El historiador y docente Rodolfo Lettieri repasa y trae al presente ese proceso histórico donde triunfó el proyecto porteño sobre el federal y artiguista, hoy vigente.

El Eslabón 21-04-2016 COLORRRr

El bicentenario de la declaración de la Independencia, en 1816, no pasará sólo con un acto formal y ofrendas florales. Los memoriosos que no entregan el pasado porque eso significa entregar nuestra identidad, convierten la conmemoración en un campo de batalla, donde la memoria enfrenta una vez más a las mentiras oficiales y al ninguneo. Como decía don Arturo: “La falsificación de la historia busca impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional”.

Alberto Rodolfo Lettieri, doctor en historia (UBA) dice que la proclama de Tucumán es un “acontecimiento histórico relevante como pocos en la construcción de nuestra Nación”. Pero también advierte que “la identificación de la celebración de la independencia con el 9 de Julio nos exige una vez más bucear en las profundidades de nuestra historia, por varias razones”.

Resalta que “esa asociación excluyente relativiza un tanto la significación del 25 de Mayo y la proclamación del primer gobierno patrio; omite la existencia de un intento fallido anterior –la Asamblea del Año XIII–; y porque excluye de plano la sanción previa de la independencia formulada por el denominado Congreso de Oriente, 1815, que sesionó en la actual Concepción del Uruguay”.

Lettieri, investigador independiente del Conicet y profesor titular, durante tres cátedras, de la UBA, explica que “la Revolución de Mayo instaló el primer gobierno patrio en el marco de las Provincias Unidas del Río de la Plata. De este modo, el Cabildo de Buenos Aires –institución con competencia acotada al espacio local de la ciudad y su ejido y despojada de cualquier atribución política (se encargaba de regular el tránsito y el ingreso y egreso de personas, garantizar la iluminación y ejercer el poder de policía, entre otras)–, decidió modificar su matriz y, ante la vacancia del poder metropolitano, asumió el ejercicio provisorio de la soberanía a nombre del monarca encarcelado”.

Un reemplazo de colonialismo

“Sobre ese intento de asumir el cabildo, el poder colonial señala que este primer acto soberano implicó algo más que la «retroversión de la soberanía en los pueblos», dispuesta por el pacto colonial hispánico, para el caso de incapacidad o imposibilidad de ejercicio efectivo del poder por parte de la Corona. En efecto, el Cabildo y la Junta se propusieron incluir dentro de sus competencias al conjunto del territorio incluido en la órbita del feneciente Virreinato del Río de la Plata, y no únicamente a su capital”, detalla Lettieri.

“Como es sabido, este proyecto reconoció diversos momentos y competencias: desde la integración a través del consenso, impulsada por Saavedra –con el consiguiente desplazamiento de Moreno– a través de la fallida experiencia de la Junta Grande, hasta la conformación de triunviratos y directorios”, agrega el  historiador, que ha publicado más de 15 libros académicos y de divulgación y escrito editoriales en Tiempo Argentino, Miradas al Sur, Revista Ñ, Veintitrés, Infobaires24, ABCenlinea y diversos medios del interior del país. En radio condujo el ciclo Claves para construir la otra historia y participa de diversos programas de actualidad. También ha tenido numerosas participaciones en TV abierta y cable.

“Fue precisamente –amplía–, en el contexto de la reacción de numerosos pueblos y localidades frente a la pretensión de liderazgo porteño (Santiago de Chile, Asunción, Alto Perú, Banda Oriental y el actual litoral argentino) que el levantamiento impulsado por el morenismo y la Logia Lautaro a través de la Sociedad Patriótica, en 1812, instaló no sólo a un nuevo gobierno, el Segundo Triunvirato, sino que también convocó a una Asamblea Constituyente que comenzó a sesionar el 31 de enero de 1813”.

