Romina Iriel, Romina Gianfelici y Belén Campero coordinan Rondas para Idear con Otros (RIO). Foto: Javier García Alfaro.
Romina Iriel, Romina Gianfelici y Belén Campero coordinan Rondas para Idear con Otros (RIO). Foto: Javier García Alfaro.

Desde 2014, un grupo de profesionales aplica un método para introducir a los niños en el universo de la filosofía. “No creemos estar educando o enseñando, sino más bien promoviendo el ejercicio de filosofar”, sostienen.

En 2004, Arnaldo Antunes lanzó un disco titulado Saiba (Sabelo) cuya primera canción, cumpliendo una regla habitual en la producción musical, se llama como el disco. El acompañamiento con la guitarra, los arreglos de teclados, los efectos de sonido y la melodía cantada hacen de Saiba una heredera de las canciones infantiles. Desde que la oí, un pasaje de su letra se convirtió en una marca de mis pensamientos. “Todo el mundo fue un bebé / Einstein, Freud y Platón también”.

Me quiero detener en Platón. Porque sólo desde Antunes me parece evidente que Platón fue un niño. E imaginarlo al filósofo, cuyo nombre –un aumentativo– parece inevitablemente el de un adulto, siendo un pequeño, retrata una suerte de escena originaria de la filosofía. El niño Platón aprendiendo, jugando, descubriendo, conversando con otros niños y con adultos. Llorando de hambre o porque se le rompió un juguete, por extrañar a su madre. Me gustan esas imágenes porque trazan una genealogía infantil del concepto en uno de los filósofos que dotó al concepto de una estructura, una legitimidad y una función suprema. Pensar que Platón fue un niño no ridiculiza las ideas de Platón sino que las pone en una escena donde la metafísica deja lugar a la historia. Donde el Ser se disuelve en el devenir. Nada como historizar para que los conceptos muestren sus carnes, sus relieves, sus olores, sus cicatrices. Para dejar en evidencia que toda creación (filosófica) está poblada de niños.

En septiembre de 2014, Belén Campero (Doctora en Humanidades y Artes con Mención en Filosofía), Romina Gianfelici (a un mes de recibirse de Psicóloga) y Romina Iriel (Maestra de Nivel Inicial y Profesora de Ciencias de la Educación) empezaron a dar forma a “Cosas invisibles”, un dispositivo con el que apuestan a hacer filosofía con niños. Han organizado talleres en diversos lugares de Rosario y en Soldini, convocando a chicos y chicas de entre 4 y 12 años. Desde el 2 de mayo harán RIO (Rondas para Idear con Otros) en Plataforma Lavardén y desde el 5 de mayo en la Biblioteca Popular Pocho Lepratti.

—¿Por qué filosofía “con” niños y no “para” niños?

—(Romina Iriel) Porque no creemos estar educando o enseñando sino más bien promoviendo el ejercicio de filosofar, buscando que se produzca. No es sencillo. Trabajamos con el dispositivo de Filosofía con niños pero muchas veces salteamos, por necesidad, algunas pautas e inventamos nuevas. Lo que nos interesa es que se efectivice el momento de la pregunta.

—¿Cómo es uno de los encuentros del taller?

—(RI) Comienza con una presentación. Nos disponemos en ronda, en el piso. Solemos incluir un juego: utilizamos un ovillo de lana; quien tiene el ovillo tiene la palabra para decir quién es y por qué va. Cuando termina, sin orden previo, tira el ovillo a otro y se queda con el hilo en la mano. La estructura que se arma, que siempre causa sorpresa, generalmente es una red que nos permite hacer notar la importancia de sostener del pedacito de ovillo, jugar a que si alguien lo suelta la estructura se desarma o cambia. Nos sirve también para resaltar la presencia de cada uno, ya que con que uno no esté la figura cambiaría. A la vez es un modo de ordenar quién tiene la palabra, quién escucha.

