencia y la tecnología cobraron un nuevo impulso, no sólo en la Unión Soviética, sino también en su principal competidor en la carrera espacial: EEUU

Por ejemplo, al escritor estadounidense Ray Bradbury (1920-2012) le cambió la vida ver un cohete cuando niño. Soñó con ser astronauta. No pudo asistir a la facultad por cuestiones económicas. Se ganó la vida vendiendo diarios y pasó muchas horas encerrado en una biblioteca. Escribió Crónicas marcianas y Fahrenheit 451, entre muchas otras obras. Existe un asteroide llamado “Bradbury” en su honor.

Se conoce como “Generación Sputnik” o “momento Sputnik” el auge disparado por el primer satélite artificial. El espacio, los cohetes y los viajes interplanetarios siempre fascinaron a niños, jóvenes y adultos. Y muchos de ellos moldearon su vocación en función de esa fascinación.

Es de esperar que el proyecto Arsat, que es fruto de los avances tecnológicos de la Argentina, potencie aún más la tecnología nacional y la educación pública en áreas vinculadas con los avances logrados.

Quizás en un futuro mediato pueda hablarse de la “Generación Arsat”. En este sentido, sería de gran ayuda que los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos le dieran un lugar más destacado a la noticia del lanzamiento del Arsat-2, y a todo lo que implica para el país.

Pero es sabido que los poderes fácticos rechazan la soberanía como a la misma peste. Y que por ende son enemigos de los avances en ciencia y tecnología.

Es una pena que se intente ocultar un hecho histórico. Y que se prive a la ciudadanía de una alegría y un motivo de orgullo. Ellos apuestan al mórbido “somos una mierda” de Jorge Lanata. Pero acaso la potencia del Arsat, y de todo el trabajo de miles de científicos argentinos que lo hicieron posible, igualmente sirva de inspiración a generaciones de argentinas y argentinos.

Las tonterías, ignorancias y cipayismos que por estos días propalan los medios hegemónicos pueden resultar barridos por la fuerza del Arsat.

Parece que Argentina no tiene derecho a la soberanía, ni al avance tecnológico. Su lugar en el mundo, para los medios hegemónicos, es el de la periferia dominada y dependiente.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, destacó recientemente la importancia de la inversión en innovación tecnológica y aseguró que “es el momento Sputnik de nuestra generación”. Para los poderes fácticos, si lo dicen en EEUU está bien, y eso demuestra la superioridad de ese país.

Pero en la Argentina no. En la Argentina está mal. Es gasto, no es inversión. Lejos, muy lejos de la estupidez y el cipayismo, los satélites argentinos surcan el espacio infinito.

Fuente: El Eslabón

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