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Brown River es un gran shopping a orillas del río Paraná o un estereotipo global del mismo. En esta atmósfera particular, bulliciosa, amable, aparentemente, y vigilada; transitan los personajes de Un Regalo para Miriam.

Miles de personas transitan por allí con el fin de adquirir bienes y servicios, enfrentando a un ejército de empleados apostados a merced de su demanda. Difícilmente puedan contener deseos truncados menos superficiales, sus angustias y ansiedades, mientras pasan sus horas en una recorrida vertiginosa por las vidrieras y corredores de paso. La obra que durante septiembre continúa con funciones los sábados a las 21 en el Cultural de Abajo (Entre Rios 599), se presenta como un espejo no tan perfecto de una sociedad de consumo sofisticada que fabrica, en serie, unidades de sentidos que contrastan y se tensionan. Temas incómodos que se tratan con cierta comicidad, sátira e ironía; o con un “realismo exacerbado”, como definen sus autoras.

Se destaca el despliegue de Socorro, la vigiladora privada interpretada por Alicia Salinas (co-autora de obra junto a Silvina Santos, y una revelación sobre las tablas, ya que se la conoce más por sus trabajos periodísticos y de escritura), cuyos monólogos sobre vigilancia privada y relaciones de pareja despiertan risas y sorprenden a cada paso.

Cuando Socorro garantiza una apertura acorde a las exigencias del gran centro comercial, con ademanes cortos y efectivos, y provista con su linterna y su celular, no sólo se pone en juego un territorio extenso de oferta y demanda sino también cuestiones de explotación laboral, violencia de género y tensiones de clases, edulcoradas con Coca Cola y vestidas de tienda Etam. Así Zulma (Silvina Santos), una inquietante clienta irónica y desesperada, perturba a Carolina (Estefania Salvucci), una joven vendedora; y engaña a la encargada (Camila Montenegro). Y hasta se trenza con Laurita (Valeria Quaglia), una clienta modelo, hiper conectada, y al borde de un ataque de nervios. Situaciones que se cruzan al paso de Ernesto (Ezequiel García), un trabajador de limpieza de la empresa Cleaning Revolution.   

El shopping, al fin y al cabo, es entretenimiento a gran escala. Y también reflejo de lo irreconocible, lo que no se encuentra en las vidrieras. ¿Se puede comprar un bebé de carne y hueso? ¿Es posible someter con caprichos a una empleada hasta convertirla en una ayudante terapéutica ocasional? ¿Un pedido es una orden?

Las escenas de Un regalo toman forma a través de las numerosas cajas que se trasladan de un lado para otro, que escenifican el andar de los empleados y los deseos circulantes, pero también se transforman en paredes y muros. Las escenas se disparan y hasta puede ocurrir lo inesperado: que el espacio se convierta en un escenario con músicos invitados y actores que se cuelgan los instrumentos, como el caso de la encargada, que puede calzarse una guitarra, y enchufar un pedal, y tocar un solo robusto de guitarra. Todo en un largo día de compras.

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