El macrismo y sus disfraces no tiene límites. Foto: Andrés Macera.
El macrismo y sus disfraces no tiene límites. Foto: Andrés Macera.

La batalla cultural es esquiva al análisis, inasible. A veces, a los que intentamos analizar se nos queman los papeles y quedamos pedaleando en el aire. Resulta muy difícil no empantanarse en la respuesta emocional, que es inevitable y hasta necesaria. Pero uno de los tantos desafíos por estas horas es sobrepasarla lo antes posible. Porque el que se enoja pierde.

Los expertos en las artes marciales chinas conocidas como wushu utilizan la fuerza del oponente en su favor. Asimilan los golpes, los absorben. Y después los reconducen, los redirigen. Se mantienen relajados, imperturbables en medio de la batalla. Cuando uno intenta golpearlos, es como pegarle al aire, o a un hilo que flota, leve, a merced del viento. Cuando ellos golpean, en cambio, el golpe es como “una montaña” según una metáfora utilizada por los chinos. El secreto de su arte es pasar de colibrí inasible a montaña, en fracción de segundos, según las necesidades de la batalla.

No es fácil. La calma zen no se alcanza de un día para otro. En el caso particular de la batalla por el sentido en la Argentina, ya van doce años de ataques de los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos.

Son doce años de provocaciones, mentiras, insultos e injusticias. Y odio. No sólo contra un gobierno. Contra la soberanía, contra los trabajadores, contra la inclusión, contra la democracia, contra las instituciones, contra la idea misma de construcción colectiva. Y contra el valor de la palabra y la fundamentación.

El candidato Mauricio Macri hizo una buena cosecha de votos robando, entre otras cosas, el sentido de las palabras. Acaso muchos votaron al que habla sin decir nada justamente por eso, porque no dice nada. El odio es irracional y refractario a los argumentos. Los argumentos desnudan al odio, lo muestran como la treta vil de los que se sienten débiles ante las mayorías y las construcciones colectivas inclusivas.

Macri realizó este vaciamiento en su carácter de representante, útil aunque poco dotado, de un poderoso grupo de poderes fácticos, nacionales y transnacionales, y de los medios a su servicio.

La prédica falaz, las denuncias sin fundamentos, la creación de miedos y amarguras, no lograron voltear al gobierno de Cristina Fernández. Pero eso no significa que no hayan logrado nada. La cosecha se verifica ahora.

Si el terrorismo es la “dominación por el terror”, tal como indica el diccionario de la Real Academia Española como primera acepción, no es exagerado utilizar el término para describir las operaciones de los medios hegemónicos.

Miedo, prejuicios, racismo, odio y discriminación para mantener el statu quo. Durante estos doce años, los ciudadanos y las ciudadanas se vieron en serias dificultades para ejercer el derecho humano de contar con información veraz, un insumo básico a la hora de votar. Para acceder a este derecho buscaron medios alternativos, comunitarios, cooperativos, únicos reaseguros de las instituciones y la vida democrática.

Los medios de comunicación concentrados pretenden lograr la “hegemonía discursiva”. Como explica el especialista en análisis del discurso Marc Angenot, este concepto no sólo se refiere a cuestiones cuantitativas, como por ejemplo qué medios tienen más influencia.

Más allá de este hecho obvio, los medios hegemónicos imponen y construyen estructuras ideológicas más difusas, más implícitas y profundas: definen el grado de legitimidad y verdad de los enunciados, crean sus propios esquemas persuasivos y de argumentación, marcan el límite de los pensable-decible, difunden temperamentos, predisposiciones, estados de ánimo, valores, axiomas, visiones del mundo, dogmas, fetiches, tabúes y profecías autocumplidas, otorgan mayor o menos aceptabilidad a las ideas que circulan, crean lugares comunes y, sobre todo, definen el “efecto de evidencia” o “efecto de realidad” propio de todo discurso.

Llamen a Jacques

Apelar al síndrome de Estocolmo, denostar a ciertos sectores medios, y describir los mecanismos de manipulación a los que se vieron sometidos, tal como se intentó en las líneas precedentes, puede resultar reiterativo a esta hora, tardío e insuficiente.

Los desafíos actuales pasan por otro lado. En el mejor de los casos, la descripción anterior puede servir como pregunta, como inicio de un análisis y una autocrítica a la hora de ajustar los mecanismos de persuasión para este nuevo round de la batalla por el sentido.

La autodestrucción aparece como una de las formas extremas del individualismo, pero Lacan no atiende el celular y esta constatación tampoco sirve como respuesta, apenas como otro disparador o pregunta.

¿Pero Jacques, puede ser, acaso, que algunos necesiten, para sentirse plenos, para construir su propia identidad, que otros estén mal? ¿Acaso, Jacques, no les importa que ellos mismos estén bien, “objetivamente” bien, mejor que antes incluso, sino que desean que otros estén mal, para sentirse bien? ¿Se sirven de la exclusión de los otros para sentirse alguien, eh? ¿Saben mejor los manjares gourmet si afuera del lujoso restaurante hay gente comiendo de la basura?

