Yo no sé, no. Pedro, cuando estaba terminando la primaria, no veía la hora de que las pinturitas le den paso a lo que para él era un mundo mágico de témperas y acuarelas. Y el pincel, fundamentalmente el pincel. Él le sentía por la radio a Reyna, en las transmisiones deportivas, esta expresión: “Pinceladas de fútbol nos está dando el Gordo Palma”. Cosa que después constató viéndolo al Mono Obberti y al Pato Colman. El primero jugó en Newell’s y el Pato se lució en Central. En el barrio había aparecido uno que venía de Puente Gallego, amigo del Nosky, que jugaba de chico para el Gomero y, al igual que Mecosky, todos de cinco con gran dominio de pelota. En esos años, Pedro se acuerda que en el Gran Buenos Aires vio, como hecha con brea, una pincelada que que decía: “Milicos ladrones, los yanquis son tus patrones”, y le quedó grabada.
Volviendo al fútbol, el otro día, cuando veía a unos pibitos jugando, se acordaba de la expresión de alguien que califica a los más chicos que no tienen dominio del fulbito, peyorativamente, diciendo: “Mirá, son de madera”. Y Pedro es de la idea de que sí se puede convertir a esos pibitos en pinceles. “¿O los pinceles no son de madera?”, refuta Pedro. Y, al mismo tiempo, se extraña en este septiembre, en que la madera parece cobrar vida con su mejor savia, a esas pinceladas de política que se vivió en los ’70. Y se extraña a esos lápices que se convirtieron en pinceles y dieron lo mejor de sí. ¿Qué pintarían hoy? “Ceos, usurpadores, las corporaciones son tus patrones”. Y bueno, Pedro se quedó con las ganas de dominar tanto el dibujo como la témpera, como la acuarela, para él, ese mundo mágico que lo guarda en su corazón, aquellos lápices y esas pinceladas de compromiso y de amor que en estos días se hacen mucho más presentes en el recuerdo.
