Gracias a un programa de voluntariado de la UNR, el estratégico juego de los peones y los reyes traspasó fronteras y llegó a escuelas, barrios humildes de la ciudad, y hasta a las inferiores de Rosario Central.

El ajedrez se apareció hace unos años –y casi de casualidad– en la vida de los por entonces estudiantes de Psicología, Rubén y Bruno, que venían acompañando un taller de cumbia en una escuela de Tablada. Y sirvió de “excusa” para laburar otras cosas, más allá de, por supuesto, aspirar a “formar buenos jugadores y ganar competencias”, tal como lo aseguran en charla con el eslabón. En la actualidad, Jaquemateando, tal el nombre que eligieron para bautizar a ese espacio que saltó de los colegios al Centro de Prevención Local de Adicciones (Cepla), que está en el populoso barrio La Sexta, y a la pensión canaya de Granadero Baigorria, aloja a un centenar de chicos y chicas que, en su gran mayoría, reniegan de los estatutos de la educación tradicional pero se prenden en la movida de los alfiles, los caballos y las torres.

Primeros movimientos

El tablero cuadriculado, sus correspondientes piezas, el termo y el mate, son la postal más significativa de las jornadas que llevan adelante el grupo capitaneado por el psicólogo Rubén Caligaris y Bruno Valiente, quien cursa las últimas materias de esa carrera. De esa combinación surgió el nombre de este programa de inclusión que arrancó en 2012. “El mate circula todo el tiempo en los talleres y es repetida la imagen del tablero y el mate juntos. De hecho los chicos toman mucho mate, dulce sobre todo, y nosotros amargo”, aporta Bruno.

Jaquemateando nace de la necesidad primaria de “pensar una facultad abierta, que se pueda hacer un laburo en lo social, por fuera de la facultad, con el aprendizaje que adquirimos en la universidad pública y a modo de devolución”, tal lo relata Rubén, egresado de la UNR.

Los militantes de la Cátedra Libre Oscar Masotta tiraron sus primeros enroques en la escuela 551 de Tablada, que desde hace unos años lleva el nombre –elegido por los propios alumnos– de Sonia Beatriz González Avalos, una ex militante del barrio desaparecida durante la última dictadura cívico-militar. “Los alumnos trabajaban con la música porque tenían una bandita de cumbia. Después se armó un taller de guitarra y en 2012, la directora de esa escuela nos convocó para ayudar a un tallerista que les enseñaba ajedrez. El tipo después no pudo seguir y aprovechamos esa iniciativa para darle una continuidad que luego terminó siendo otra cosa distinta”, relata el psicoanalista, a lo que el estudiante aporta: “Nosotros lo abrimos a la primaria, porque el otro hombre sólo trabajaba con algunos chicos de la secundaria. Ese año hicimos el primer torneo, que llevó el nombre de Sonia”.

Después de marcar “el inicio azaroso del espacio”, al confesar que “en realidad nos encontramos con el ajedrez sin haberlo buscado”, Caligaris revela que “algunos sabíamos jugar más, otros menos, y todo el tiempo iba circulando gente que se sumaba y que la tenía clara”. Ambos reconocen, entre risas, tener un “nivel medio, medio bajo”.

Con el tablero bajo el brazo

Torneo de ajedrez en la UNR.
Torneo de ajedrez en la UNR.

Este programa, que tuvo su partida inicial en la escuela secundaria de zona sur y en la primaria Isabel la Católica, sita en el mismo edificio, ahora continúa en otras instituciones. “En 2014 y 2015 trabajamos también en la secundaria de La Vigil, y desde 2014 estamos sosteniendo talleres de ajedrez en el Cepla, que es un centro de prevención local de adicciones que está en La Sexta”, repasa Valiente, mientras su compinche cuenta el laburo que realizan en el centro de inclusión ubicado en Cochabamba 92 bis: “Es una apuesta muy interesante de trabajo, generando espacios culturales, deportivos. Hay un programa muy interesante de abordaje territorial. Ahí, el taller de ajedrez es uno más dentro de un proyecto”. Y continúa resaltando la importancia de la institución creada por Sedronar en 2014, en cogestión con UNR: “Al principio no teníamos lugar físico, así que nos juntábamos en la canchita de Cerrito y Berutti, a jugar a la pelota, y entre partido y partido tirábamos unos tableros de ajedrez a ver qué pasaba. Algunos tenían conocimientos, algunos jugaban mejor que otros y algunos no sabían nada, pero se entusiasmaban viendo a los otros jugar”.

“En la Sonia hacemos un taller a contraturno, lo cual es muy interesante y muy valorable para nosotros porque implica que después de cursar varias horas, los chicos tengan ganas de quedarse”, se agranda el estudiante.

