Foto: carreira/ema/Télam.
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Se habló de la música con la que ingresaron los candidatos Daniel Scioli y Mauricio Macri al escenario que fue armado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires para el inédito debate presidencial. La vestimenta: corbata sí, corbata no. Las luces, los enfoques, los gestos, el tono de voz. El desenvolvimiento frente a las cámaras. El detrás de escena. El maquillaje. Las transmisiones de los canales. Hasta ahí todas nimiedades propias de un show televisivo, que fue visto por millones de argentinos el domingo por la noche y calentó la recta final de la campaña de cara al trascendental balotaje del 22.

En tren de bagatelas, la tapa del diario Clarín del día después –que, como era de esperar, declaró “ganador” del debate al candidato de la alianza Cambiemos– quedará para el análisis en institutos de Periodismo y carreras de Comunicación Social: el título principal de su portada fue “Macri lució tranquilo, frente a un Scioli tenso”.

Pura cáscara, todo hojarasca, la nada misma. Lo más importante, lo de fondo, la nuez de adentro, fue el debate alrededor de los dos proyectos de país en pugna. En su exposición, Scioli alertó sobre las consecuencias explosivas de los planes económicos de Macri en caso de llegar a la Casa Rosada, con un cóctel inflacionario regresivo de ajuste-devaluación-endeudamiento-tarifazo en detrimento de los asalariados, un paquete neoliberal reconocido por el propio líder del PRO en reuniones empresariales y divulgado por su equipo económico en las últimas semanas, y que incluso no fue desmentido de manera tajante durante el debate por el postulante de Cambiemos. Lo que está en debate y se definirá en la segunda vuelta electoral es, ni más ni menos, el futuro del país.

Cada uno vio lo que quiso ver. Es difícil saber si el debate será capaz de torcer voluntades. Las interpretaciones del acontecimiento fueron variopintas. La discusión entre los dos candidatos más votados en los comicios del 25 de octubre –que por momentos quedó atrapada entre un jefe de Gobierno porteño y un gobernador de Buenos Aires– fue un primer paso que, si se quiere, aportó al fortalecimiento del proceso democrático. Ojalá avance el tratamiento parlamentario sobre el tema y un próximo debate quede establecido por ley, con reglas de juego más claras y más equitativas que las que impuso la ONG Argentina Debate.

Los tres moderadores –dos de ellos, uno más que otro, con claro perfil opositor– se limitaron a su rol. Aunque Marcelo Bonelli, el periodista militante que trabaja en el grupo Clarín, no se aguantó y metió un bocadillo al presentar uno de los bloques con cifras de Unicef sobre la pobreza en la niñez que no se sabe bien de dónde sacó. Incluso, muchos de los disparadores del debate forman parte de la agenda mediática opositora. Sus enumeraciones parecían sacadas de tapas de Clarín y La Nación.

En el debate ninguno de los candidatos se salió del surco. Se sabía de antemano que, por la estructura del debate, era imposible profundizar cada tema en un minuto. Ambos eligieron ejes maestros que intentaron destacar todo el tiempo. Scioli puso el foco en el ajuste que planea el macrismo, que incluso ya genera expectativas negativas en la economía doméstica, y el líder del PRO buscó, por momentos de manera agresiva, soberbia y chicanera, pegar a Scioli como la continuidad del gobierno kirchnerista sin cambio alguno.

“Daniel” le dijo al “señor Macri” que insistía en debatir con un gobierno que se iba el 10 de diciembre. El ex motonauta les tiró flores a los otros espacios políticos, en especial a los de Sergio Massa. Scioli prefirió no pisar el palito, aunque tenía herramientas suficientes para rebatir acusaciones del candidato de Cambiemos. Macri se alarmó por un supuesto crecimiento de la pobreza, que bajó de manera tangible en los últimos doce años gracias a políticas expansivas y de inclusión social. En este sentido, la Cepal, Naciones Unidas, el Banco Mundial reconocen las bondades de la asignación universal por hijo a la que se opuso Macri.

El alcalde porteño dijo que el actual gobierno fue el que más devaluó al llevar el dólar de 3 a 15 pesos de 2003 a la fecha, obviando la cotización oficial de la divisa (9,60 pesos) y legitimando el valor del dólar blue o el hipotético dólar Prat Gay. La suba del tipo de cambio estuvo por debajo del crecimiento de los ingresos salariales medidos en dólares. Macri prometió liberar el mal llamado cepo y llevar el billete verde a 14 o 16 pesos, una megadevaluación del 60 por ciento que pulverizaría de un solo saque el poder adquisitivo de los trabajadores.

El discurso de Macri estuvo plagado de datos falsos, frases hechas y vacías, muletillas, lugares comunes. Se notó mucho que su discurso fue impostado, como un spot publicitario. El formato del debate le dio lugar a Macri a la tergiversación, al revoleo de cifras sin sustentos estadísticos serios, a eslóganes del corte “pobreza cero”, sin profundizar en cómo lograría esa ambiciosa meta, qué políticas implementaría para combatir la desigualdad social y mejorar la distribución de la riqueza. Sucede que para el candidato del establishment, el decir y el hacer están separados por un gran cascarón.

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