Lacan no contesta y quedarse rumiando estas preguntas no es el mejor camino hacia la calma zen.

Mejor reagruparse, con calma, con la alegría de quienes no están contaminados por el odio, y continuar dando la batalla. Como colibríes. Como montañas.

Fuente: El Eslabón

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Un comentario

  1. Roberto Dante

    31/10/2015 en 13:07

    PALABRAS: EDUCACION, POLITICA Y PODER
    roberto dante – Lanús, Argentina –

    En medio de la andanada de palabras mal intencionadas publicadas en los medios de comunicación en apoyo a las manipulaciones que pretenden imponerse siempre en desmedro de los contenidos de la educación publica, es necesario recordar algunos hechos que sostienen una sana actividad política recuperada en Latinoamérica.

    Recordemos que luego de un silencio de años sin actividad política (aunque, sin dudas, solo era como presencia pública); de la “nada” (para los distraídos incapaces de comprender el proceso de maduración de los mal llamados “adolescentes”) surgieron las demandas del 2008 contra las políticas invasivas de un gobierno de la “Ciudad Autónoma de Buenos Aires” – vaya nombrecito- que pretendía sepultar el mítico “Mi Buenos Aires querido” y destruir la inclusión educativa.

    – ¿Quienes pedían «orden» y «restauración?
    Durante la Toma del Colegio C. Pellegrini y del Nacional Buenos Aires se escucharon voces como las del director del Pellegrini que afirmaba: «El desafío de la escuela es recuperar el principio de autoridad»; discurso que se emparentan con los de las dictaduras militares de los años 70.
    Así trataban de desviar el eje de los planteos estudiantiles expresaron el bien fundado rechazo a la penetración del libre mercado dentro de la educación pública. Problema que es totalmente ignorado por la incomprensión de aquellos padres que defenestraron a sus hijos por la ocupación de los colegios mencionados.
    En esos días leía los penosos dichos de los que se dicen padres y sorprenden con sus interpretaciones (como mínimo) desacertadas sobre la relación de Escuela y Poder.
    No comprenden que la Educación es abrir mentes para el pensamiento crítico (tampoco lo comprenden muchos de los docentes – demasiados -); tal vez, prefieren que la educación genere seres funcionales, pasivos; incapaces de trabajar para una sociedad más cooperativa e igualitaria. Porque la educación, si es enciclopedista, sólo crea individuos acríticos. La educación no es un discurso, es un accionar que desarrolla al sujeto social (totalmente opuesto al individualismo bobo) y que se manifiesta en el compromiso asumido con la comunidad a través de la actividad política.

    Quizás pretenden que “sus hijos” sean como ellos: monótonos, rutinarios, incapaces de cuestionar el abuso del poder establecido. Pero la realidad los está jaqueando. “sus hijos”, son “otros”, solidarios y comprometidos.

    Los que vivimos las pasadas décadas del 60 y los 70 en Latinoamérica conocemos, en carne propia, como funcionaron y funcionan los mecanismos de la represión policial y/o militar al servicio de las grandes corporaciones capitalistas que sustentan a los gobiernos “títeres” que son cómplices de sus intereses. Para ellos la sangre joven es muy apetecible.
    Hoy podríamos definirlo como “vampirismo neo liberal”. Y soy suave en la tipificación.

    El Vicegobernador Gabriel Mariotto, afirmó que «La educación es un servicio público esencial que garantiza el derecho constitucional a educarse».
    Los estudiantes secundarios y universitarios deben ser agentes activos en el desarrollo de las políticas educativas; pues están ejerciendo “su derecho constitucional a educarse” de la mejor manera: aprendiendo a defender sus derechos a una mejor educación pública, que no se alcanza con solo concurrir, diariamente, a aulas desvencijadas que solo contienen la ausencia de un proyecto educativo que contemple el desarrollo de sus potencialidades para construir ciudadanos creativos y solidarios.

    Me alegra constatar que esta realidad es modificable; pues, es gratificante reconocer que cada aula y cada puesto de trabajo son, para ellos, barricadas que defienden las culturas nacionales en el interior de una identidad Indoamericana. Su activismo político es un reaseguro para frenar la introducción de las “políticas partidarias” en los centros educativos
    El futuro no es sencillo. Esto ya lo comprendieron, como que el camino es profundizar un proyecto (al que adhiero críticamente) que no puede olvidar que la inclusión y la distribución son dos ejes innegociables si pretendemos evitar las políticas neoliberales.

    En la relación de Educación y Política no hay inocentes. Ya no hay justificación para ser neutrales amparados en palabras vacías por el dogma del “repite, repite…, que algo quedará”.-

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