El Negro recordó viejas glorias de Central y Newell's.
El Negro recordó viejas glorias de Central y Newell’s.

El conductor de La venganza será terrible reivindicó el clásico rosarino como “una experiencia futbolera de las más intensas que existen”, pero repudió la violencia que se coló en los últimos tiempos. El Negro, además, analizó la política nacional.

A pocas semanas de regresar –después de mucho tiempo– a Rosario, para hacer su habitual programa nocturno, Alejandro Dolina charló con el eslabón. No habló de las claves del amor, no dio cátedra de cómo levantar una mina, ni relató mitos griegos. Esta vez se calzó los botines, se ajustó los cortos y salió a jugar el clásico de la ciudad en el marco de un nuevo capítulo. “En vivo no vi clásicos rosarinos y lo lamento mucho, porque es una experiencia futbolera de las más intensas que existen. Y tampoco me decido por cuál de los dos simpatizo”, confiesa el Negro.

En ese aspecto, reconoce que la simpatía por los equipos “varía según las épocas, según los jugadores que tengan uno y otro, y el estilo de juego”. Y ejemplifica: “No sé si soy de Gimnasia o Estudiantes, no sé si hincho para Rosario o para Newell’s, pero sí sé qué jugadores me gustan y cuáles no y suelo seguir de cerca a equipos en los que juegan esos tipos”.

De cara al partido del domingo, el autor de Crónicas del Ángel Gris reconoce que “Central llega mejor”, aunque advierte que “en Newell’s hay jugadores como Sebastián Domínguez y otros que anteriormente integraban la camada de Gerardo Martino, incluso el técnico Bernardi, que son tipos que tienen cierta nobleza en el ejercicio de la profesión y que hacen que uno tenga simpatía por ellos”.

El lado oscuro de la pelota

El Negro, que así es como lo llaman sus amigos, fue un gran cultor de la picardía desplegada al servicio de las cargadas futboleras y de la inventiva popular para crear cantitos. Pero de un tiempo a esta parte, eso que tanto disfrutaba dejó de brindarle placer. “Se volvió como demasiado. Me parece que habría que reescribir el libro del folclore. A mí en un época todo eso me divertía muchísimo, hasta que se empezaron a morir tipos. Y ahí dejó de ser divertido”, dice con un dejo de bronca y nostalgia, y admite: “Yo mismo era de ir a la cancha a jorobar, pero siempre pensé que en el fondo, aunque todos nos reíamos, nos parecía una estupidez odiar a los de Central porque éramos de Newell’s, u odiar a los de River porque éramos de Boca. Pero con el tiempo me dí cuenta que había tipos que se lo tomaban en serio. Muy en serio”.

Pese a ser hincha de Boca de toda la vida, Dolina es un asiduo asistente a las canchas argentinas. “Yo iba a la cancha y me reía mucho, insultaba, decía cosas que me parecían ingeniosas y también disfrutaba con las cosas supuestamente ingeniosas que decían los demás”, confiesa, y suelta una anécdota que de alguna manera marcó un antes y un después: “En un tiempo iba a ver a San Lorenzo, porque los muchachos del barrio eran en su gran mayoría hinchas de San Lorenzo, y los de Boca iban poco a la cancha. En ese tiempo las hinchadas del Ciclón y de Central eran amigas, y una tarde veo que un grupo de hinchas canayas recibía banderines de parte de los de Boedo. Unos viejos que estaban cerca mío en la platea, aplaudían esa situación y yo, por jorobar, les grité: «¿Qué aplauden?, si después en el partido nos matan a patadas. ¡Tomenselas, atorrantes, sinvergüenzas!», entre otras barbaridades más. Y los viejos se engranaron: «Usted es de esos violentos, tenemos que hacer del fútbol un deporte más sano», me espetaron. Ahí me dí cuenta que había muchos tipos que eran como yo fingía ser, pero que verdaderamente creían que por ser de otro equipo había que tirarles piedras y pegarles. Es decir, que se tomaron en serio aquello que para mí era una forma de divertirme, una forma carnavalesca, un pretexto para hacer chistes. Y con el tiempo esos tipos se la tomaron tan en serio que se profesionalizaron y hoy son integrantes o jefes de las barras bravas y viven de eso. Y eso ya no me causa ninguna gracia”.

Paladar negro

El autor de Instrucciones para elegir en un picado, cuento en el que su mítico personaje Manuel Mandeb advertía que en el pan y queso se dejaba llevar por los sentimientos y no por las cualidades futbolísticas de aquellos a quienes elegía para compartir equipo –“más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables”–, recuerda que siguió de cerca la campaña del Newell’s que se coronó campeón de la mano del Tolo Gallego, “quizás porque estaba ahí el Mago Capria, un jugador que siempre me sedujo y que por otra parte es un gran amigo mío”, y que “a Central lo he seguido mucho, sobre todo cuando era yo un chiquilín y me gustaban tipos como Marcelo Pagani, o el mismo Flaco Menotti que era un jugador extraordinario, ya que en la época del Gitano Juárez, Central tenía una forma de juego muy atractiva para mí”.