“Esta Asamblea, que se inició con llamativa enjundia, sancionó rápidamente la libertad de vientres, escudo e Himno Nacional, un sistema de pesos y medidas y la eliminación de los instrumentos de tortura, entre otras medidas”, enumera, pero advierte que “pronto va decaer abruptamente para casi no sesionar en 1814 y reunirse sólo en un par de oportunidades en 1815 para declararse en receso y cerrar sus sesiones”.

Sobre esa caída, Lettieri explica que “fueron diversas las razones. Por una parte, la declinación napoleónica, que abrió el camino a las expectativas de una restauración monárquica. Por otro, la tarea efectiva de Lord Stangford, quien impuso la tesis inglesa de sostener en Buenos Aires a un gobierno accesible a las directivas inglesas, al tiempo que vetaba la proclamación de la independencia por dos motivos: evitar la defección de España de la alianza anti napoleónica, cosa que sucedería en caso de que Gran Bretaña apoyara la causa independentista, e impedir que Buenos Aires y el Brasil se repartieran el litoral atlántico, a través de la creación de un Estado tapón –la Banda Oriental–, desde donde podría garantizarse la injerencia británica en América del Sur”.

Advierte además que “el desplazamiento de San Martín por parte de Alvear y el consiguiente predominio de la facción pro británica en Buenos Aires completaron el escenario de retroceso de las pretensiones independentistas”.

Unidos pero dominados

Para Lettieri “no debe pasarse por alto que, en el momento más fecundo de la Asamblea del Año XIII, la conducción porteña apuntó a extender la unión territorial, invitando a Artigas a enviar diputados. Esta iniciativa, sin embargo, tuvo en la práctica límites bastante precisos: la unidad aceptada por Buenos Aires sólo sería posible en tanto las provincias aceptaran el liderazgo porteño”.

“De este modo, los representantes artiguistas, provistos de instrucciones precisas en sentido de impulsar el federalismo y resistirse a las pretensiones hegemónicas de Buenos Aires, fueron rechazados con argumentos poco sólidos –se objetó su mandato imperativo–, en tanto Artigas –«argentino nacido en la Banda Oriental», según su propio testamento– fue declarado «traidor a la patria»”, agrega.

Según el historiador, “esta exclusión motivó la reunión del denominado Congreso de Oriente, que sesionó en la actual Concepción del Uruguay bajo el liderazgo de Artigas y proclamó por primera vez la independencia en territorio argentino. También adoptó la bandera azul y blanca cruzada por una banda roja para simbolizar su matriz federal. En este Congreso participaron, además del artiguismo, las provincias litorales, las misiones, poblaciones indígenas y una delegación cordobesa. Un año después, y ante la inminente liberación de Fernando VII, se reunió en Tucumán un Congreso Constituyente, con opiniones muy encontradas sobre la definición de la independencia, proclama que finalmente se aprobó, aunque en clave centralista y unitaria, en atención a la capacidad de convencimiento de San Martín, dispuesto a utilizar la fuerza armada, llegado el caso, a fin de garantizar la ruptura definitiva del lazo colonial”.

“Si bien el Congreso de Tucumán concluyó formalmente el proceso iniciado el 25 de Mayo, debemos impugnar la pretensión de la tradición política liberal-oligárquica de identificar el hecho político de la independencia con la firma del acta de proclama celebrada entonces, para reemplazarla por una lectura histórica procesual que incluya las tres tradiciones políticas involucradas: la de mayo, la federal y la unitaria. Esto significaría no sólo el desplazamiento de la interpretación de los orígenes de la Nación, impuesta por el pensamiento único de raíz mitrista, por una perspectiva histórica realmente democrática, nacional y popular, sino también un acto de estricta justicia”, remarca por último.

Fuente: El Eslabón

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Un comentario

  1. adgemarprincipiano

    28/04/2016 en 1:24

    LA HISTORIA-POBRE HISTORIA-DE ESTE PAIS-SIN HISTORIA- LA UNICA HISTORIA CONTADA-ES DE LOS GANADORES-LA POLITICA LIBERAL OLIGARQUICA CON LA MATANZA DE LOS SOMETIDOS.

    Responder

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