Pero la iniciativa de estos jóvenes no se queda en los talleres, y sacan los tableros al sol para disputar torneos de todo tipo, como lo detalla Rubén: “El primero fue interescolar, caminamos todo el barrio Tablada invitando a todas las escuelas de la zona, para que sea barrial. Ya el segundo fue más amplio y hasta vinieron chicos de la localidad de Larroque (Entre Ríos). Y el tercero fue en 2014, en la Siberia, porque el proyecto siempre estuvo articulado entre la Universidad y la institución”. Y, orgulloso, aporta Valiente: “El torneo se fue haciendo cada vez más grande, hasta llegar a 150 pibes reunidos acá en la facultad”.

No conforme con esto, los muchachos ya empiezan a acomodar sus piezas porque “en noviembre vamos a hacer un torneo abierto en el Cepla, ya no intercolegial, sino invitando a otros Cepla, y queremos que vengan los chicos de Central, que sea un torneo muy amplio”.

Entre partidos y partidas

El deporte de la redonda y el de la ciencia se cruzan todos los lunes desde agosto a diciembre en la pensión de los pibes canayas en Granadero Baigorria. Terminada su participación en el verde césped, su actividad continúa en el campo cuadriculado bajo las órdenes de Lionel, que no es el crack del Barcelona y la Selección, aunque le dicen “el Messi del ajedrez”, y que junto a Brenda, su ayudante, fue convocado por la Secretaría de Actividades Sociales del club de Arroyito.

“En principio nos contactaron para que vaya algún ajedrecista, pero le contamos el modo de trabajo de Jaquemateando y les pareció bárbaro, e incluso era justo lo que ellos venían necesitando”, cuenta Rubén. “Creo que lo que le planteamos nosotros era mucho más interesante que una mera clase de un ajedrecista”, interviene Bruno Valiente, y añade: “Muchas veces el ajedrez funciona como una excusa que después va disparando otras cuestiones que son interesantes para abordarlas, sobre todo con los jóvenes”.

Al respecto, el psicólogo coincide en que “la idea va más allá del ajedrez en sí mismo, porque es un taller lúdico, una apuesta de los pibes para que se sienten, jueguen, y puedan generar vínculos con otros”, y agrega: “Muchas veces, eso te lleva a cambiar el eje del taller, que no sea llegar y jugar, sino que hacemos una ronda y hablamos, por ejemplo, de la violencia de género, del 24 de Marzo, y hasta ha surgido de ir a la marcha” por el Día de la Memoria.

De todas maneras, ambos asienten que “el fútbol es una pasión, es algo que les gusta a casi todos, por lo que está siempre presente en los talleres, no sólo en el de Central”, y siempre traen a colación al ex entrenador subcampeón del mundo con Argentina. “Yo siempre nombro a (Alejandro) Sabella, que hablaba del campo de juego como un tablero, y que utilizaba mucho la estrategia que, según dicen, tomaba del ajedrez. Se metaforiza mucho con el ajedrez y el fútbol”, dice Rubén, para quien “estaría buenísimo” extender el taller a Newell’s u otras instituciones deportivas. “Nos ofrecen muchos lugares, pero los tenemos que evaluar en base a la disponibilidad de recursos que tenemos, sobre todo recursos humanos. Nosotros buscamos ampliar la convocatoria y que se sume más gente a participar del espacio, más allá del nivel de juego que pueda llegar a tener”, aclara Bruno, que extiende la invitación “no sólo a estudiantes de psicología”.

Aprender a jugar

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Rubén Caligaris y Bruno Valiente coinciden en destacar que entre los objetivos, además de formar buenos ajedrecistas y apuntar a ganar competencias (mencionan a Elizabeth Imperial, “una chica que está compitiendo en las olimpíadas santafesinas y que va pasando varias instancias”), también está el acompañar a pibes y pibas a que retomen los estudios o, ¿por qué no?, sostengan espacios similares a Jaquemateando. “Tenemos un caso de un chico, con el que trabajamos desde 2012, que unos años después arrancó un taller de ajedrez en un centro cultural de su barrio para enseñarle a jugar a los más chiquitos”, cuenta con orgullo Rubén, y Bruno añade: “Otro chico, que empezó a venir al taller en el Cepla, a medida que se fue entusiasmando con el ajedrez, le dieron ganas de volver a la escuela, que había abandonado un tiempo atrás, y ahora le está yendo re bien. La apuesta también va por ese lado”.

Por último, y a modo de despedida, Caligaris y Valiente se encargan de resaltar que “lo lúdico debería atravesar mucho más a las instituciones”, y lo fundamentan: “Sabemos de una escuela en la que los alumnos, en los recreos, tenían un montón de juegos para elegir, que ponían a su disposición los propios maestros, y cómo eso repercutía favorablemente en el aprendizaje de los niños”.

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Un comentario

  1. Raúl

    23/08/2016 en 15:03

    Vamos muchachos, todavía es posible recuperar el tiempo perdido, nuestros niños/jóvenes pueden acceder a nuevos conocimientos y aprender/acostumbrarse a razonar.ESE ES EL CAMINO A brazos.Raul

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