Foto: Télam.
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En los últimos días, se está debatiendo bastante en relación a cómo se va a desarrollar la economía argentina en la segunda mitad del año. Por tanto, existen numerosas consideraciones en función del escenario que se vaticina acerca del desenvolvimiento de la actividad del país.

Desde el gabinete presidencial se augura principalmente que “va a bajar la inflación drásticamente” y que se va a presenciar “una corriente de inversión que va a generar trabajo”. Contrariamente, desde diversas posiciones de pensamiento se tiene una mirada más reticente. Algunos sostienen que si bien la dinámica inflacionaria puede detenerse se dará “porque no hay plata para gastar”, en gran medida porque los aumentos salariales no son proporcionales al incremento de precios acumulado en los últimos meses; de esta manera dan cuenta de que será “un síntoma de falta de crecimiento”.

Sin embargo, independiente de los pronósticos, existen variables económicas internacionales e internas que se deben tener en consideración para tal análisis dado que van a condicionar completamente el devenir del segundo semestre del año.

Por un lado, se tiene que prestar atención a las condiciones que presenta el escenario mundial actual. Mientras que, por el otro, no hay que perder de vista el desarrollo económico que acontece en Argentina y cuál es la situación de la cual se va a partir.

En primer lugar, mundialmente se está viviendo un contexto de baja en la dinámica de los precios de bienes internacionales. Desde hace varios años, se registra una caída en la variación interanual del precio de las commodities. Por ejemplo, en 2015 el precio de exportación de la soja presentó una disminución del 33 por ciento, en línea con el maíz que descendió un 22 por ciento, ambas en términos interanuales. Por lo tanto, si esta tendencia persiste se provocaría una menor entrada de dólares vía precios de las exportaciones.

Asimismo, también se debe prestar atención a la evolución de las tasas de intereses de aquellos países que no presentan riesgos crediticios. Por ejemplo, la tasa que ofrece la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) en diciembre de 2015 aumentó de 0,25 a 0,50 por ciento. La importancia de su evolución se debe a que a medida que aumenta la tasa más caro se vuelve el dinero, por lo tanto, se vuelve más rentable comprar bonos a instituciones de bajo riesgo como la FED o el Banco Europeo.

Entonces, ¿cómo puede afectar esto a los países emergentes con alto riesgo crediticio? El problema reside en la adquisición de bonos con alto riesgo versus la adquisición de bonos sin riesgo. Por ejemplo, si la FED aumenta su tasa de rendimiento, los inversores que tenían sus dólares en economías emergentes van a optar por llevárselos para obtener menores ganancias pero aseguradas. Entonces, países con alto riesgo como Argentina deberán someterse a mayores aumentos en sus tasas para que no se provoque una fuga masiva de capitales.

En segundo lugar, en Argentina se están transitando las consecuencias de un cúmulo de medidas que si no cuentan con una participación activa del Estado pueden desembocar en un estancamiento de la economía. Desde hace más de seis meses, se enfrentan los efectos negativos de una devaluación superior al 60 por ciento; de la quita de retenciones al sector agropecuario e industrial, de la adecuación del cuadro tarifario de los servicios públicos –energía, agua, gas y transporte– por más del 200 por ciento en promedio; del aumento en el costo de la nafta; de un acumulado en el nivel general de precios por encima del 30 por ciento; de la pérdida del poder adquisitivo por negociaciones paritarias entre el 20 y 30 por ciento en promedio; de la apertura de las importaciones; del histórico endeudamiento externo y sus altas tasas, del clima de desestabilización laboral y de los más de 100 mil despidos en lo que va del año –entre otras cuestiones–.

En consecuencia, un país que se dirige al estancamiento económico no es atractivo para que arriben inversiones de carácter productivo. Es decir, no se está forjando un escenario que tiente a los empresarios a inaugurar nuevas industrias que creen puestos de trabajo.

De modo totalmente contrario, en el mercado financiero argentino sí se está orquestando un ambiente altamente atractivo para las inversiones bursátiles. Por un lado, se licitan LEBAC a 90 días a una tasa del 37,5 por ciento anual; bonos soberanos al 34 por ciento; y letras del Tesoro Nacional en dólares con tasas de intereses entre 3,50 y 4 por ciento anual. Estos intereses en moneda extranjera, son ampliamente superiores a las que ofrece (FED) por sus bonos.

Entonces, atendiendo a las consideraciones anteriores, hay que manifestar que se está creando una atmósfera económica totalmente beneficiosa para las inversiones financieras y no para las productivas. Por lo tanto, la situación desde la cual se va a partir en el segundo semestre no evidencia claros indicios de mejora en la dinámica productiva del país.

En conclusión, se puede dilucidar que las perspectivas acerca del segundo semestre no deben circunscribirse al monto de las inversiones que desembarquen en el país sino en qué se van usar y cómo van a repercutir en la dinámica de la actividad nacional, la generación de empleo y la vuelta al crecimiento económico.

*Fundación Pueblos del Sur

fundacion@pueblosdelsur.org

pueblosdelsur.org

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