El fundador de Manal, inaugura en Rosario una gira por los 50 años de rock en castellano junto al ex Vox Dei, Willy Quiroga. Martínez habló con este medio de anécdotas, gustos y de su récord Guinness.

Javier Martínez tiene 70 años. Junto a una camada de artistas promovieron hace medio siglo el estilo de música rock, en castellano. Martínez es baterista, cantante y compositor. El autor de temas emblemáticos como Jugo de tomate frío, No pibe, y Una casa con diez pinos, entre tantos otros, visitará la ciudad el próximo 17 de septiembre y se presentará en el teatro Vorterix Rosario, junto a otro referente del movimiento, como Willy Quiroga, el otrora bajista de Vox Dei, grupo creador de La Biblia, obra cumbre del género en nuestro país.

“Dije que sí porque es muy interesante todo esto”, admitió Martínez sobre la gira que una productora de eventos porteña le propuso a él y a Quiroga, con el cual comparte una amistad y admiración mutua. El ex batero de Manal llegará con un nuevo trío, integrado por viejos conocidos de su entorno: Clavito Actis, en bajo; y Marcelo Roascio, en guitarra.

“Hablaba con amistades mías de esta profesión, y un pionero de los pioneros de la Argentina arrancaba todas sus giras en Rosario… me refiero a Sandro”, comentó Martínez a este periódico, y admitió que –como El Gitano–, “yo soy bastante cabulero”.

¿Qué rasgos tiene esta nueva formación que hoy encabezás?
Hay una panoplia de temas con todos los clásicos que yo escribí para el Manal histórico, que vos sabés que son todos míos, pasando por mis discos solistas, incluso Pensá positivo, el álbum que salió el año pasado. Tocaremos temas de todo lo que grabé y edité. Esta gira está impulsada por los 50 años del rock nacional, 1965-1966, que se viene conmemorando desde el año pasado con una banda que conocerás: Los Gatos, un grupo que está comenzando (risas) y Los Beatniks, la banda que compartí con Moris, con la que editamos Rebelde en 1966.

En Rosario se conmemoraron los 50 años de rock en castellano tomando como referencia La Respuesta, el tema editado por Los Gatos Salvajes en 1965, pero se generó polémica entre historiadores y medios respecto de cuál fue el primer tema de rock en castellano. Vos fuiste un testigo directo de esa época, ¿estaban pendientes de eso?
El tema es cuándo se grabó. Los Gatos lo hicieron en el 65, y después grabaron La Balsa y fue la gran pegada. Ese fue el lanzamiento del género para todos nosotros, el tema estaba compuesto de antes y en el 66 fue la edición de Rebelde, de Los Beatniks. Se considera a 1965 y 1966 como los años fundacionales, pero el éxito más masivo, respaldado por la historia, fue La Balsa. Aunque Rebelde se considera que también es fundacional porque es un buen tema, y aparte salió todo de la misma barra de La Perla y de amigos: Litto Nebbia, Moris, Tanguito, y yo. Estábamos en la misma barra de amigos, en La Cueva, en La Perla, todo el día juntos tomando café y haciendo canciones. Discusiones de historiadores, futbolizar esta historia tan maravillosa es tonto. La Balsa, un éxito masivo, lo aplaudimos y lo agradecemos; y Rebelde también tuvo su impacto pero no son los únicos temas, había mucha gente que estaba haciendo cosas.

Antes lo nombrabas a Sandro, él también es un referente del movimiento del rock en castellano…
Sandro es un pionero de los pioneros. Durante muchos años, muchos historiadores con bastantes baches, no lo nombraban, y estaban muy equivocados. Sandro compuso temas como Ave de Paso, grandes canciones, y después hizo grandes versiones del rock clásico de las décadas del 50 y 60, con la formación de Los del Fuego. Estamos hablando de su etapa de rocanrolero.

Muchas de las letras de Manal mantuvieron cierta vigencia con el tiempo, aún teniendo en cuenta que el mundo se movió. ¿Cómo te atraviesan hoy esas composiciones?
Tienen actualidad esos temas, modestia aparte, y es como decís vos: por más cambios tecnológicos que haya, los problemas del hombre siguen siendo el amor, el odio, encuentros y desencuentros; la paz, la guerra; la vida y la muerte. Por más cambio que haya de escenografía del mundo los problemas del hombre siempre son los mismos. Charlaba con un amigo mío, compositor, en Sadaic, un tipo que transitaba por la canción más bien de cantautor, no precisamente de rock, Gian Franco Pagliaro, y me decía que estuvo leyendo a los poetas del Renacimiento, y contaba que se quejaban de los poetas de la Antigüedad clásica porque ya habían escrito todo 2 mil años antes y que ellos tenían que limitarse a parafrasear lo que ya estaba escrito. Y nos reíamos. Nosotros somos parafraseadores de parafraseadores. En realidad nosotros escribíamos letras con contenido social, o una descripción de lo que pasó en una época, lo bueno o lo malo. Y le dije que no nos podemos comparar con Discépolo, él supera a cualquier letrista del rock. Y bueno, ¿qué le vas a hacer?. Menos mal que existió Discépolo.

