A los seis años le dijo a sus padres que quería practicar ese deporte que sólo había visto por televisión, y con el tiempo alcanzó los primeros puestos del ránking mundial. Después de superar una enfermedad que lo alejó de los circuitos, el golfista rosarino volvió con todo y charló con el eslabón.

Nadie en la familia de Alejandro había visto un palo de golf en su vida. Tampoco es que lo contagió algún allegado ni se encontró una pelotita por la calle que le generó curiosidad. No. A ese pibe, que cuando se le despertó la pasión tenía tan sólo 5 años, lo vislumbraron las imágenes que veía por televisión. “Me llamaba mucho la atención, sobre todo la tranquilidad que había”, dice este rosarino radicado hace un par de años en Estados Unidos, y agrega: “Me volví fanático, era chiquito pero miraba todo lo que daban de golf por TV, y después empecé a experimentar, intentando copiar eso que veía. Agarraba el atizador de brasas de mi papá, sacaba la rejilla del patio, ponía un bolsita y trataba de embocar una bolilla de desodorante. Ese fue el comienzo de todo”.

Sus padres, sorprendidos por la facilidad, el empeño y la precisión del pequeño a la hora de acertarle al hoyo, aceptaron el pedido. “Empecé a decirle a mi mamá que quería empezar a practicar golf realmente. Nos recomendaron ir a Jockey, pero me cobraban una fortuna para hacerme socio y para nosotros era imposible, además tenía sólo 6 años y ni siquiera tenía en claro aún si iba a seguir con ese deporte o no”, rememora Tosti, y añade: “Como no teníamos ni idea, empezamos a buscar en la guía para ver dónde podía aprender a jugar a ese juego que tanto me gustaba. Encontramos el Rosario Golf Club y ellos nos recomendaron el club Mitre de Pérez, que era una escuelita abierta y que estaba bien armada. Entonces fuimos y empecé con Gustavo Romero, que es el mismo profe que sigue hasta el día de hoy”.

Al principio –recuerda–, iba sólo los sábados y los domingos, pero luego agregaría martes y jueves también. “Ya había empezado a competir en torneos y me iba bien”, dice. “A los 8 fui a mi primer campeonato Nacional Juniors y lo gané, fue en Buenos Aires y fue una experiencia única”. A esa altura, ese jueguito ya se tomaba mucho más en serio y “de manera más competitiva”, según admite este hincha de Newell’s, y acota: “A los 12 años fue como que empecé a marcarme un camino y a tener muy buenos resultados a nivel nacional, en competencias en las que participaban jugadores de todas las edades. Empecé a viajar afuera y luego a recibir becas de universidades de Estados Unidos, que querían que las represente”:

Par mil

El ascenso de Tosti fue vertiginoso y tras lograr buenos resultados a nivel provincial y nacional, pegó el gran salto. “Representar a la Argentina es fabuloso, es lo que cualquier deportista sueña”, destaca este joven que ya tiene una decena de Sudamericanos en el lomo y que tras debutar en un certamen ecuménico con tan sólo 14 años, se consagró subcampeón mundial amateur en Japón, en 2014. “A diferencia de otros deportes, en el golf podés competir en categoría aficionado o profesional, más allá del nivel de juego y la calidad”, explica, y aclara: “Como yo estoy becado por una universidad, no puedo competir profesionalmente pese a que por el nivel de juego podría hacerlo tranquilamente. Entonces, para pasar a ser profesional –como (Ángel) el Pato Cabrera o (Eduardo) el Gato Romero, por nombrar ejemplos locales– y poder disputar torneos en los que no sólo hay en juego trofeos, sino sobre todo dinero, primero tengo que cursar dos años más y obtener el título universitario. Eso, además, me va a dar la tranquilidad de que si en algún momento de mi vida el golf no funciona más, tengo una profesión: El Major (título o carrera) que estoy estudiando es Spanish, que seria para ser profe de español”.