Tras admitir que “ver a Boca ya no me causa mucho placer”, y que en realidad “viendo como juegan el Barcelona, el Real o el Bayer, donde además hay varios jugadores argentinos, cuesta entusiasmarse con el fútbol que se juega aquí”, Dolina remarca: “Lo que siempre me dan ganas de ver es la Selección, aunque últimamente es como que siempre nos faltan unas monedas para el peso. Nos faltan pocas, porque fuimos subcampeones del mundo y no es poca cosa, pero siempre hay un olor a frustración, a casi casi, a un «ay, si Palacio hubiera parado la pelota con el pecho»”.

Tata, Dolina es argentino

Los libros y la radio no son la única pasión del Negro Dolina, que a sus 71 años se sigue prendiendo en los picados. “Sigo jugando y jugué siempre al fútbol pero nunca tuve un club, pese a que era un jugador bastante ordenado y calificado”, asegura el escritor que desplegó su juego “en campeonatos universitarios y cosas así, pero nunca quise ni tuve la idea o el sueño de llegar a ser profesional”.

Este hincha de Boca y peronista, se define como un jugador “de la mitad de cancha para adelante, una especie de Flaco Menotti pero después de la gripe» –aclara entre risas–, y argumenta su comparación con el ex entrenador de la Selección y del Canaya: «Era un jugador con buen pie y buena pegada pero que corría poco».

Rosario nunca estuvo cerca

En febrero de 2007 Alejandro Dolina pisó esta ciudad por última vez para hacer su programa radial La venganza será terrible, que ahora se emite por Radio Del Plata. A pesar de mantener por largos años el liderazgo en audiencia en la medianoche, al parecer no estaba entre las preferencias de las áreas municipales o provinciales correspondientes.

El reiterado pedido de los oyentes para que vuelva a estos pagos pareció tener efecto ya que el Negro se presentará el viernes 11 de marzo en el teatro El Círculo (Laprida 1223), aunque “no en las formas que son habituales, sino cobrando entrada. Es la única manera que podemos llegar a Rosario porque no hay ninguna organización –gubernamental o no–, ni nadie que nos invite”.

Dolina cuenta que “esto ocurre a la luz de las nuevas políticas, porque la manera que tenemos de visitar otros lugares es a través de que el municipio o la provincia nos contrate, o alguna organización de bien público (cuando digo de bien público –aporta casi a carcajadas– me da un poco de risa, como si nosotros fuéramos el bien de alguna manera)”. Y agrega: “Ellos organizaban todo, nos contrataban, alquilaban el teatro, y la gente entraba gratis”, pero lamenta que “en Rosario hace mucho que eso no sucede”.

En otro orden, se refiere por último a sus proyectos profesionales, en los que confiesa estar “muy atareado, y yo diría que demasiado, porque me paso corriendo de la cocina a la sala y no alcanzo a terminar nada”. Además de continuar con el programa, adelanta: “Estoy escribiendo un libro que va muy atrasado. Creo que son cuentos, y si bien he escrito bastante, todavía no veo bien para dónde va”, confiesa a las risas.

También revela que trabaja en otro libro “que no se escribe sino que se prepara”, haciendo referencia al ejemplar que “están haciendo los tipos de (la editorial) Planeta”, en conmemoración por los 30 años de La venganza. “Es un libro periodístico, de recuerdos, de fotos, testimonios, etc.”, añade, y cierra: “Estoy venturosamente atareado, pero también perturbado por atrasos que son hijos, muchas veces, de la pereza”.

Que vuelva la buena leche

Al ser consultado sobre la llegada al poder de Mauricio Macri, el autor de la opereta Lo que me costó el amor de Laura, dice estar “preocupado por la celeridad con la que han dejado bien en claro cuál es el plan de gobierno, plan que dicho sea de paso contradice puntual y prolijamente todo lo que yo creo en política”.

“Estoy un poco entristecido, y si hay algo en lo que no tengo ningún interés en fomentar es el internismo peronista, porque aparte ha causado nada menos que la derrota en las elecciones presidenciales”, dice ya metiéndose de lleno en la vida del movimiento justicialista, del cual se enamoró en su juventud después de leer a Arturo Jauretche y a Raúl Scalabrini Ortiz, y argumenta: “Esto fue así, tipos que buscaban su propia divulgación antes que el bien del país. Más que eso, supuestos puristas, personas que tienen aires de superioridad y que no son los más conveniente en la política. La política es el arte de la persuasión, incluso del acuerdo y del convencimiento de aquel que no piense exactamente como uno. El que cree que poniéndose duro e intransigente con aquellos que no están cortados y pintados según su molde, y cree que así se puede hacer política, se equivoca. Porque la única manera de que uno esté rodeado de personas que piensan exactamente como uno, es permanecer en la más absoluta soledad”.

Publicado en la edición 234 de El Eslabón.

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