¿Compartís la idea de que la autogestión puede ser un lugar de resistencia?
Pienso que no es exclusivo del rock. Hay un género, el género canción, que está por arriba de todos los géneros. ¿Dónde se para un artista?, donde puede. Y con respecto a la autogestión, siempre existió hasta que aparece la posibilidad de una producción más grande, como le pasó a Los Gatos con la RCA Víctor. O la CBC con Los Beatnicks. Aunque a nosotros no nos dió tanta manija la CBC como a Los Gatos. Y no hay que olvidarse del primer sello de música independiente de rock argentino que fue Manioca. Agradecemos eso también. Nosotros estábamos en la autogestión, de las maneras más simples y heroicas que te puedas imaginar, con Litto, Moris, Tanguito y otros personajes. Y hasta con Sandro, que venía con nosotros y ya era famoso. Íbamos a difundir nuestra música a los bares con una guitarrita hasta que venía el mozo gallego y nos decía: “Acá no se puede tocar la guitarra”. Hacíamos difusión de esa manera. La autogestión siempre existió y va a seguir existiendo.

¿Y qué le decían al mozo?
Nada, nos íbamos. Pero ya habíamos cantado un par de canciones y la gente ya las había escuchado. Ahí empieza la leyenda.

¿Escuchás algo de rock actual?
Yo escucho jazz todo el día, ¿qué querés que te diga? Soy amigo de muchos muchachos del metal. Soy amigo de Iorio, de Almafuerte; de los pibes de La Renga. Tengo muchos amigos, con los cuales también me encuentro a zapar, a tocar un rato. Pero no voy a conciertos. Y a un show multitudinario o a un estadio, menos. Yo prefiero ir a un teatro, a escuchar en serio. En vivo estuve escuchando lo que hacen Barilari y JAF, que está muy bueno, pero no son muchachos de ahora.

¿Qué quedó de la formación histórica que compartiste con Claudio Gabis y Alejandro Medina?
Nada, somos amigos. En noviembre de 2014 hicimos un encuentro que fue generado por una productora muy importante, y creo que pronto va a salir el concierto en CD, en DVD, con fotos… Tenemos una amistad de toda la vida y una admiración mutua. Un respeto por la historia, un buen recuerdo.

El cielo y la tierra

“Vox Dei siempre fue muy roquero. Ellos agarraron una obra como La Biblia y yo agarré otro camino, la poesía, y cantarle a la ciudad, a la geografía, al obelisco, Avellaneda, Corrientes, y tenemos muchas cosas en común también”, contó Javier Martínez, y agregó: “Con Willy Quiroga nos conocemos hace medio siglo, filosofamos, hablamos de música, del concierto de Varsovia para piano y orquesta, pasando por el jazz moderno, por el tango, el folclore y la mar en coche. En Rosario vamos hacer No pibe y Azúcar Amargo las dos bandas juntas”, anticipó, y se despidió con un ¡Los quiero mucho!”.

El hombre vs la Máquina de Ritmos

No sólo el papel protagónico que tuvo el ex baterista de Manal en el origen del rock en castellano marcó su camino al andar. Como baterista, obtuvo el récord mundial guinness de tiempo continuo de ejecución de batería en dos oportunidades. Una en el año 1985, en Francia, cuando tocó su instrumento percusivo durante 41 horas y media, con un intervalo de 5 minutos para comer, según cuentan las crónicas;  y en 1998, en Buenos Aires, superó su propia marca: 48 horas seguidas tocando su batería. ¡Increíble!

Consultado por aquellos sucesos, y buscando respuestas de la “polenta” ejercida ininterrumpidamente sobre su instrumento, Martínez confesó: “La saqué de la bronca que sentí con la irrupción de la máquina de ritmos”. Y sin anestesia pegó duro a quienes la conciben como una herramienta electrónica válida para la construcción musical: “Es la falta de alma en la música, es estúpido usarla, y de un mal gusto espantoso. Además suena mal, no tiene onda, para mí.”.

¿Entonces nunca te sedujo ejecutar una máquina de ritmos para combinarla con tu música?
Nooo, ¡para nada! Me parece estúpido y es de un mal gusto asqueroso. Vamos a poner las cosas en términos correctos: la máquina de ritmos existe hace 300 años y es el metrónomo, que los bateristas usamos para estudiar. Es el reloj musical para encontrar la regularidad y la correcta medición del valor temporal de la figura del solfeo. Cuánto vale una negra, cuánto vale una corchea, cuánto una semicorchea y qué es un puntillo, y una ligadura. Pero eso se usa en la intimidad, para estudiar. No vás a tocar en vivo y ponés un metrónomo. Yo escucho bateristas de jazz y no necesitan de nada más, tocan a tempo. Estudiaron muchas horas en sus casas o el conservatorio”.

En cuanto a sus marcas guinness, el autor de No Pibe y  Una casa con diez pinos, ahondó un poco más: “Me entrené durante un año, ejercité mucho y hago yoga. Siempre presté atención a la técnica y a estar en buena forma física y mental. Claro, después de tocar tanto la batería dormí durante días”.

Publicado en la edición 264 del semanario El Eslabón.

Más notas relacionadas
Más por Juan Pablo de la Vega
Más en Cultura

Dejá un comentario

Sugerencia

“El gobierno plantea rebaja salarial, presentismo y reforma jubilatoria”

Los gremios docentes volvieron a sentarse este jueves con representantes del gobierno prov