El agujero interior

10 golfista

Alejandro confiesa que el haberse tenido que radicar en otro país no fue una decisión para nada sencilla: “Cuando me fui a vivir y a estudiar a EEUU, en enero del año pasado, me costó mucho la adaptación. Es más, en un torneo muy importante en el que mi objetivo era el primer puesto, para entrar en el Master de Augusta, salí segundo y eso me afectó mucho psicológicamente, se me hizo muy difícil pasarlo. Estaba lejos de mi familia y todo eso fue una combinación de cosas que me llevaron a que –por el estrés– me diera una encefalitis y estuviera 10 días internado en un hospital. Tras destacar que el tratamiento siguió un tiempo más, y que hasta el día de hoy cuenta con apoyo psicológico, Tosti concluye: “Tuve muchísima suerte porque esas enfermedades generalmente atacan y dejan secuelas. Algunos pierden el habla, otros la memoria; y yo tuve la suerte de que no me pasó absolutamente nada”.

Una vez dejado atrás ese inconveniente, Alejandro se propuso volver a su mejor nivel en el deporte que abrazó desde pequeño y lo consiguió. “Ahora viajo a Estados Unidos a jugar dos torneos por mi cuenta a nivel mundial, antes de empezar la Universidad en agosto. Después arrancan los torneos universitarios y en diciembre es el Mundial de Aficionados, que esta vez se disputa en México”, enumera al ser consultado sobre los próximos objetivos, y asegura: “Me siento muy seguro y confío en mis capacidades, porque al nivel lo tengo. Hace dos años quedé segundo a nivel mundial, entre 150 jugadores, y espero seguir así”.

Antes de despedirse, este joven de 20 años que está “ciento por ciento becado por la Universidad de Florida”, según se encarga de aclarar, subraya: “Lo mío fue un caso muy especial, porque al golf –por lo general– uno lo juega porque antes jugó su padre o alguien cercano de la familia. Yo nunca tuve a nadie cerca que le gustara el golf, hasta que me gustó a mí”.

Volver a casa

Instalado en la localidad de Gainesville, en Florida,(“que queda a dos horas al norte de Orlando”) Alejandro Tosti no olvida su condición de rosarino. En estos días está de paso en la ciudad cuna de la Bandera, la misma que lo vio nacer. “Siempre viví en el mismo lugar, a cuatro cuadras de la Terminal de Ómnibus”, cuenta el entrevistado, quien admite que “cada regreso se me hace muy difícil, porque viví toda mi vida acá”, y rememora: “Antes iba caminando a tomar el colectivo desde mi casa para ir a Pérez, ya que desde los 8 años me empecé a ir solo en el 35/9. Pero uno ve hoy cómo fue cambiando todo”.

Si bien el rumbo que tomó dista mucho de un deporte popular, el golfista local no es ajeno a la pasión que se respira en la ciudad: el fútbol. “Soy hincha de Newell’s. Antes iba muy seguido a la cancha, pero con el tema de los viajes, de practicar sábados y domingos, y de ir a los torneos, se me complica”, señala.

De todas maneras, Alejandro confiesa que “trato de ver los partidos, hago malabares, bah, porque allá llevo un ritmo de vida muy fulero y tengo que acomodarme para poder mirarlos”.

El Ángel del golf

En la lejana Estados Unidos, este chico ya se codea nada menos que con Ángel Cabrera, quien es considerado el mejor golfista argentino de la historia, y el primer latinoamericano en consagrarse en el prestigioso Masters de Augusta. Además, su nombre resonó en todo el planeta cuando conquistó el US Open, en 2007.

“Tenemos una buena relación con Ángel, es mi ídolo”, confiesa Tosti al referirse al Pato, tal como se lo conoce en el circuito. Se vieron por primera vez durante el Abierto de 2012, en Nordelta, donde el rosarino se quedó con el premio mayor en la categoría aficionado.

Parece que desde ese momento, el experimentado golfista posó los ojos en la joven promesa, y desde ahí nació una relación que aún perdura.

Se siguieron cruzando en los campos de golf hasta que “un día me invitó a su casa en Houston”, recuerda el joven, y agrega: “Me identifico mucho con él, por las raíces que tiene, y por todo lo que trabajó para llegar tan lejos”.

“Siempre estoy en contacto con él. Es un genio”, resalta Tosti, que revela que su ídolo “no es muy abierto con la gente, y capaz que ve en mí a una persona parecida a él”.

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