—(Belén Campero) Presentamos un cuento, una imagen y nos quedamos con lo que se interpreta. Hacemos preguntas o surgen temas para dialogar. Se dibuja todo el tiempo. Cuando llega el momento de cerrar, muchas veces nadie se quiere ir. El viernes pasado, por ejemplo, en la Casa de la Cultura de Soldini, estábamos decidiendo cómo representaríamos un cuento. Se hizo la hora de terminar y vi que las mamás y abuelas estaban esperando. Entonces les dije a las chicas (a ese taller van todas chicas) que las madres estaban afuera. Ahí mismo surgió la idea de que se escondieran. Les dije a las madres que me iban a tener que ayudar a buscar a las chicas. Las hicimos entrar, y mientras las guiábamos por el edificio, escuché ladridos. Creí que había perros pero eran las chicas que habían acordado hacerse pasar por perros.

—¿Cómo definirían el acto de filosofar?

—(BC) Con base en el preguntar, en una duda que verdaderamente tengamos, que no sea una pregunta heredada. Siempre suponemos una respuesta pero lo que nos interesa es cuidar la posibilidad de que haya otras.

—(Romina Gianfelici) También trabajamos a partir de la idea de experiencia. Incluso preguntar qué es preguntar es algo que nos preguntamos nosotras y con los niños. Una experiencia se constituye cuando alguien puede preguntarse qué es una pregunta. Esa reversibilidad es filosófica en sí misma. Y nos apoyamos mucho en el juego porque nos permite articular lo afectivo, lo físico, lo intelectual. El juego te permite trascender la separación de esos niveles. Si todo eso está vinculado, ¿qué es filosofar? Es sentir, mirar, moverse, jugar, enojarse. Hemos llegado a decir que filosofar es estar vivo, que estar vivo es una forma de filosofar.

—(BC) Otra de las patas de nuestro trabajo, que me están haciendo pensar ahora, es la vivencia de la duda. Antes de llegar a la comunidad con los niños, nosotras mismas pasamos por nuestros cuerpos los disparadores. Esos disparadores pueden ser textos, cuentos, imágenes. Nos encontramos con eso como con una novedad. Somos genuinas con los disparadores: nosotras también tenemos dudas.

—(RI) Me hacés acordar a una pregunta que nos hicieron una vez los chicos. Habíamos llevado una imagen y nos preguntaban qué quería decir. Nosotras les decíamos que no teníamos respuesta, que lo que podíamos hacer era comentarles por qué nos parecía interesante compartirlas.

—No hay una transmisión en términos de mensaje y se despegan de una idea de educación filosófica tradicional para enfatizar el acto de filosofar.

—(BC) Sí. Pero podemos hacer referencia a filósofos. Una vez, por ejemplo, llevamos un poema de Jacques Prevert, El mal estudiante, que dice: “digo sí con el corazón y no con la cabeza”. Una nena intervino diciendo que no podía ser. Entonces, frente a la aparición de una contradicción, mencionamos que en el análisis lógico-filosófico las contradicciones son analizadas. Citamos algún autor pero como trabajamos con niños muy pequeños, ese tipo de intervenciones nuestras tiene más que ver con revalidar una intervención de los chicos antes que con exponer un cuerpo de ideas.

—¿Con qué idea de filosofía llegan los chicos y qué pasa con esas expectativas?

—(Romina Gianfelici) Al de la Biblioteca Argentina fueron por los cuentos. Esos niños en particular eran bastante lectores. En otros talleres, no fue así. En la Biblioteca Popular José Pedroni, de Soldini, la experiencia fue más física. Un desafío diferente. Iban tan directamente a la descarga motriz que nos empujó a ir despacio, construyendo algún contrato, formas de escucharnos.

—¿Cuál es la procedencia social de los chicos?

—(RI) Variada. En algunos casos ha habido más contrastes, en otros los chicos son más bien de clases medias o medias altas.

—(BC) Nosotros problematizamos el acceso a los recursos públicos y culturales. Por eso lo hacemos en bibliotecas e instituciones públicas y es gratuito.

—El espacio se llama Cosas Invisibles pero se percibe mucha materialidad (dibujos, esculturas). ¿Cómo piensan la relación entre lo invisible y lo visible?

