luca

No es fácil hacer temas de Queen. No cualquiera se banca cantar siquiera en la ducha canciones previamente inmortalizadas nada menos que por Freddie Mercury. Y en una zapada, con un par de guitarras criollas y sin ensayo, hay que pelar bastante para que una obra como “Rapsodia bohemia” pueda llegar a tomar forma en el aire de la habitación. Se requiere cierta destreza y habilidad con los dedos, amén de los conocimientos más acabados posibles de armonía e improvisación, y un sentido rítmico de pulso firme y swing ajustado. Y ni hablar de cantar con afinación y expresividad, lo mínimo para no pasar un papelón entre amigos.

La noche avanza entre fasos, porrones, algunos whiskilines y unos pastelitos de batata que El Desubicado pidió al delivery de chipacitos que atiende las 24 horas en un carrito ubicado en la esquina del edificio donde se encuentra —en el piso 37— la oficina de producción de esta columna.

El señor Abramovi, autor de estas palabras, revalida sus pergaminos como músico de otra vida y acompaña responsable con su viola el desempeño de los cantantes: Mauricio, empresario hijo renegado y retador presidencial en nombre de la alegría de Wall Street, y el sapo Dani, quien impetuoso se ha ungido como el piloto más capaz de atravesar con holgura la tormenta de buitres que ronda las pampas dakarianas desde hace un tiempo. En algunos temas, cada tanto, se suma en otra guitarra un fumado Filoso Fofó con cierto ingenio para insertar melodiosos ornamentos. Y el doctor Güis Kelly, un poquito impedido para articular palabras que no patinen en los vahos de malta y cebada que circulan por su cerebro, acompaña no obstante con firmeza marcando ritmos, ora aplicando cubierto sobre copa, ora machacando la mesa con la palma de su mano. Todo en un clima de distendido amor por la música.

Mauricio —al pedo negarlo— la rompe. Ya con los primeros tres temas de Queen —“Carrera de bicicleta”, “Una especie de magia” y “Cosita loca llamada amor”— sorprende con ajustada interpretación al señor Abramovi, que en el fondo no estaba muy convencido de las dotes vocales del candidato postulado por el Tío Sam. Y ni hablar de la expresividad puesta en juego en gemas como “Amor de mi vida” o “Bajo presión”.

“Ande présha… pushindáu non mí… presindáu no niú… nou manás fór”, canta Mauri como poseído mientras el resto marca el pulso con palmas y tira en plan coro de hinchada la inmortal línea de bajo: “Pam pampám pápa pámpam… Pam pampám pápa pámpam”. La canción termina coronada por un autoaplauso y un brindis. Abramovi pide tiempo para afinar un poco la viola.

—Ahora entiendo por qué lo eligió Durán Barba como señuelo para ejecutar el plan de conquista financiera orquestado por el pentágono —dice por lo bajo Güis Kelly a Fofó mientras extiende su mano derecha en señal de pedido de porro —. Cómo canta este pibe, boló…

—Te dije, boludo, ¿viste? Vos no me creías. Mauricio cantando es arte en estado puro… como si hubiera nacido para ser Freddie Mercury —se relame el payaso que, en cierto sentido, fue quien descubrió las dotes artísticas del candidato.

—Sí… —concede el doctor mientras pita profundo —. Berodabartegueganta Bowie nolesaledanbien —dice conteniendo el aire mientras hace caer un poco de ceniza en la alfombra, exhala y vuelve a pitar.

—No, no, más vale, lo suyo es Queen. Evidentemente su deseo está puesto en Freddie Mercury —se hace el experto Fofó.

—Y ojo que para bailar es medio boludo, igual… Bah, al menos por lo que vi en la tele — exhala Güis Kelly.

—Pero en la tele todos parecen más boludos de lo que son, Luis —admite Fofó extendiendo su mano derecha en señal de pedido de retorno del porro.

—¿Hacemos un par de temitas de Sumo, Dani? —interrumpe el señor Abramovi apenas termina de afinar la criolla.

—Y yo de paso descanso un poquito —se aparta alegre Mauricio mientras se arrima al sector donde brilla la brasa del churrete.

—Por lo menos haceme unos coros, Mauri… Yo te banqué recién… —pide el batracio presidenciable sin perder la compostura ante la evidente supremacía vocal de su compañero de juerga y contendiente electoral.

—Pero yo no conozco mucho Sumo, apenas te podría acompañar con “1989 (No tan distintos)” —se excusa Mauricio. Y canta a capella: “Ueeeeeei tin for nai tinéi tinai…”.

El sapo Dani lo piensa unos segundos. —Muy lindo tema, es uno de mis favoritos, pero ¿te parece oportuno dadas las circunstancias?

—¿Qué circunstancias, sapillo? —responde el candidato del nihilismo oligarca pitando el cigarrete que le extiende Fofó.

