Foto: Andrés Macera.
Foto: Andrés Macera.

Mónica Crespo elige una palabra para empezar a describir el panorama que ve cada día: crudo. “El panorama es crudo”, dice la mujer, cartonera, de 54 años. Nadie mejor que ella para decir lo que pasa. Nadie mejor que el que está en la calle para contar qué pasa en la calle. Mónica asegura que todo lo que ve la hace pensar en el 2001. Luís Ceferino Coria, de la cooperativa Ciruja de Florencio Varela, coincide: “Todo esto lo vimos a fines de los noventa”. Victoria Clerici, militante del Movimiento de Trabajadores Excluidos, se suma exclamando que es increíble: cada vez más compañeros, cada vez más basura revuelta. Revuelta para comer, no para vender, remarca. Se calcula que en Rosario ya son más de tres mil las familias que viven de la recolección de cartones. El número, sin embargo, crece día a día, despido tras despido. Las tres fuentes mencionadas sostienen su preocupación pero también que algo cambió: algo se aprendió en los últimos quince años y esta vez la crisis nos encuentra organizados, aseguran.

La cooperativa Cartoneros Unidos que organiza a carreros y recolectores tiene quince años y es la única en Rosario que está registrada en el Inaes. Son 450 las familias que viven de la cooperativa. “Al borde del colapso”, explica Mónica Crespo, una de las integrantes. Y agrega: hay 180 familias en lista de espera para ingresar. Los números sirven para dimensionar esa crudeza a la que hace referencia la mujer. Porque además, explica Crespo, están aquellos que eligieron no organizarse. El total es de unas tres mil personas que todos los días salen a buscar la moneda en la basura. Un total que crece cotidianamente.

“Estamos demasiado cerca de lo que fue el 2001”, compara la mujer. El cambio fue brusco. “Un año atrás, apenas, mucha gente que tenía una vida cómoda, que podía pagar el cable y las cosas necesarias para su familia, hoy está destruida”. Mónica cuenta que mucha gente se acercó para sumarse al trabajo de cirujeo y reciclado, y que la mayoría viene del cordón industrial. “Hoy nos golpea la puerta gente de clase media que podía pagarse los servicios. Están en crisis y no lo ve ningún gobierno. Nosotros ya le avisamos a los funcionarios que nos presten atención: que la gran pobreza estaba por venir. No sé cómo vamos a seguir resistiendo, ¿cuánto vamos a tener que andar por la calle para pagar una botella de aceite?”.

Según Victoria Clerici, militante del Movimiento de Trabajadores Excluidos, el aumento de cartoneros salta a la vista: “Los compañeros saben que si hay cartones en un tacho, hay que correr a buscarlos”, ejemplifica. Y le suma su experiencia personal: “Yo vivo en el centro y de los dos que veías buscando material, ahora se multiplicó por tres o cuatro. Es increíble, está a la vista”.

La situación, cuenta Clerici, es igual en todo el territorio nacional. Las variantes se dan en función del nivel de organización. Están los que la pelean por la mínima (como en Rosario o La Plata) y los que ya han logrado ser reconocidos como trabajadores y empiezan a resistir ante la avanzada del macrismo, como en Capital. Y están también los desorganizados, como en la ciudad de Santa Fe, donde el nivel de persecución y humillación es muy alto, especialmente por parte de organizaciones de defensa de los animales.

“Creíamos que esta etapa estaba superada”, reconoce, por su parte, Luis Ceferino Coria desde Florencio Varela, provincia de Buenos Aires. “Estamos viviendo lo mismo que en los ‘90, principios de 2000”, sostiene. Coria explica: “De cada trabajador en blanco que pierde su trabajo, se suman tres trabajadores informales que también se quedan en la calle, es decir, los que trabajan como jardineros, cuidando niños, limpiando casas, haciendo una que otra changa. Y ahí es que estamos viendo que en los grandes sectores del conurbano hay más carros en la calle”. El hombre de la cooperativa Cirujeo tira cifras: “Son unas mil personas que se suman diariamente en los tres cordones del conurbano. Un ejército de gente que busca el sustento diario en los residuos. Nos avisan que estamos volviendo”. Esta vez, no será a la década ganada.

El bálsamo de la organización

Mónica Crespo cuenta que hace unos días vio a unos chicos revolviendo la basura. “Tendrían que estar en su casa tomando una sopa”, dice. Y agrega un detalle: “Rompieron todas las bolsas, dejaron un desastre”. Victoria dice que cada vez más encuentra mugre entre los tachos. Y que la basura revuelta la remite directamente al 2001. El trabajo del recolector es el de juntar material reciclable para vender por kilo o tonelada. No es tan fácil por eso: los que saben, los que patean la calle, pueden diferenciar. Y es que ahora están los que buscan material para hacerse una moneda. Pero también los que entran al conteiner a buscar algo para comer. “No dejó de haber pobres en los últimos doce años. Pero hoy la situación empeoró. Hasta hace poco, la gente revisaba la basura para vender y no para comer. Eso se está viendo hoy. La gente vuelve a la basura. Y la recolección o supervivencia alrededor de la basura es el último escalón de la supervivencia social, tanto por instinto como por una cuestión política y social. Ya pasaste por el mangueo de todo tipo. Después de eso no hay otra”, dice Clerici.

Foto: Andrés Macera.
Foto: Andrés Macera.

La organización, en todos casos, resulta ser clave. Si no es la solución, al menos es un bálsamo cotidiano. Estar organizados en cooperativa, las conquistas de derechos, llevaron a un mayor poder económico de los trabajadores y a mejores condiciones de laburo: desde la vestimenta hasta la posibilidad de tener una chata para juntar la basura.

“Tratamos de estar unidos, pucherearla. Cuando no alcanza, hacemos una olla popular para la cooperativa y todos los carreros. Más vale estar unidos: si nos tocan a uno, nos tocan a todos. Siempre estamos listos para defendernos”, dice Mónica. El proceso de organización y construcción política de los últimos años llevó a que esta vez la crisis encuentre a muchos sectores unidos. “El pobre es el que siempre paga los platos rotos. Es todo tan parecido al 2001 que siempre pido a mis compañeros que no se enganchen en ningún estallido. Siempre somos los que salimos perdiendo”. Luis Coria comparte la idea: “Sabemos que si estamos juntos podemos hacer más: desde dar valor agregado a nuestro laburo hasta pelearla por un ideal. Solo no se salva nadie”.

“Algo aprendimos del 2001 y su represión. Es fundamental estar organizados para resistir: tanto para no morir bajo la violencia institucional como para avanzar en las conquistas. Hoy estar juntos y organizados nos sirve para garantizar condiciones dignas de trabajo. Nosotros logramos subsidios y capacitaciones, la organización es preventiva e incentiva, fundamental para defenderte a vos y a los tuyos”, concluye Clerici.

Fuente: El Eslabón

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