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¿Y ahora? Ya está, ya no más saltitos en el escenario ni palabras que evitan confrontar discurso con sentido. Al contrario, en primer plano figuras conocidas dan anclaje a palabras hasta hace minutos esquivas.

Prat Gay, Bullrich, ajuste, devaluación, Shell, JP Morgan. ¿Y ahora? Ahora, de todos modos, pasan cosas raras. En TN, retan al presidente electo. Lilita reta a Magnetto. Veamos.

La potencia de un relato radica en que contenga palabras poderosas que den forma a un sentido poderoso. Con formas diversas, esto debe haberse dicho las veces consideradas suficientes por algunos para dar por sentado que se trata de un sobrentendido o, peor, una perogrullada. Y el poder, podría decirse, nunca debe compararse con la verdad, y mucho menos con una de Perogrullo. Y un relato potente otorga, invariablemente, poder al autor, a sus intérpretes, a quienes lo reconocen y recorren, e incluso a aquellos a los que les hace ganar algo pero ignoran casi todo de él.

Se dijo durante la campaña que el candidato neoliberal usaba técnicas de predicador. Pues sí, no sólo dan resultado proselitista, la predicación tiene un fuerte anclaje con la palabra hecha acción y la gestualidad como neutralizadora del sentido de las palabras.
Al hablar de palabras con tanto poder como para reconocerles que sustentan en buena medida la potencia de un relato, no conviene soslayar el vocablo verbo, cuyo reinado antecede en mucho el de muchas voces con espaldas anchas.

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios», dice el Evangelio de Juan, en la Biblia versión Reina-Valera Antigua. Pavadas de genealogía y prosapia las de Don Verbo. Que además de la ya poderosa acepción como «palabra», la sintaxis le asigna la responsabilidad de gobernar el predicado, la acción en la expresión, y la teología la forma elegida por el apóstol Juan para dejar sentado que el hijo de Dios, el Verbo, Jesucristo, viene desde el profundo inicio de los tiempos.

Todas esas disquisiciones orbitan el sentido de este artículo como lunas abstractas, porque de lo que se trata es de desentrañar si el relato que permite al mandatario en espera ser uno de los actores de las transiciones que se viven en la Argentina tras el balotaje que lo erigió es potente o se autoextingue como las cintas de la vieja serie Misión Imposible.

Avistaje de terra incógnita
Desde lo alto del carajo de la nave PRO se escucha: «¡Gestión a la vista!». En realidad, lo que perciben los hermanos Pinzón del líder de la derecha partidaria argentina y él mismo, al día siguiente de las celebraciones por el triunfo de ese sector –por primera vez sin pasar por los arsenales de las FFAA–, es que en TN, esa plataforma de contenidos corporativos extra large, le hacen llegar al triunfador retos y advertencias de pelaje para nada amigable. No es en el único medio. En América se habla mucho, mucho de cómo será el nuevo reparto de la pauta publicitaria oficial. Diarios de rancia tradición exterminista reclaman un amplio perdón a criminales que se cargaron a toda una generación y secuestró y suprimió la identidad a una porción de la siguiente.

Tan insaciablemente ansiosos son los guiños y mensajes enviados al ganador por parte de quienes se consideran sponsors exclusivos de esa escudería que una de las ingenieras jefe, Elisa Carrió, en la propia casa, le advierte a Héctor Magnetto, CEO del Grupo Clarín, que su estrategia perdió, y que la ganadora es ella, siempre tan modesta en sus apreciaciones respecto de sí misma. No sólo eso, también pidió a los «dueños de los diarios y de la televisión» que «no cambien editoriales por plata».

¿Qué sucede? ¿Por qué, una vez que la derecha argentina, por primera vez en elecciones libres, llega a articular una fuerza política que no dependa de los cañones, las bayonetas o los golpes de mercado para acceder al gobierno, y apoyada en el capitalismo financiero, las corporaciones transnacionales y vernáculas y el dispositivo de medios hegemónicos, custodios y voceros de todos ellos, es apretada a 24 horas de ganar?