—(RI) Las producciones materiales que surgen en los encuentros no tienen por objeto mostrar lo que se hace. No hay una idea de que eso sean resultados. Son medios para estar ahí.

—(BC) Yo creo que lo invisible se conecta con nuestro no interés en la transmisión.

—(RG) Para mí, viene por el lado de la búsqueda.

—(BC) Al llamarnos Cosas invisibles damos por hecho que hay cosas, que existen y nos preexisten, que podemos visibilizar. Una vez, en un taller, nos preguntamos quién apaga las estrellas cuando se hace de día. Y concluimos que a veces la luz, en este caso la del Sol, nos oculta cosas. Eso que supuestamente hace ver, también oculta. Ahí veo también lo invisible.

—(RG) Otra gama de cosas invisibles tiene que ver con la dificultad para “evaluar” lo que hacemos. Lo que se produce tiene una cierta complejidad al momento de dar cuenta de ello; esa complejidad tiene que ver con lo invisible, con lo que no se puede medir.

—A propósito, ¿hay algún tipo de devolución? ¿Un momento en que todo ese proceso se cierra?

—(BC) Sí, el momento del cierre. Ahí siempre tratamos de que estén presentes las preguntas sobre cómo nos sentimos, si cambió algo, qué sensaciones aparecieron.

—Teniendo en cuenta que trabajan con niños y con el acto de filosofar, que es un acto cargado de futuridad, ¿qué pasa con las ideas de los niños y niñas respecto al futuro?

—(RI) Hay muchos posibles. Los niños piensan qué van a hacer de grandes, siempre. En la Biblioteca salió una vez; lo que “van a ser” es, casi siempre, de lo que van a trabajar.

—(BC) En cuanto a lo temporal, trabajamos bastante en el aquí y el ahora. Es una forma de valorizar el presente y la instancia de la niñez. La salida de la niñez, el trabajo, la adultez no me parecen habilitantes de pensamientos genuinos o mejores.

—(RI) Yo creo que el futuro tiene algo que permite poder ejercitarse en la pregunta, cuestionar. Para poder transitar el presente y la pregunta tiene que haber algo de futuro.

—(RG) Que los niños piensen su futuro en términos de adultez no me parece importante, por eso nos importa pensarnos ahora. De todas formas, yo creo que es necesario contar con la posibilidad de un futuro más o menos promisorio para habilitarte a hacer cosas. Y eso, si lo podemos ofrecer de alguna forma, lo vamos a hacer. Pero no podemos garantizar nada.

—(BC) Salvo la expectativa puesta en el próximo encuentro. Hay una promesa de que va a volver a ocurrir.

¿Cómo se ha modificado vuestra idea de la filosofía? ¿Qué le hace el encuentro con niños a otras modalidades de la filosofía?

—(RI) La filosofía con niños y no para niños hace hincapié en vivenciar la filosofía. De mi parte, empecé a hacer este pasaje tomando cursos y participando de experiencias. Los padres llevan a los chicos creyendo que les vamos a hablar de filósofos y, con el tiempo, se van dando cuenta que la filosofía no es sólo hablar de filósofos.

Que la filosofía no es sólo su Historia.

—(RI) Claro. Es una práctica vivenciable.

—(BC) Desde mi experiencia como estudiante de Filosofía, y ahora como hacedora, noto un salto importante. De estudiar la historia de los pensamientos a filosofar, a establecer un diálogo, a inventar un diálogo con otros que están pensando. En ese sentido, lo que me sorprende del trabajo con niños es lo que se produce con ellos, y la modificación que cada encuentro genera en mí. He cambiado mi forma de pensar a partir de la intervención de los niños sobre un tema. Eso buscamos. Que, de modos diferentes, leyendo en casa o conversando con niños, la filosofía habilite la sorpresa.

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Un comentario

  1. Irene Gomez

    04/05/2016 en 22:39

    Qué bueno….preparando adultos pensantes y críticos. Me encanta el proyecto. Días y horarios, como comunicarnos?

    Responder

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