—¿Cómo qué circunstancias, Mauricio? ¿Te olvidaste de que entre vos y yo se decide en forma inminente el futuro del país? —replica un tanto indignado el sapo Dani.

—Ufa, Dani, qué rompe coco que estás con lo de las elecciones. Tenés la idea fija, no podés hablar de otra cosa, ¿eh? —se le queja Mauricio buscando complicidad en el resto de los personajes. El Desubicado lo apoya al instante: —Sí, Dani, acá la estamos pasando bien, ¿por qué querés meter la política en todo?

—La política está metida en todo, aunque no la veamos —acota Fofó, no por nada payaso y analista político de este circo, sin sacar la vista del paciente armado de otro porro.

—Dale Dani, es cierto, cantemos otro rato —intercede Abramovi rasgando chasquidos en Mi mayor.

—Está bien, pero pareciera que ustedes ni se dan cuenta de la que se viene —croa el sapito a modo de advertencia.

—Sí-hic nos damos cuenta, pero-hic preferimos esperarlo con mú-c-sica —corrige Güis Kelly a esta altura con hipo etílico.

—En serio, sapis, no rompás tanto los huevos. Cantate algo vos ahora —corre Mauricio al batracio mientras le pasa al faso al Desubicado, que lo rechaza.

—Está bien, cantemos un tema de Sumo que tanto le gusta al autor de esta columna que ha tenido a bien recibirnos en sus dignos aposentos rebosantes de talento —acepta Dani convencido de que no da para explayar en este contexto su predilección por Pimpinela.

—¿Cuál hacemos? —se entusiasma Abramovi rascando en Sol.

—Eeeehh… son todas iguales, están en un solo tono, vos seguime —dice el sapo con su habitual firmeza y seguridad. Y tras breve pausa a modo de concentración, anuncia: —Hacemos “Teléfonos que suenan en piezas vacías/White trash”.

Abramovi asiente arrancando con el rasguido y Dani empieza a cantar en correcto inglés esa desgarradora canción de Luca que cuenta que la noche cae en la ciudad de los insectos. “A lapipetuá”, piensa el autor de esta columna rondando apenas el cuarto compás, “este sapito sabe lo que hace”.

Realmente conmueve el sapo Dani cuando canta sobre “la tristeza de una lejana estrella que muere en un programa nocturno de tevé”. A Güis Kelly se le pianta un lagrimón que se desliza por el pico de un porrón. Fofó se queda absorto con un pucho humeando entre sus dedos. El Desubicado espera un momento para meter palmas. Mauricio trata de prestar atención, pero es indudable que Sumo no es su banda favorita y disimuladamente se cuelga a guasapear.

Abramovi acompaña realmente emocionado y lo sigue a Dani cuando empieza a arrasar en ese crescendo hacia el ska que une ambas canciones. “Uait trash, skabadubade… Uait trash, skabadubade”, canta el sapo y se va arengando. Fofó agarra la viola que nadie toca y se prende. Güis Kelly agarra un cuchillo por el mango y empieza a golpear una botellita con soltura. El Desubicado por fin ve que puede meter palmas y lo hace. Abramovi lo mira feo porque detesta los aplausos a destiempo cuando está tocando.

La onda sigue. De pronto, y cuando parece que su perfomance ha llegado a un punto máximo, Dani sorprende combativo y redobla la apuesta. Tira una estrofa cuasirrapeada con la letra original de Luca pero en castellano: “Gente de la Argentina, ustedes comen su carnecita todos los días y se los ve tan bien, pero no saben lo que pasa porque muerden la mano que les da de comer, escupen al que lo necesita, ¿pero quién los va a alimentar cuando estén viejos y solos? Todos fuimos maltratados hermano rasta, fijate, adonde miro no veo más que basura blanca, en Babilon, basura blanca en Londres, basura blanca en Buenos Aires Town”.

Sin darse cuenta todos se han puesto de pie, incluso Abramovi que no deja de aporrear con furia su guitarra. Todos cantan cual hinchada —incluso Mauri— y no tarda en asomar un pequeño pogo de living. “¡¡¡Uait trash, skabadubade… Uait trash, skabadubade… Uait trash, in Buenos Aires Town!!!!” se unen todos en una coda que parece no tener fin.

El señor Abramovi se pone a la proa de un trencito. Todos cantando “uai trash skubidubidu” van abandonando la oficina de producción de esta columna y llevando la música hacia el extenso palier. Así van saliendo todos, menos Mauricio y el sapo Dani, tan felices luego de una noche a puro canto.

—Vos y yo tenemos que hablar cara a cara, Mauricio —croa el sapo Dani sin perder la sonrisa mientras se estira sobre un sofá.

—Encantado, sapín —responde el candidato que aspira a suceder a Freddie Mercury —. Mientras no me internés con política todo bien… sabés que eso no es lo mío.

Fuente: El Eslabón.

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