Debe haber varias respuestas, pero ninguna debería tomar como un detalle menor que los embates se producen 24 horas después de ganar…por 2,8 por ciento de los votos positivos. Poco más de 700 mil votos separaron al ex CEO de Socma SA de Daniel Scioli. En política esos guarismos equivalen a tener que ponerse la mejor camisa, pero con un talle menos. En política, ejercer el poder puede resultar holgado o que apriete de sisa.

La síntesis de este estado de cosas es que mientras la política sabe que no se puede hacer cualquier cosa si se gana por tan exiguo margen, a las corporaciones les alcanza hacer ganar por un voto a sus candidatos para ir por todo desde el primer día, cueste lo que cueste y haciendo pagar a los de siempre.

Papelones antes de empezar
La cobertura mediática que tendrá el gobierno de Cambiemos no sólo dejará de decir que cada acción diplomática es un «papelón», como argumentaban al juzgar a Néstor o Cristina, ambos responsables de «alejar» a la Argentina del mundo.

Sin embargo, la frenada que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, le pegó a su par electo argentino fue, por más que quieran disimularlo, un flor de papelón. El mandatario ecuatoriano sostuvo que el pedido de excluir del Mercosur a Venezuela alegando que allí hay persecución a opositores «es claramente una interferencia en los asuntos internos» del gobierno del presidente Nicolás Maduro. Correa, incluso, desafió al próximo gobierno argentino: «Demuéstrelo si hay perseguidos políticos en Venezuela. Les guste o no les guste, en Venezuela claramente se vive una democracia», sentenció.

El papelón económico lo produjo el actual titular del Banco Ciudad y designado ministro del Interior desde el próximo 10 de diciembre, al decir que «no cuestiona» el fallo de la Corte Suprema que ordena al gobierno nacional pagar miles de millones de pesos a Córdoba, Santa Fe y San Luis por una retención de fondos coparticipables, pero que no es un problema «que se resuelva de un día para el otro». Lo que sí se podría hacer al toque para Frigerio es imprimir billetes de 500 pesos, a su gusto con la imagen del ex presidente Arturo Frondizi, a quien definió como «el último estadista del país».

Los papelones institucionales son tan variados como serios. Luego de haber reclamado durante más de una década «calidad institucional» y respeto por «las leyes» y «el sistema republicano», el equipo del presidente electo, más algunos naipes de baja denominación salieron a exigir en público las dimisiones de funcionarios que las leyes mantienen en vigencia más allá del traspaso de mando, precisamente para resguardar en términos republicanos determinadas áreas.

Las titularidades del Banco Central, del Sistema Público de Medios y la Fiscalía general se encuentran resguardadas por leyes del Congreso, pero futuros funcionarios, LCdS (Los Comunicadores de Siempre), y ajedrecistas que apenas saben jugar a las damas, como la ex diputada nacional UCR-PRO, Silvina Giudici. Todos exigen las tres renuncias, todos apelan a cualquier herramienta, legal o no, para justificar que «se tienen que ir». Al fin y al cabo, los republicanos son ellos, cumplan o no con lo que manda la República madre que los parió. Se menciona a la ex legisladora porque fundamenta sus exigencias desde la titularidad de la ONG Libertad de Expresión + Democracia. O sea.

Pero el máximo desaguisado con objetivos políticos lo perpetró la Suprema Corte de Justicia del diario La Nación. En otra muestra de que bajo la batuta de Ricardo Lorenzetti la Corte Suprema de Justicia se muestra como un actor central en la escena política, el diezmado cuerpo dispuso que el Ejecutivo Nacional pague a Córdoba, Santa Fe y San Luis la deuda por fondos coparticipables miles de millones de pesos.

Opinable como todo fallo, lo deberá cumplir el gobierno entrante –que ya se encargó de decir que no pagará de un día para el otro–, pero fundamentalmente desfinancia a la Anses, un dato del que deberían tomar nota jubilados, beneficiarios de la AUH y gobernadores, que ahora brincan de contentos. Cuando los primeros y segundos vean mínimamente resentidos esos ingresos, no se la van a tomar contra el pope de la Corte, quien cree que gobierna como si ejerciera el Ejecutivo.

Nota publicada en El Eslabón Nº 223.

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